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Opinión

Tuaripa

En Tuaripa conviven alrededor de 40 familias entre pobladores originarios y chabochis, como llaman a los mestizos en el dialecto rarámuri

Juan Carlos Loera de la Rosa
Empresario

domingo, 09 agosto 2020 | 06:00

Río Tuaripa es una pequeña comunidad del seccional de Baborígame del municipio de Guadalupe y Calvo, colindante con el municipio de Guachochi; en Tuaripa conviven alrededor de 40 familias entre pobladores originarios y chabochis, como llaman a los mestizos en el dialecto rarámuri. Hace unos meses esta pequeña localidad se dio a conocer a través de las redes sociales por medio de una publicación en la cual una maestra solicitó apoyo para la escuela de esta comunidad; por cierto, este plantel sirve también de albergue para algunos de los niños que toman clases en la modalidad de multigrado; hoy hemos venido para entregar las becas a los estudiantes de dicho plantel.

La escuela es el centro geográfico y el alma de la comunidad, si giramos alrededor de ella podremos observar la extraordinaria belleza natural de nuestra Sierra Tarahumara de allí se divisan solamente unas cuantas viviendas que son las que forman parte de este hermoso lugar. Tuaripa es de los lugares de la sierra en donde las familias de la etnia rarámuri aún conservan características seminómadas ya que arriban y se establecen allí durante algunos meses del año debido a que el calor durante la época de verano es extremoso y ello los obliga a migrar temporalmente a la parte más alta de la sierra donde el clima es mucho más favorecedor. Gracias al gran conocimiento que tienen de la geografía serrana es que pueden tener tal movilidad, esta etnia rarámuri se caracteriza por la cohesión familiar, ya que las migraciones suelen hacerlas familias enteras, aunque debo decir que algunas optan por dejar a los menores encargados con mujeres de la misma etnia. Durante su estadía temporal en esta parte alta de la sierra los pobladores originarios aprovechan para la siembra del maíz que constituye su principal alimento; la mayoría de ellos han habilitado cuevas como viviendas temporales para resguardarse.

El estilo de vida, a pesar de la ausencia de las comodidades de la modernidad es envidiable, la pureza del aire, el agua diáfana que corre por el río, la flora, la fauna y la belleza de este apacible lugar suscitan una profunda sensación de paz y comunión con la naturaleza, la reflexión nos lleva a concluir que los requerimientos básicos de supervivencia del ser humano para vivir con felicidad no necesitan de la tecnología tan avanzada que caracteriza a las grandes zonas urbanas.

Desde luego que la gran riqueza natural enmarcada en Tuaripa, combina perfectamente con la cultura y tradiciones de la etnia rarámuri, todo es sencillo y tranquilo, la vida corre sin prisas; pero eso no significa que la gente de Tuaripa no tenga necesidades, por supuesto que tiene carencias y yo sigo sosteniendo que las más importantes de ellas son la educación y la salud, éste es un compromiso ineludible del Gobierno federal que se está atendiendo con especial interés, atender estos dos aspectos fundamentales es determinante para el buen desarrollo de la comunidad, entendiendo la palabra desarrollo en su más estricto sentido humano y aunque el aspecto material tiene su relevancia, no sobrepasa sus necesidades más humanas como son las, alimentarias, de salud y educativas; por cierto, según la experiencia contada por el presidente municipal de Guadalupe y Calvo, Noel Chávez Velázquez, la forma de intervenir en la vida de las familias originarias por parte de gobiernos anteriores con políticas de desarrollo social, algunas de ellas proyectadas a la supuesta mejora de las viviendas como el “piso firme”, cemento, láminas, etc., servían de poco o casi nada, porque alteraban las costumbres y formas de vida de una cultura ancestral de quienes llegaron primero a este territorio hace más de mil años y lo han sabido conservar.

Aquí cabría el refrán de que “mucho ayuda el que no estorba”, por eso, las políticas de Bienestar siempre deberán diseñarse y ejercerse en función de una comunicación directa con los habitantes para conocer cuáles son sus necesidades más urgentes, jamás debe imponerse algo que no sea acordado por las comunidades originarias, desde luego, sin perder de vista las prioridades como salud y educación. La alimentación y las condiciones de una digna infraestructura escolar son aspectos esenciales que habrá que atender para el cumplimiento de dichas prioridades.

