Opinión

Violencia en Chihuahua: Sin inteligencia alguna

No obstante el paso de tres administraciones estatales, dos emanadas del PRI...

Luis Javier Valero Flores
Analista

jueves, 12 diciembre 2019 | 06:00

No obstante el paso de tres administraciones estatales, dos emanadas del PRI, (Reyes Baeza y César Duarte) y la actual, Javier Corral, del PAN, y las federales correspondientes, la del panista Felipe Calderón, el priista Enrique Peña Nieto y la actual, de López Obrador, Chihuahua se ha mantenido en los primeros lugares nacionales en el número de homicidios.

En el período 2008-2012 se mantuvo entre los tres primeros, y por largos meses, Chihuahua y Juárez estuvieron entre las ciudades más violentas del planeta.

Mas aun, en el período 2015-2019, Chihuahua permaneció entre las cinco entidades con mayor número de homicidios. Junto con el Estado Grande aparecen Guanajuato, Baja California, Guerrero y Michoacán. Las cinco concentraron, en promedio, el 34.9 por ciento de las víctimas de homicidio doloso a nivel nacional.

En esos años, alguna de las otras entidades no se colocaba en esa posición pero, permanentemente, Chihuahua estuvo dentro de las cinco entidades con mayor número de víctimas de homicidio doloso.

Cosa semejante ocurre en el presente año. 

Tomando como base el “Informe de Seguridad Pública” presentado por la presidencia de la República el 14 de octubre pasado, esas mismas entidades concentraron el “41.5 por ciento de los homicidios dolosos registrados desde diciembre de 2018 a agosto de 2019: Guanajuato (9.2 por ciento), Baja California (9.1 por ciento), Estado de México (8.9 por ciento), Jalisco (7.2 por ciento), y Chihuahua (7.2 por ciento)”. (Nexos, noviembre 2019, La geografía de la violencia homicida en México 2015-2019. Fausto Carbajal Glass).

Es decir, en lo que va de este año, aumentó la incidencia homicida en ellas al pasar del 34.9 al 41.5 por ciento del total de homicidios en el país. 

La concentración de la violencia abarca a solamente 10 estados, los ya mencionados y, además, Jalisco, Edomex, Veracruz, CDMX y Puebla. Juntos, concentraron, hasta septiembre del presente año, el 66.3 por cienti de los homicidios.

Más. Chihuahua, Guerrero y Michoacán aparecen recurrentemente entre las entidades con el mayor número de homicidios.

Las preguntas saltan a la vista ¿Por qué razón, si cinco entidades concentran poco más de la tercera parte de los homicidios en el país, no se ha aplicado una estrategia especial para detectar las causas y, por consiguiente, atacarlas?

¿Quién puede explicarnos la razón por la que en Chihuahua, si permanentemente ha permanecido, desde 2008, en esos sitios de criminalidad, no se ha lanzado una operación especial, global, multidisciplinaria, con la consiguiente aplicación de todas las estrategias,  derivadas del arsenal proporcionado por la inteligencia, para desarticular las redes criminales?

Sorprende saber la elevada concentración del número de homicidios y no se hayan puesto en marcha las medidas, en las 10 entidades con mayor concentración, que harían disminuir el total de las cifras en el ámbito nacional, si sólo pensáramos en las frías estadísticas, pero que traducidas a la cantidad de dolor que nos hubiésemos ahorrado, adquieren dimensiones de una irresponsabilidad criminal que, a partir del juicio en contra de “El Chapo” Guzmán, y ahora con la detención de Genaro García Luna, la conoceremos en toda su dimensión.

Indudablemente que la violencia homicida es producto de las dinámicas específicas de cada entidad, de sus situaciones geográficas y de la posición que los grupos criminales le otorgan a cada una en las rutas del crimen, pero el análisis de todas esas variables nos llevan a una escalofriante consideración: Los gobernantes chihuahuenses en esos periodos no supieron –¿o no quisieron?– poner en práctica las estrategias policiales y de combate al crimen que pararan el baño de sangre en nuestra entidad.

Hay un dato que nos debiera estremecer: durante unos cuantos meses, los presuntos jefes de los dos grupos criminales más poderosos, Joaquín “El Chapo” Guzmán, del Cártel de Sinaloa, y Vicente Carrillo, del Cártel de Juárez, estuvieron recluidos en el mismo penal.

Sus grupos protagonizaron la guerra más sangrienta del período 2008-2012 en el país. No obstante estar recluidos, el baño de sangre y el flujo de drogas al norte continuaron como si no pasara nada.

¿Por qué no se desarticularon las redes criminales, las financieras y las logísticas de sus grupos; porqué no disminuyeron los hechos violentos?

Algunas respuestas a tales cuestionamientos nos proporcionará García Luna en el proceso que enfrentará, tema que abordaremos el domingo.

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