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Salud

Sugieren cerrar duelos con cartas a difuntos

Los mexicanos, en general, no tenemos tanto miedo a la muerte sino al cómo sucederá

Eugenio Torres
Agencia Reforma

domingo, 31 octubre 2021 | 06:29

Tomada de Internet

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Ciudad de México.- Durante más de año y medio de pandemia, miles de personas han vivido pérdidas sin poder llevar a cabo las ceremonias tradicionales de despedida con familiares o amigos fallecidos. La tanatóloga Gaby Pérez Islas señala lo que sí se puede hacer para aceptar la muerte de su ser querido.

José padecía insuficiencia renal. Acudía al hospital para hacerse diálisis y tener seguimiento a su tratamiento. La última vez se internó con una aparente infección en las vías urinarias. En poco tiempo la enfermedad avanzó hasta convertirse en una septicemia que acabó con su vida en unas horas.

Por haber ocurrido durante la pandemia de Covid-19, no se le permitió a sus familiares entrar a despedirse del cuerpo y tuvieron que reconocerlo a distancia, a través de una ventana, para dar la autorización a la funeraria de cremarlo.

Esta historia la narra la tanatóloga Gaby Pérez Islas en su libro Cómo curar un corazón roto (Diana), publicado en una versión actualizada para celebrar su décimo aniversario.

Con la pandemia, dice la especialista en entrevista, no hemos podido realizar los rituales habituales para despedir a nuestros familiares y amigos fallecidos durante la crisis sanitaria.

"No ver el cuerpo de quien falleció puede hacernos alimentar la negación de lo ocurrido, no recibir el pésame, las flores, las palabras y lágrimas compartidas dejan una sensación de que esto en realidad no ha ocurrido", asegura.

Es muy duro para muchas familias no haber tenido la posibilidad de llevar a cabo un velorio normal. Un fallecimiento sin adiós es doblemente difícil de asimilar, agrega Pérez Islas, y es que los rituales ayudan a procesar lo ocurrido. La sensación de haber sido privados de todo ello nos enoja.

Además, agrega, el aislamiento ha impedido que recibamos el apoyo de familiares y amigos que normalmente nos sostienen en situaciones así.

Las etapas

Las cinco etapas del proceso de duelo --conocidas como etapas Kübler-Ross, por el nombre de la doctora suiza que es considerada la madre de la tanatología-- no se recorren de manera lineal, ni se pasa por ellas una sola vez, advierte la experta, quien ofrece consejería tanatológica tanto a personas en proceso de duelo como a enfermos terminales.

Es un ir y venir en cada etapa (negación, rabia, negociación, depresión y aceptación) hasta llegar a la última.

Sin embargo, durante la pandemia, la negación, en muchos casos se prolongó por mucho más tiempo, señala la también conferencista.

La negación se manifesta desde que rechazamos que podemos contagiarnos, añade, y, cuando hay alguien ya con el virus, se minimizan los síntomas. Cuando ya falleció una persona cercana a nosotros, nos cuesta creer que entró por su propio pie a un hospital y que en unos cuantos días nos lo regresaron cremado dentro de una urna.

No ver un cuerpo, no despedirse personalmente de alguien o velar un ataúd sellado puede hacer que la negación sea más fuerte, indica Pérez Islas.

En tanto, durante la etapa de la rabia muchas personas llegaron a enojarse con los hospitales porque estaban saturados o por sus reglas que nos impedían acercarnos a nuestros seres queridos.

También llegamos a enojarnos con la persona que enfermó y recriminamos con frases como: "es que no se cuidaba", "le dijimos que no saliera".

Otra emoción muy intensa que se ha vivido en la pandemia es la culpa: nos acusamos por no haber detectado a tiempo la enfermedad, agrega la especialista que imparte talleres sobre duelo en la República Mexicana y Estados Unidos.

Para lograr la aceptación en el proceso de duelo, recomienda llorar, hablar con un amigo y compartir los estados de ánimo, consolar y que nos consuelen.

Algo muy útil, detalla, es platicar con alguien que ha tenido una pérdida similar.

También escribir en una carta lo que se siente puede ayudar mucho. Expresar todo lo que se hubiera querido decirle a la persona fallecida, pero que las circunstancias no lo permitieron.

E incluso, podemos decir adiós a través de una visualización.

Los mexicanos, en general, dice Pérez Islas, no tenemos tanto miedo a la muerte sino al cómo sucederá: tememos una agonía prolongada o dolorosa.

El proceso para aceptar la muerte de un ser querido puede ser hasta de dos años, señala.

Ante la muerte de un amigo, un padre, un hermano o un abuelo la pérdida toma un año en sanarse. El primer año es como si hubiera pasado un tsunami. En el segundo comienza la reconstrucción.

Pero en el caso de la muerte de un hijo, un divorcio o la muerte de una buena pareja el proceso podría durar dos años.

¿El tiempo lo cura todo?

"¡No!", responde de manera enfática, la tanatóloga.

Y explica: como con los vinos, si las condiciones son adecuadas (en temperatura, posición, embotellado), el tiempo hace que un vino se añeje, tome cuerpo y alcance su mejor sabor, pero si las condiciones no son favorables y no esperamos a que el tiempo haga su magia, sólo obtendremos un vino rancio.

Es decir, debemos trabajar nuestro duelo. Convertirnos en nuestros mejores amigos y salir fortalecidos de este dolor, indica.

Un duelo es un encuentro con nosotros mismos y para ello necesitamos echar mano de todos los recursos interiores con los cuales podamos contar, menciona, sin olvidar comer bien, dormir lo suficiente y hacer ejercicio.

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