Opinión

Y… se abre el telón: ciudad en la era del Covid

¡Qué paradoja! Parece que no pasa nada, pero está pasando mucho

Elvira Maycotte
Escritora

miércoles, 08 abril 2020 | 06:00

¡Qué paradoja! Parece que no pasa nada, pero está pasando mucho. Es increíble que algo que no vemos, se convierta en la emergencia que nos obliga a replantear la evidencia que tenemos frente a nuestros ojos. Y es que así somos los humanos, solemos dar por verdaderas las teorías que se acomodan a nuestros estilos de vida y, además, hasta nos atrevemos a asegurar que es conveniente para todos.

Y así, sin ningún escrúpulo y creyéndonos revestidos por la sabiduría afirmamos que la ciudad es el mejor lugar para vivir, y que la vivienda es, por excelencia, el ámbito donde transcurren las mejores experiencias de las familias y se reproducen los valores y buenas costumbres. Y sí, de hecho, podemos aceptar estas aseveraciones como verdaderas, pero, ciertamente, no son toda la verdad. Tuvo que llegar algo llamado Covid-19 para ponerlo en tela de juicio.

Muchos con inclinación a observar los temas urbanos, hemos defendido algunas posiciones: aseguramos que vivir en la ciudad nos ofrece ventajas porque unos y otros obtenemos beneficios mutuos gracias al intercambio de bienes y servicios que ponemos a disposición de todos, aunque, cada vez con mayor frecuencia, la realidad nos mueve a considerar la anti-ciudad que cuestiona esta visión; en innumerables ocasiones hemos privilegiado el espacio público como el marco cuyas cualidades deben permitir el encuentro e intercambio de las personas; también nos ha dado por exaltar las ventajas de una ciudad densa como sinónimo de eficiencia urbana… Tan contentos estábamos con la mirada en alto para encontrar argumentos para hacer más sólidas nuestras teorías, que no nos dimos cuenta de que una minúscula piedrita en el camino, invisible a nuestros ojos, nos haría voltear hacia otras visiones y, más aún, hacia la historia: no es la primera vez que temas de salud hacen necesario replantear la planeación urbana.

Resulta que hoy nos encontramos con muchas preguntas por responder: ante la presencia del Covid y su carácter mayormente urbano ¿son las ciudades el mejor lugar para vivir? ¿la ciudad se ha convertido en zona de peligro? Ante el riesgo del contagio ¿la comunicación virtual sustituirá el contacto social cara a cara? ¿el espacio público, siempre privilegiado como el ámbito de la vida social, será ahora estigmatizado como el lugar donde tiene lugar el “urbicidio”? Al desaparecer el espacio público ¿qué pasará con la economía basada en el comercio informal? ¿Cómo habitaremos una ciudad solo vista de lejos pero no caminada ni experimentada? ¿Cómo será la ciudad que se montará sobre la que ahora conocemos? ¡Qué incertidumbre! Nos hemos esmerado en entender la vida tal como ahora se da, hoy todavía no logramos descifrarla, y ya tenemos frente a nosotros panoramas ¡que ni siquiera podemos imaginar!

Así, la ciudad, la expresión por excelencia de la vida en el mundo actual se ha convertido en el campo de batalla donde lo que se desea es romper la hasta hoy ansiada interacción con otras ciudades y, ¡lo inaudito! se ordena a sus habitantes que se aíslen. Las definiciones naturalmente aceptadas están en conflicto... se tambalean, y nosotros junto con ellas.

Entonces, estamos frente a escenarios en los que solo sobrevivirán aquellos que se adapten a las nuevas realidades. Ahora sí que ser resiliente no es opcional: no hay de otra para hacer frente a las crisis desconocidas y nuevos estilos de vida que seguramente nos desconcertarán. ¿Hasta cuando debemos ver a otro como potencial atacante de mi integridad física? No los sabemos ¿Cómo se reconfigurará el espacio público? Ni idea tenemos ¿seguiremos defendiendo la ciudad densa y en altura a pesar de las contraindicaciones que supone? Habremos de replantear ¿Cómo haremos para que la pandemia no impacte de manera diferenciada entre quienes nos quedamos en casa y quienes necesariamente deben salir de ella? ¿Cómo hacemos para que el trasporte público no sea uno de los principales focos de contagio, pero, a la vez, sea un riesgo que la mayoría de los juarenses ineludiblemente tiene que tomar? ¿Cómo viviremos una ciudad que nos acecha y no entendemos? Lejos estamos de la respuesta, pero, aun cuando no sea el más cómodo, si por algún camino debemos transitar, éste será el que privilegie la seguridad comunitaria aún sobre las libertades personales.

De la vivienda hablaremos más adelante…

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