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Opinión

Un respiro

Al momento en que nos referimos al llamado a cuidarnos, a quedarnos en casa, hablamos también de quienes dependen de que la gente acuda a sus negocios

Yuriria Sierra
Analista

viernes, 30 julio 2021 | 06:00

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Ciudad de México.- Conducir un noticiario de televisión a veces puede ser emocionalmente agotador. Información a bordo de una montaña rusa. Noticias que van de las buenas, las positivas, las que inspiran, a las que provocan un enorme hueco en el estómago, como son las que evidencian violencia e indolencia de las autoridades. Por eso también en los últimos meses, en estos en que la pandemia ha llenado nuestras conversaciones con un único tema, hemos apelado más que nunca a aquellas que nos llenen de entusiasmo, porque ha sido, es, difícil vivir en esta época de gran contradicción e incertidumbres tantas.

Nos pasó el miércoles: al momento en que nos referimos al llamado a cuidarnos, a quedarnos en casa, hablamos también de quienes dependen de que la gente acuda a sus negocios. Tan importante es hoy hacer ambas cosas. Mencionamos lo que pasa en el Estado de México. A tianguis y mercados de la zona de Ecatepec, las familias acuden como si la pandemia no existiera: en grupo y sin cubrebocas, pero en otro punto de la entidad, en Toluca, los comerciantes piden a la gente que asista a la Central de Abasto, pero que lo hagan siguiendo todas las medidas sanitarias. Sus productos, los perecederos, tienen una vida útil de solo dos días, después de eso no solo es desecho, sino también una pérdida económica. Qué vital es hoy quedarnos en casa, pero también qué necesario y urgente es ayudar a que, quienes no pueden parar, tengan una forma de subsistir. ¿Qué hacer cuando no existe un punto de encuentro posible que nos haga sentir satisfechos?

Ha sido inspirador ver cómo los jóvenes han respondido al llamado de las autoridades para recibir su vacuna contra Covid-19. Si algo nos hizo creer que serían los más renuentes a vacunarse, lo que ha sucedido en algunos puntos del país, como Nuevo Laredo, Aguascalientes o la CDMX, ha revitalizado el entusiasmo: nos ha servido para alimentar la idea de que somos más quienes estamos dispuestos a hacer lo posible porque este momento histórico acabe pronto. Los antivacunas existen, por fortuna son los menos. Los funcionarios que no entienden siguen teniendo micrófono a la mano, también ahí están, pero somos más quienes cuestionamos sus fallidas decisiones. 

Dieciséis meses ya de esto. Cuánta tristeza ha estado cerca. Desde los que han vivido la tragedia de cerca, la pérdida de un ser querido, de un negocio, su trabajo, sus certezas, por pocas o muchas que estas fueran. Aunque todos sufrimos los efectos que llegaron con el encierro: sin posibilidad de salir y disfrutar una cena con amigos, un trago y, ya ni decir, de una fiesta. Y a esto hay que agregarle las condiciones personales de quienes están a nuestro alrededor y el esfuerzo que implica entender que todas estas condiciones importan, que ninguna sobresale por encima de otra, y que es este acto de empatía el que nos permite llevar a buen término un día más. Un día a la vez, pareciera el mantra para la salud mental de todos. 

Porque hoy, más que nunca, es menester mantener a salvo la salud mental y emocional, porque todos, indudablemente, hemos perdido a ratos ese equilibrio que le da ritmo a nuestra vida.

El miércoles registramos casi 20 mil nuevos contagios en un solo día, una cifra tan terrible como aquellas que ensombrecieron nuestro invierno. México no ve cercano el fin de la pandemia, pero ya quieren obligar a los menores a regresar a las aulas. ¿Cómo vamos a reincorporarnos a la “normalidad” si ni siquiera hemos logrado entender este momento? 

Hay días que solo alcanzan para las preguntas y para sentarse junto a la ventana y ver la lluvia como único respiro.

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