Por eso, dentro de los recorridos de Bienestar por el estado de Chihuahua en los que hemos dado preferencia a las localidades alejadas de las cabeceras municipales, se incluyó a Tuaripa, el camino que se debe recorrer para llegar a la comunidad de la misma manera en que lo hacen sus pobladores, es algo que los funcionarios públicos necesariamente tenemos que experimentar. No se puede diseñar y mucho menos ejercer políticas públicas sin conocer las condiciones reales en las que vive la gente, y para lograrlo indudablemente habrá que andar por los caminos que conducen a las comunidades originarias que han sido ancestralmente relegadas por su inaccesibilidad al territorio.

Para llegar a Tuaripa desde la cabecera municipal, Guadalupe y Calvo, hay que viajar dos horas y media por un camino de terracería a Baborígame, que es la cabecera seccional; de ahí, las condiciones del camino se hacen mucho más sinuosas, tuvimos que trasladarnos otras dos horas hasta llegar a un punto intransitable en vehículo; guiados por el presidente seccional de Boborígame, Iván Rubio Javalera y desde luego, también por Noel Chávez; la comitiva federal compuesta por el personal de Becas Benito Juárez, Banco del Bienestar y los Servidores de la Nación caminamos por más de tres horas alrededor de 10 kilómetros cuesta abajo para llegar a la escuela primaria comunitaria indígena y hacer la entrega de las becas básicas a 28 familias cuyos niños y niñas asisten a la primaria, y que anteriormente estaban fuera de cualquier apoyo del Gobierno federal. Durante la travesía nos encontramos con pobladores jóvenes y adultos, al verlos nos sorprendió su capacidad física, sus cuerpos esbeltos y atléticos, incluso en el caso de los adultos, a pesar de su edad. 

La comunicación queda restringida únicamente con aparatos de radiofrecuencia, todo lo material es transportado con mulas y machos.

La experiencia vivida nos ha hecho reflexionar acerca de hasta qué punto el Estado deberá intervenir en la manera de vivir de estas ancestrales comunidades; no podemos negar que hay obligaciones ineludibles que el gobierno debe de atender, como la educación, entre otras más y que para ello deberá proveer las condiciones necesarias para su cumplimiento. Por eso la escuela de educación indígena de Tuaripa fue una de las primeras beneficiarias del programa La Escuela es Nuestra, y los recursos fueron entregados directamente a los padres de familia para que ellos decidieran qué tipo de mejoras habría que llevar a cabo para tener una escuela digna. El presidente Andrés Manuel López Obrador, desde antes del inicio de su gestión conoce los problemas, pero también las virtudes y el potencial que nos ofrecen las tierras chihuahuenses, ya que es fundamental para la correcta aplicación de cualquier programa y política pública, pero igual de importante es el respeto a la cultura y tradición de los pueblos originarios con los que estamos en deuda. Por eso, del conocimiento del territorio nace y crece la confianza de que vamos por el camino correcto y que cuando en la Cuarta Transformación se habla de los pobres, de los marginados y, entre ellos, los indígenas, se hace con la sinceridad, honradez y honestidad ejemplar de nuestro presidente, ya que, por primera vez en la historia de nuestro México, los derechos y el respeto a la cultura de los pueblos originarios están siendo plenamente considerados. Ahora podemos apreciar un escenario de reivindicación nunca antes visto.

Para crear mejores condiciones de vida en las comunidades de la Sierra Tarahumara habrá que atender sus necesidades básicas ineludiblemente, pero el acceso a un estilo de vida de la modernidad actual que caracteriza al medio urbano no es aplicable a comunidades que tradicional y culturalmente tienen un gran arraigo a sus costumbres y modo de vivir. La modernidad habrá que adecuarla al estilo de vida de los pequeños núcleos poblacionales para que no haya depredación del medio ambiente ni el apabullamiento de las culturas originarias.

Las mejoras en la comunicación y la infraestructura deben ser siempre con la participación de la gente, dentro de un marco democrático. Se me ocurre citar por ejemplo a los caminos rurales de Oaxaca donde empleando mano de obra local se ha comunicado a las cabeceras municipales con las principales comunidades. En el caso de Guadalupe y Calvo, es indispensable la construcción de la carretera a Baborígame por ser las dos comunidades en las que el comercio y la actividad forestal (es la vocación productiva del municipio) se desarrollan de manera intensa y constituyen la base económica del municipio.

Las comunidades adyacentes a Baborígame, como Tuaripa sí deben de mejorar, sin que esto constituya una depredación para el medio ambiente ni la depreciación de su cultura.

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