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Es testigo diario de despedidas

El trabajo de Julio Villalba representa un reto emocional y físico, entre él y otros compañeros deben subir una rampa con los enfermos que trasladan, esos que antes debió recoger en su casa y vio como dicen adiós a su familia porque no saben si volverán a reunirse

Natalia Piña / El Diario

lunes, 22 junio 2020 | 17:01

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“Yo no vivo con mi familia, estoy en una casa aparte. Me aislé por el periodo de contingencia. Estar en contacto con ellos por teléfono o videollamada es algo alentador, saber que ellos están bien y que yo hago lo posible para que pase esta situación que estamos viviendo, es alentador”.

Julio Villalba

Camillero

Trabajar en los servicios de salud en estos tiempos no es nada fácil, menos si eres la primera persona que recibe a los pacientes con Covid-19 y la última que atestigua como éstos se despiden de sus familiares sin saber si volverán a verlos con vida algún día.

Ese es el difícil trabajo del joven camillero Julio Villalba, quien a sus 27 años ha tenido que lidiar con tristes escenarios en los que él tiene que separar a familias que se enfrentan a la incertidumbre, el miedo y la desolación que causa esta enfermedad. 

“La semana pasada, el miércoles, hubo una pareja adulta. Yo creo era una señora ya de la tercera edad, no recuerdo muy bien, creo tenía unos 80 años. Se acercó su pareja, su esposo, y estaban sus familiares ahí y fue el momento más emotivo para mí. Ver la despedida de esa pareja y no tener el acierto de si va a salir o no (…) Fue uno de los momentos más complicados, a mí me marcó esa imagen”, narra el también rehabilitador y enfermero con experiencia de seis años, a El Diario de Juárez.

Como camillero, además del ingreso de los pacientes al Hospital General, Julio realiza los traslados hospitalarios de las personas en el área de urgencias y se encarga de llevarlos a realizar sus estudios.

“El hospital nos proporciona el equipo. Entrando al área de urgencias nos ponemos una bata, nos colocamos unos guantes, cubrebocas, lentes y un gorro. En la parte de los zapatos también nos ponen unas botas”.

“Cuando ingresamos al área de donde se tratan pacientes con Covid-19, arriba de todo eso que ya traemos, nos ponemos el overol y luego otra bata, tres pares de guantes, otro gorro arriba del overol, la mascarilla y otro par de guantes”, explica.

El trabajo de Julio no sólo representa un reto emocional, sino también uno físico debido a que entre él, dos compañeros y tres enfermeros, tienen que subir una rampa a diario con las personas que trasladan. Sin embargo, Villalba asegura que lo más duro de su labor es, sin duda alguna, ver las despedidas de los familiares y sus pacientes.

“En lo personal para mi es algo complicado, porque siento el sentimiento que tiene el paciente de preocupación al no saber si se va a dar de alta a recuperar, o no”, expresa.

“Hubo una semana en la que también fue elevado el trabajo y esa parte también es un poco difícil físicamente, porque tenemos que subir y bajar la rampa. Siete pacientes subir y siete pacientes bajar. Trabajamos en condiciones muy difíciles, ya sea por el traje, que es protección, y uno sale del área de Covid bañado en sudor, cansado y deshidratado. Mientras estés en esa área no puedes tomar ni agua ni ir al baño por protección. Uno sabe, pero igual a veces la carga es más fuerte”, agrega.

Estar lejos para estar a salvo 

Para Julio su mayor preocupación son su hijo, de cinco años, y su madre. Por esta razón, tomó la dolorosa decisión aislarse y separarse de su familia hasta que él considere que sea seguro volver a verlos.

“Yo no vivo con mi familia, estoy en una casa aparte. Me aislé por el periodo de contingencia. Estar en contacto con ellos por teléfono o videollamada es algo alentador, saber que ellos están bien y que yo hago lo posible para que pase esta situación que estamos viviendo, es alentador”.

“Lo más que me ha afectado es no ver a mi hijo físicamente. Pero saber que está bien me da un poco de fuerza”, cuenta y agrega que una de las cosas que más lo entristecen, es que será la primera vez que estará lejos de su pequeño en su cumpleaños, ya que su hijo cumplirá seis años el próximo tres de julio. 

A pesar de todo esto, ¿qué lo motiva a continuar luchando contra el Covid-19?: “El servir a la comunidad”.

SIDE

La discriminación otro enemigo a vencer

Desde que iniciaron los contagios de Covid-19 en México, por todo el país se presentaron diversos casos de discriminación en contra del personal de la salud de parte de una minoría que ve a estos héroes como una posible fuente de contagio.

Como si no fueran suficientes los retos físicos y emocionales a los que se enfrentan los trabajadores sanitarios, han tenido que soportar agresiones, insultos, malos tratos y hasta se les ha negado el acceso a servicios esenciales.

No hace falta ver las noticias de otros estados del país para conocer este tipo de historias, en Ciudad Juárez también pasa. Julio lo ha vivido en carne propia y, aunque responde con empatía ante esta situación, acepta que la discriminación hiere y que es otro enemigo que tienen en común las personas que trabajan en el sector salud.

“Nosotros sabemos que traemos el uniforme y que (a las personas) les da miedo, pero tomamos todas las medidas precautorias para que no haya ningún contagio. A veces si se siente incómodo que se aparten de ti o no te quieran dar algún servicio por trabajar en salud”.

“Yo acudo a lavar mi ropa y mi uniforme porque no tengo lavadora ni secadora en mi casa y si me ha tocado que me discriminen. Por ejemplo, en un lugar donde se ofrece este servicio, una trabajadora se portó muy déspota, no quería brindarme el servicio, lo hizo muy a fuerzas”, dice con la voz entristecida. 

A pesar de esto, Villalba repite una y otra vez, de forma empática y humilde, que entiende que las personas reaccionan así por temor, pero que su intención no es causar ningún tipo de daño, que acudir a la lavandería es, como para cualquier otra persona, una necesidad. 

“Si se siente mal uno porque quieres ayudar a las personas y luego las personas, cuando piensas que te van a ayudar o a brindarte su servicio, al último no lo hacen de buena gana o te lo niegan. Sí es un poco difícil. Yo los entiendo por el temor, pero es un poco complicada la situación”, manifiesta.

Según una nota de una de las divisiones del medio BBC, publicada el pasado mes de abril, los expertos tratan de explicar estas reacciones de las personas hacia el personal de salud apuntando a dos cosas: las creencias y una irracionalidad para enfrentarlas.

"Ellos (el personal médico) simbólicamente representan la propia enfermedad y la cura. Entonces el terror que implica ese mal y estigma es incontrolable y genera las creencias más interesantes como proceso social", reflexionó María del Carmen Montenegro, de la facultad de Psicología de la UNAM, en entrevista con BBC.

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