Opinión
jueves, 10 octubre 2019 | 06:00
El presente mes de octubre suman ya 18 años de la muerte de Digna Ochoa, abogada de los más débiles, defensora de los derechos humanos y asesinada impunemente en el Distrito Federal en el 2001.
Desde hace siete años conocí su caso y me impactó de tal forma que desde entonces dedico en este mes un escrito para ella, honrando su memoria y contando su historia.
Digna fue la quinta de 13 hijos, proveniente de una familia humilde en el estado de Veracruz, donde su padre Eusebio Ochoa López, líder obrero de la región, la inspiró a estudiar la carrera de Derecho, pues de niña escuchaba que su propio progenitor y los compañeros de este, siempre necesitaban abogados para defender causas laborales en la azucarera que trabajaban.
Recién graduada comenzó a asesorar personas de escasos recursos e ingresó al Centro de Derechos Humanos Miguel Agustín Pro Juárez donde inmediatamente tomó casos delicados de gran relevancia en los que estaban involucrados el Ejército y diferentes cuerpos de seguridad pública.
Casos como los civiles detenidos por ser presuntos zapatistas en 1995, además del caso de Aguas Blancas en Guerrero, de la masacre en Acteal, Chiapas (1997), y el de los ecologistas guerrerenses presos Rodolfo Montiel y Teodoro Cabrera le valieron sus primeras amenazas de muerte, mismas que denunció ante la autoridad competente y que nunca fueron atendidas en investigación.
Lo anterior sumado a la firme y constante lucha por justicia en distintas instancias, incluso internacionales.
La más grande ironía es que lo que le ganó reconocimiento en diversos países, en México le significó una muerte violenta con un disparo en la cabeza y otro en la pierna izquierda, además de una nota donde amenazaban a sus compañeros del centro derecho humanista que lo mismo podría ocurrirles a ellos, a parte de una investigación de la Procuraduría del Distrito Federal quien dictaminó burdamente que su muerte, aun con los elementos anteriormente narrados, se trataba de un suicidio.
A casi dos décadas de distancia, el caso fue cerrado con esa última teoría, hoy lamentablemente seguimos contando historias similares de activistas que han sufrido las consecuencias de almas valientes, como la ejecución extrajudicial de Meztli Sarabia Reyna, hija del luchador social poblano Rubén Sarabia “Simitrio”, Marisela Escobedo en el estado de Chihuahua, entre otros muchos casos que tristemente pasan desapercibidos para la sociedad que no conoce la noble lucha de estas heroínas sin capa, pues igual que un guerrero solitario libra una intensa batalla contra una bestia mítica en un cuento medieval, así el abogado y el activista luchan incansablemente en los tribunales defendiendo la justicia y la dignidad de todos con su única arma que es la ley.
Otra gran mujer que por cierto será homenajeada en el Senado de la República con la medalla Belisario Domínguez es doña Rosario Ibarra de Piedra, incansable luchadora social, dedicada en las últimas cuatro décadas a la defensa de los desaparecidos, de los perseguidos y exiliados políticos. Una mujer que a fuerza del dolor de perder a su hijo se convirtió en estandarte y escudo de miles de familias en Mexico que no encuentran a sus familiares. La desgracia ha marcado a estos personajes, pero la entereza de su alma las ha hecho pasar a la historia y ser ejemplo para nuevas generaciones.
Fijar una postura frente a temas que han acaparado personajes mezquinos y poderosos con el perverso fin de enriquecerse a costa del ignorante o descamisado siempre exige valentía, arrojo, entrega y empatía, por eso debemos nombrarlas, recordarlas, honrarlas, así como tambien nos corresponde apoyar irrestrictamente las acciones de quienes apuestan todos los días por la justicia y la defensa de los derechos humanos, ya que sin estas personas los cambios estructurales en las libertades del ser no existirían, así de simple.
Hoy cuento la historia de Digna Ochoa para que no sea olvidada y sirva de ejemplo para las nuevas generaciones, esta mujer que dignifica la más noble de las profesiones y engrandece no sólo a los abogados y abogadas en el mundo, sino al activismo social con la trayectoria de su vida.
Sirva la presente como un humilde homenaje para ella y todos aquellos que desde sus trincheras se despojan del ego personal y anteponen la vida misma por defender el derecho a vivir con el respeto, la integridad y el decoro que nos merecemos todos. Gracias por leer, yo soy Daniela González Lara.