Opinión

Visiones distintas; resultados distintos

No hay duda alguna que el presidente de la república, Andrés Manuel López Obrador, tiene visiones muy distintas...

Francisco Ortiz Bello
Analista

domingo, 05 abril 2020 | 06:00

No hay duda alguna que el presidente de la república, Andrés Manuel López Obrador, tiene visiones muy distintas en temas económicos, sociales, políticos y hasta humanitarios, en relación con una gran parte de los sectores sociales en México, muy distintas, y está bien, no todos tenemos que pensar igual, de eso se trata la pluralidad política y la democracia, pero en temas de bienestar social, del bien común, no deben existir los dogmas ideológicos sino únicamente el beneficio real de las mayorías, nada más.

La postura presidencial, reiterada hasta la necedad como el mismo jefe del Ejecutivo federal lo ha reconocido expresamente (“Ya saben que soy terco, aferrado y que no me muevo de lo que digo”, dijo él mismo en una mañanera), en el tema de la pandemia del Covid-19 y la estrategia para enfrentarla de mejor manera es el ejemplo más claro e ilustrativo de esta diferencia de visiones y de posturas.

Mientras en la casi totalidad de países del mundo afectados por el virus, han optado por la ortodoxia médica, clínica, científica y de investigación, dejando de lado por completo cualquier postura o toque político, en nuestro país se ha decidido por una conducción política, cuasi absoluta, ante una condición de emergencia sanitaria que nos empieza a rebasar.

Afirmo lo anterior desde una visión distinta a la del presidente, por supuesto, pero no por distinta menos válida o irrelevante. No porque sea el presidente de México su visión debe prevalecer por sobre la de los demás per se, y menos cuando podemos observar con claridad la enorme diferencia entre lo que se hace aquí en nuestro país, y lo que se ha hecho en otras latitudes del mundo con buen éxito, y menos aún cuando podemos darnos cuenta que se acerca la etapa severa de propagación de virus y advertimos demasiados puntos vulnerables en los sistemas de Salud nacionales y estatales.

Lo que aquí expongo, como fronterizo, como juarense, es una visión claramente influenciada por la prevalencia de actividades, forma de vida y dinámica económica de una región binacional cuyos factores sociales, políticos y económicos no se parecen en nada a los del resto del país, hacia el sur. Condición que no aparece por ningún lado en las valoraciones del gobierno federal en su planteamiento de resolución a la crisis sanitaria.

Los gobiernos de Chihuahua, en nuestro caso el estatal y el municipal, han tenido que enfrentar prácticamente solos esta emergencia de salud. Abandonados por completo a su suerte, a su precariedad financiera y a sus propios esfuerzos, olvidados por completo de la Federación no obstante, por ser un asunto de salud pública y una pandemia, la principal responsabilidad recae en el Gobierno de la República. Parece que se les ha olvidado eso.

A pesar de que en Chihuahua contamos con la representación directa del presidente de la República, en la figura del delegado para Programas de Bienestar Social, Ing. Juan Carlos Loera de la Rosa, éste ha preferido mantenerse alejado lo más que puede de espacios, tribunas y medios de comunicación para afrontar la situación en nuestra entidad y en nuestra frontera, publicando en sus redes sociales de todo, menos de lo que en estos momentos apremia a los chihuahuenses, a los juarenses, como si tuviera temor de entrarle al tema.

Esta ausencia marcada de la autoridad federal en Chihuahua ha propiciado que el alcalde Cabada o el gobernador Corral asuman el liderazgo ante la crisis, un liderazgo que, claramente, debería estar encabezando el gobierno federal en la persona de Loera de la Rosa y que, parafraseando al mismo presidente López Obrador: “En política, no hay vacíos de poder, se llenan, cuando quien debe ocuparlos no lo hace, otros los llenan” (lo dijo en una de sus mañaneras), además de ceder cómodamente ese espacio a las autoridades locales, ha propiciado también la incertidumbre, la falta de certeza en muchos temas que preocupan y ocupan a los chihuahuenses, a los juarenses.

