Opinión

UACJ: hacia una vida libre de violencia

Días, meses, años de violencia e indignación

Lourdes Almada Mireles
Analista

viernes, 24 mayo 2019 | 06:00

Días, meses, años de violencia e indignación. La violencia de género sigue creciendo y se expresa de múltiples maneras. En los días pasados se hizo pública la denuncia en la que una maestra universitaria acusa a cuatro profesores de violación tumultuaria. Algo se debate en mí. Por una parte sé que la maestra que fue víctima había decidido no hacer pública su denuncia, por lo que la información publicada en los medios es una falta grave de la autoridad responsable de garantizar su seguridad y protección. Esta transgresión vulnera sus derechos. No es la primera vez que eso ocurre y habría que proceder contra quienes utilizan o difunden información de las carpetas de investigación que tendría que mantenerse en absoluta secrecía.

Por otra parte, siento la responsabilidad y la exigencia de pronunciarme, de solidarizarme, de hacer algo para que situaciones como ésta no vuelvan a ocurrir. Reconozco la valentía de esta mujer, que a pesar del miedo y las dificultades de un sistema que en muchos casos no garantiza los derechos de quienes son víctimas, se atrevió a denunciar. Ha hecho bien la autoridad universitaria al ofrecer apoyo a la maestra y al exigir una investigación clara y eficaz. Pero es necesario mucho más. Llegar a situaciones tan graves como ésta requiere previamente muchas formas de aceptación y normalización de la violencia hacia las mujeres.

No he querido pensar mucho, pero no he podido dejar de preguntarme, si existen en nuestra universidad profesores capaces de dirigir tal violencia a una colega, cómo es la relación con las alumnas, cómo es el trato de profesores como ellos cuando media una relación asimétrica de poder como la de maestro-alumno.

Aunque no es una problemática exclusiva de la UACJ, estas violencias requieren ser atendidas en ella de manera urgente. En términos generales, el acoso y el hostigamiento sexual hacia estudiantes por parte de profesores ha sido minimizado y la revictimización de quienes sufren tales agresiones es frecuente, por lo que la denuncia se encuentra inhibida, pues no existe la confianza de que serán debidamente atendidas, que no habrá represalias para quienes tienen la valentía de hacerlo y que se sancionará a los responsables.

Hace un mes, en las actividades que se realizaron durante el paro activo promovido por las y los estudiantes después del feminicidio de Dana Lizeth, se abrieron importantes espacios de denuncia y propuesta. En diferentes foros, alumnas de diversos programas y grados fueron explícitas sobre las situaciones de acoso y hostigamiento de que han sido víctimas por parte de profesores. Se requieren, sin duda, acciones en varios ámbitos. Si bien, es urgente un protocolo de atención a casos de acoso, hostigamiento y violencia hacia las mujeres en el ámbito universitario, es doblemente necesario desarrollar acciones dirigidas a la prevención y a la generación de relaciones de respeto que permitan una universidad libre de violencia.

Como afirmó Paty Hernández hace unas semanas en un medio local, “sabemos que un protocolo por sí solo no puede conseguir cambios en estructuras institucionales profundamente sexistas; se requiere un proceso amplio de sensibilización y diálogo entre los y las universitarias, que impulse y cimiente nuevas prácticas”.

La actual administración universitaria tiene la posibilidad de hacer la diferencia, de romper los pactos de impunidad con que se ha abordado el tema. Tiene la oportunidad de sentar precedentes, de generar acciones basadas en una voluntad fuerte y verdadera de cambiar el estado de las cosas. Estoy segura de que un amplio sector de la comunidad universitaria respaldaría sus acciones y estaría dispuesto a participar. Yo sí espero que algo sea diferente después de estos hechos y que nuestros (as) líderes universitarios se comprometan con responsabilidad y coraje.

Muchas y muchos docentes y estudiantes estamos dispuestos a trabajar para hacer de nuestra universidad un espacio libre de violencia y en el que la equidad de género sea una realidad.

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