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Todas somos iguales

Creativas, genuinas y con una visión de vivir el presente, son las mujeres con discapacidad que necesitan aparecer en el reflector, afirma María Luis Ojeda, directora de Alas y Raíces

Brisa Frías / El Diario

lunes, 07 marzo 2022 | 16:54

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En el marco del Día Internacional de la Mujer, establecido para conmemorar la lucha de las mujeres por su participación en sociedad y su desarrollo íntegro como personas, es común hablar de los distintos roles que actualmente desempeñan y de la representación que ahora tienen en distintos ámbitos.

Se habla de su inmersión en la política, en la ciencia, en el deporte, en campos tan diversos en los que apenas medio siglo atrás no tenían cabida. 

Y es en esta reflexión que se da alrededor de la fecha, que María Luisa Ojeda, directora de la asociación Alas y Raíces, pone el reflector en la mujer con discapacidad.

“Siempre estamos hablando de la mujer altruista, de la profesionista, de la deportista, y se nos olvida la mujer con discapacidad, que no siempre ha sido niña, que es una mujer adulta y sigue siendo invisible”.

Ojeda ha sido testigo del desarrollo que logran estas mujeres cuando tienen una guía que las encamine en su tránsito de la niñez a la adolescencia, y hasta la vida adulta, tanto a nivel intelectual como emocional.

Desde hace 18 años está a cargo de Alas y Raíces, estancia que fomenta la autonomía de personas con cualquier tipo de discapacidad, a donde acuden hombres y mujeres de todas las edades. 

En ese lugar, Istar, Anaís, Karen, Maribel, Aned, Alejandra y Gaby, aprenden, interactúan y se desenvuelven con naturalidad. 

“Ser una mujer con discapacidad es vivir la vida segundo a segundo, minuto a minuto, la maravilla de la discapacidad es que no están futurizándose, no están como nosotras con ansiedad y angustia porque estamos pensando en las deudas, en lo que he hecho, en lo que no he logrado, y también recordando lo que me hicieron”, señala Ojeda.

“Para ellas no hay interés por el pasado ni lo que va a pasar después, sino que viven su momento, pueden enojarse porque una estaba gritando y al día siguiente la reciben como si fuera la primera vez”.

Algunas de estas mujeres llegaron siendo niñas a Alas y Raíces; Anaís y Alejandra, por ejemplo, ya tienen 18 años en la estancia.

“Aquí hemos crecido como familia”, expresa Ojeda, quien agrega que ya no nota la discapacidad, pues para ella esa es la naturaleza de sus alumnas, “así es como tenía que ser y así son perfectas”.

De lo que sí se percata a diario es de su desarrollo afectivo, pues han crecido en su seguridad y autoestima. 

“Yo no les enseño, ellas me enseñan a mí, me enseñaron a entenderlas, a ver sus gestos, sus caras, que aunque no haya un lenguaje fluido, cada sonido que emiten es algo y me enseñaron a entenderlo”.

María Luisa Ojeda, quien es doctora en psicoterapia humanista y psicóloga clínica, destaca las cualidades de las mujeres con las que convive gracias al proyecto que fundó.

“Son muy transparentes, muy creativas, demostrativas, genuinas, lo que sienten en el momento te lo dicen, y nosotros cuántos te quiero nos aguantamos, cuántos discúlpame, y ellas no hay sentimiento que guarden”.

Las terapias que la especialista ha diseñado para cada una de ellas y los talleres que allí se imparten, han impulsado su desarrollo. En Alas y Raíces han cursado la educación básica y participado en distintos eventos, como pasarelas de moda y exposiciones fotográficas.

Gaby

“Es una niña muy noble, buena hija, buena hermana, le gusta mucho ayudar en todos los quehaceres de la casa, juega béisbol, estudió la primaria y la secundaria en El Paso, es muy amigable y le gusta bailar. Sueña con ser profesionista y con tener una familia”.

Maribel

“Es muy protectora de sus compañeros, es muy bien portada, es parte de la educación que ha recibido en casa, su mamá tiene un salón de fiestas infantiles y ella ayuda en todas las labores. Nunca pelea con sus compañeros”.

Anaís

“En estos 18 años ha sido mi mano derecha, ella todo lo sabe, todo lo puede, para sus compañeros es la niña más linda del mundo, es líder, los trae marcando el paso. Los conoce a todos, le ha tocado recibirlos y también perder a sus compañeros. Es excelente cocinera. Ha ganado concursos de danza folclórica y ha sido maestra de ceremonias. Es muy leal”.

Alas y Raíces 

A iniciativa de María Luisa Ojeda, Alas y Raíces se fundó hace 18 años en un terreno baldío y desolado. 

Hoy, el panorama ha cambiado. De contar con solo un salón, las instalaciones han crecido y actualmente hay diversos espacios para las clases, las terapias y la recreación.

De lunes a viernes, de 8 de la mañana a 2 de la tarde, se recibe a alumnas y alumnos que tienen edades entre los cuatro y los 50 años de edad.

“Todos conviven con todos, porque su edad mental no corresponde a su edad cronológica y están muy uniformes, la apariencia física es lo de menos”, indica Ojeda.

Las discapacidades que presenten son diversas. Hay síndrome Down, autismo, síndrome de Turner, disgenesia, parálisis cerebral, retraso psicomotor, microcefalia, entre otras.

En la estancia se imparte primaria y secundaria exclusiva para personas con discapacidad y al finalizar obtienen un documento oficial que ampara sus estudios.

No obstante, el trabajo no termina allí. Aunque los estudiantes lleguen a graduarse, continúan asistiendo.

“Gradúan de su escuela, pero no de su estancia diaria. La educación se adecúa al entorno en que se desarrollan”.

La especialista explica que el acompañamiento se brinda en todas las etapas. Quienes pasan de la niñez a la adolescencia empiezan a experimentar los cambios propios de ese periodo. También hay quienes cruzan a la edad adulta y tienen otro tipo de necesidades.

De ahí la importancia de la convivencia que se fomenta en Alas y Raíces, donde ellos se involucran en actividades que incentivan su desarrollo físico, intelectual y emocional.

“Aquí vienen, tiene amigos, hacemos concursos, festejos, nos metemos a la alberca, reímos”, dice Ojeda, llena de satisfacción.

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