Es precisamente este razonamiento el que justifica la diferencia de visiones. El presidente López Obrador tiene derecho a sus distintas visiones de las cosas, en su calidad de político, de ideólogo, pero en su calidad de presidente de todos los mexicanos tiene la obligación –legal y moral– de atender y escuchar las distintas visiones de las diferentes regiones del país, aunque no coincidan con la de él. Nosotros, como chihuahuenses, como fronterizos, también tenemos todo el derecho a tener nuestra propia visión de los asuntos que no necesariamente va a coincidir con la del presidente.

Y ahí es en donde la figura de Loera de la Rosa cobra una relevancia especial. O debería de tenerla, porque al ser fronterizo, al ser juarense, su extrema cercanía con el presidente López Obrador debería de ser nuestra mejor fortaleza en ese tema. Pero, al parecer, no lo es.

Como juarense de nacimiento, Loera conoce a la perfección la dinámica fronteriza y la enorme afectación económica que se producirán en Juárez, y en general en la región binacional, como resultado de las necesarias medidas adoptadas por la contingencia de salud; también conoce a la perfección las enormes deficiencias de un sistema de salud estatal, debilitado y saqueado desde hace muchos años; conoce como nadie el enorme daño que se va a ocasionar a los miles y miles de pequeños y medianos empresarios (él es uno de ellos) que no tendrán cómo salir adelante luego de que la crisis sanitaria termine; por eso, y por muchas otras razones, en estos momentos el delegado especial para Programas de Bienestar Social del Gobierno de la República en Chihuahua, debería de ser nuestra mejor fortaleza. Y no lo está siendo.

Pero, volvamos a las visiones distintas. En Chihuahua, particularmente en Juárez, la economía se mueve fundamentalmente alrededor de la actividad maquiladora, la industria de la transformación, situación que no fue considerada en modo alguno dentro del acuerdo del Consejo General de Salubridad del pasado lunes en la CDMX que literalmente paralizó medio país, ya que algunos de los giros o clasificaciones de la industria maquiladora quedaron dentro de las actividades esenciales, pero otros no, siendo que todos están relacionados entre sí, ya sea por proveeduría o venta directa, lo que generó aquí un mar de confusiones entre directivos, líderes sindicales y trabajadores de esta industria sin que hasta el momento exista una definición o precisión, en ese sentido, por parte del Gobierno federal, pero que mantiene una alto grado de inestabilidad laboral en ese sector en estos momentos.

Una vez más, la imposición de medidas unilaterales, carentes de fundamento y análisis informado, desde el centro del país, sin considerar adecuadamente las condiciones y características propias de cada región. Y quizá ese sea el mayor reclamo de diversos sectores sociales en México al presidente de la República, su falta de empatía con cada uno. No todos necesitan lo mismo, y no todos son lo mismo.

El jefe del Ejecutivo federal mete en el mismo costal igual a grandes empresarios e inversionistas que efectivamente, en el pasado, medraron junto con el poder político, y a pequeños y medianos empresarios que toda la vida han sido el motor de la economía y el empleo en México, pagando puntualmente sus impuestos; también mete en el mismo costal temas de corrupción política, economía, salud y sociedad, creando confusión y divisionismo en la población; mete en el mismo costal igual a Campeche, la Ciudad de México, Chihuahua o Baja California, cuando existen diferencias sustanciales entre cada región.

En Ciudad Juárez, tres semanas antes que las instancias estatales y federales, el presidente municipal Armando Cabada convocó a una reunión urgente a los liderazgos de la ciudad. Representantes de todos los sectores. Dirigentes de agrupaciones empresariales, de asociaciones de profesionistas, de iglesias de distintas religiones, rectores de universidades, autoridades de El Paso, directores de hospitales, funcionarios estatales y federales, siendo en el marco de esa reunión, que a la postre se convirtió en mesas interinstitucionales de trabajo que sesionan cada tercer día, es que se tomaron las mejores medidas y acciones inmediatas. Cabada pudo hacer lo mismo que López Obrador, tomando medidas unilaterales bajo su propio criterio, pero prefirió el camino del consenso, del análisis multidisciplinario, del liderazgo social.

En resumen, eso es lo que necesitamos en estos momentos en México. Un jefe de Estado que deje de lado sus muy particulares prejuicios y visiones de las cosas, que asuma la enorme responsabilidad que tiene en estos instantes cruciales para la vida del país. Un presidente que se convierta en el líder de todos los mexicanos, de todos. Un líder que no divida, que sume; un líder a la altura de las circunstancias.

Notas de Interés

close
search