Opinión

Vaquita etiquetada

Quiero confesar un pecado

Sergio Sarmiento

miércoles, 21 agosto 2019 | 06:00

Ciudad de México.- Quiero confesar un pecado. Tengo en casa una pecera con Vaquitas, unas pequeñas tabletas de chocolate de apenas 4 x 2 centímetros y 4.5 gramos. Sé que tienen azúcar y grasas, que las buenas conciencias me dicen no son buenos para mi salud, pero me gusta disfrutar una de vez en cuando, usualmente después de comer y antes de un espresso. En el frente de la etiqueta veo que cada una contiene 21 kilocalorías. No es mucho, quizá, pero es equivalente a medio tomate bola que seguramente es más nutritivo. Antes del café, sin embargo, prefiero un chocolate en vez de medio tomate.

Puedo saber cuántas kilocalorías tiene mi Vaquita, y tomar mis propias decisiones, porque México ha sido precursor de un etiquetado frontal informativo y transparente en productos alimenticios. La mayoría de los países no tienen reglas obligatorias de etiquetado frontal, ni siquiera Estados Unidos o Europa. Hoy, sin embargo, los políticos mexicanos, en su constante afán de considerar a los consumidores como imbéciles incapaces de tomar sus propias decisiones, quieren imponer un nuevo etiquetado opaco y tramposo, cuyo único propósito es asustar a los consumidores para que no coman alimentos procesados.

Estos políticos, impulsados por grupos radicales que se oponen a la libertad de los consumidores, buscan llenar todos los paquetes con advertencias de gran tamaño sobre excesos de calorías, sal, azúcares añadidos o grasas saturadas. Estas advertencias, que se colocarían por igual en paquetes con medidas y contenidos muy diferentes, reemplazarían la información precisa del actual etiquetado frontal. 

Una barra de amaranto con pasas de 40 gramos y 150 kilocalorías tendría las mismas advertencias de "Exceso de calorías" y "Azúcares añadidos", además de un cintillo de "Evitar consumo excesivo", que una barra de amaranto con chocolate de 70 gramos y 284 calorías. Una de avena de grano entero con relleno de fruta de sólo 90 kilocalorías, muy inferior a lo habitual, llevaría tres sellos de advertencia y el cintillo. Un paquete de tres tostaditas horneadas de maíz blanco de 18 gramos y sólo 72 kilocalorías, esas Salmas que nos dan con el caldito de pollo cuando estamos a dieta o con el estómago delicado, tendría dos pegotes de advertencia y el cintillo amenazador.

Este etiquetado eliminaría la motivación de la industria para generar productos con menos calorías, grasas o azúcares. Si una tostadita de maíz de 20 kilocalorías tendrá el mismo trato que una barra de chocolate de 284, ¿para qué esforzarse por desarrollar productos con menores niveles de azúcar o de grasas?

Chile tiene un etiquetado similar al que están proponiendo nuestros políticos. En los primeros meses las advertencias generaron miedo y disminuyeron el consumo; algunos de los productores más pequeños tuvieron que cerrar y despedir a sus trabajadores. Después, cuando la gente se habituó, el consumo regresó a sus niveles anteriores. No hay indicios de que haya bajado el sobrepeso. En México ocurrirá lo mismo porque el etiquetado sólo castiga a los productos procesados, pero no se mete con las garnachas, las tortas, las frituras o los atoles.

Yo, por lo pronto, exijo a los políticos que me dejen comerme en paz mi Vaquita de 21 kilocalorías. El que quieran ocultar esta información en una advertencia que diga que mi chocolate es peor que una torta de tamal de 400 kilocalorías no sólo es una gran mentira sino una artera agresión.   

Pleito gratuito 

Ricardo Monreal demostró su fuerza al destronar a Martí Batres de la presidencia del Senado. Pero la victoria le puede salir cara a él, al ganarse gratuitamente a un enemigo, y a Morena, que busca consolidarse como el partido hegemónico de la Cuarta Transformación.

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