El maestro sigue al frente

En una era en la que las nuevas tecnologías están presentes en casi todos los ámbitos de la vida, y que de igual forma se incorporan a los programas de enseñanza de manera acelerada, es importante proteger el aspecto sociohumanístico de la educación.

De esa manera lo consideró Raquel Bernal, rectora de la Universidad de los Andes, quien fue parte del panel ‘La universidad del futuro’, realizado durante el noveno Congreso Internacional de Innovación Educativa (CIIE) del Tecnológico de Monterrey.

En el lugar, junto con los rectores que conforman la Tríada -iniciativa de colaboración entre las tres universidades no gubernamentales mejor clasificadas en América Latina-, la primera rectora en la historia de esa universidad habló de neurociencia, de aprendizaje experiencial y del papel definitivo que tiene el profesor en el proceso de enseñanza.

“La tecnología nos va a ayudar a permitir hacer algunas de esas cosas más eficientes, pero sigo pensando que es el profesor el que tiene el papel preponderante en esto, tomando ventaja de lo que ahora sabemos de cómo la gente aprende”, expresó.

“Me gustaría pensar que luego sobre eso podemos construir un poco mejor de tecnología para apoyar mejor ese proceso, hacerlo más individualizado, respetando los tiempos de las personas que aprendemos distinto y que tenemos competencias distintas”.

Así, enfatizó que las nuevas tecnologías como la realidad aumentada, los campus virtuales en el metaverso y profesores con efecto holograma son herramientas útiles de la innovación educativa, pero se mostró preocupada de “cómo vamos a lograr proteger de este avance tecnológico tan voraz la formación que hacemos desde el punto de vista sociohumanístico”.

Sin dejar de lado el ángulo humano

Entonces, lanzó Bernal, ¿cómo lograr el balance entre ser más eficaces en la manera de enseñar y aprender, con las humanidades? 

“Nuestra misión nos convoca a formar ciudadanos integrales, que quizá son arquitectos, abogados, médicos, pero que son ciudadanos de una democracia en la que tienen que convivir y participar como ciudadanos que contribuyen y transformen”, apuntó.

“El reto más grande en este momento disruptivo que está viviendo el sector educativo es ese, el hecho de que vayamos hacia una tendencia en la que las universidades nos volvemos excesivamente profesionalizantes, enfocados en la competencia, y nos olvidamos de lo que en mi opinión es una de las tareas básicas de la universidad que es esa formación de ciudadanos que conviven en colectivo, que deben contribuir y transformar”.

Si bien es cierto que al estudiante se le prepara para ganarse la vida, dijo, es importante proteger el punto de vista sociohumanístico de la educación, que no es contradictorio con el resto.

“Pienso en el ciudadano global que estamos formando no para una comunidad pequeña sino para el mundo, que tiene que solucionar problemas globales que son complejos y que requieren interdisciplinariedad y que trabajemos colaborativamente”.

“Y combinado con ese acercamiento a la sensibilidad, a la cultura, al arte, que le permita ser un ciudadano empático, que transforma y contribuye. Es una inmensa responsabilidad”.

Innovación educativa no es sinónimo de tecnología

En el panel también participaron Ignacio Sánchez, rector de la Pontificia Universidad Católica de Chile, y Juan Pablo Murra, rector de Profesional y Posgrado del Tec de Monterrey.

Como parte de las reflexiones que hizo sobre la universidad del futuro, Sánchez señaló que la innovación educativa es un tema sistémico al interior de una universidad que debe abordar distintos aspectos.

“El primero es todo un análisis sobre el plan de formación general. Una cosa es formar en las disciplinas y otra de manera integral a personas para su vida futura. El segundo es la actualización de los currículos, no ganamos nada con implementar tecnología sino estamos poniendo en valor los nuevos currículos con una manera global para ver cuáles son los aspectos en el perfil de egreso que debemos considerar”.

Un tercer tema a considerar, dijo, tiene que ver con la innovación docente, y por último, la implementación de nuevas tecnologías.

“Y llego a esto después de lo anterior porque creo que es un error pensar en innovación y hacerlo sinónimo de tecnología. Las nuevas tecnologías tienen que aplicarse en la medida en que sean útiles a la meta que quiero lograr, y entonces las incorporaremos poniendo al estudiante en el centro, haciendo más activa la sala de clase, teniendo esta inversión donde hay un componente de diálogo, de preparación de las clases, haciendo énfasis en al presencialidad”.