Opinión

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Sin hacer gestos aceptó otro beso del Diablo

Bajo el cálido clima de julio del 2016, el entonces gobernador electo, Javier Corral, se desgañitó contra la autorización del Congreso estatal por la bursatilización de seis mil millones de pesos

LA COLUMNA
de El Diario

domingo, 01 diciembre 2019 | 06:00

Hemos dicho en este espacio que la moralidad en el Gobierno de Javier Corral se consume en variados platos según su muy particular necesidad del momento.

La candidatura al Gobierno del Estado la obtuvo mediante dedazo en cónclave secreto donde participaron Carlos Borruel, Juan Blanco, Carlos Angulo, Teresa Ortuño y Ricardo Anaya.

Accedió inmediatamente después a la gubernatura en sórdida alianza con el exsecretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, y el exgobernador José Reyes Baeza Terrazas.

Con esos antecedentes no debe sorprender que haya aceptado sin hacer gestos el otro beso del Diablo en aquella bursatilización de deuda que le ofreció César Duarte a finales del 2016, que agotó hasta el último centavo. Sin empacho alguno recibió y gastó ese dinero.

Unos meses después, tres para ser exactos, pidió el primer crédito a corto plazo de su naciente administración para pagar gasto corriente y aminorar el déficit.

Corral sellaba así el destino de su administración, marcada por la continua solicitud de empréstitos, por incapacidad de atacar uno de los principales problemas del Gobierno estatal. El golf, el tenis y su debilidad por los viajes le impidieron hacer su trabajo.

Paradójicamente fue una de sus principales banderas contra Duarte, la mal traída y llevada deuda pública. Ocupó y estuvo presente en sus discursos y, por tanto, fue uno de los principales compromisos de campaña.

Es éste, junto con la inseguridad, el gran mal que recibió como herencia para ser resuelto, y contrario a ello, se han agravado para perjuicio de los chihuahuenses. En su cuenta de Face se describe como “periodista, abogado, gobernador de Chihuahua”, nada de los tres.

La entidad se encuentra incendiada bajo asesinatos continuos y un incremento en los principales índices delictivos. El pago de la deuda consume los recursos del erario público, en un gasto millonario sólo para cubrir intereses y abonar unos pesos al capital.

Esta semana salió con la enésima confirmación de su fracaso en el manejo financiero del Estado: deberá endeudar a los chihuahuenses con otro nuevo crédito de corto plazo por tres mil 500 millones de pesos para salvar sueldos y aguinaldos de fin de año; menos de 30 días antes quedó registrado otro crédito por mil 400 millones en las mismas circunstancias. Serán casi cinco mil millones antes de cerrar el año. Nomás imaginemos intereses y comisiones.

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Bajo el cálido clima de julio del 2016, el entonces gobernador electo Javier Corral se desgañitó contra la autorización del Congreso estatal por la bursatilización de seis mil millones de pesos.

Hizo berrinche como si siguiera en campaña. Todo quedó en el olvido unas semanas antes de asumir el poder, cuando accedió a la maniobra financiera, con la cual obtuvo recursos para iniciar su gestión.

Sin ningún empacho tendió la mano y cogió los billetes que le ofreció el villano favorito, sobre quien desataría una persecución que tiene ya tres años, y no logra traerlo a México.

Es un pecado gravísimo, uno más en el historial del gobernador, aceptar ese dinero, porque marca la lógica de su paso por la administración estatal. Duarte le enseñó el camino, del cual no se ha despegado ni un ápice.

En ese 2016 la bursatilización fue insuficiente como era de esperarse. Debió recurrir al mismo artilugio de su antecesor para dar vuelta a la autorización del Congreso, vía deuda de corto plazo.

Si Duarte acudió a esa vía de financiamiento en 2013, 2014, 2015 y 2016, él hace lo propio y con idéntica periodicidad.

La contratación en aquel inicio incierto de la administración fue por 1.8 mil millones de pesos, que fueron destinados casi en automático a pagar sueldos y prestaciones de fin de año. Se fueron los recursos como agua entre los dedos. 

La proveeduría recibió abonos y los más fueron maltratados, bajo la acusación de simulación de contratos, que en la mayoría de los casos no han sido demostrados. Las deudas ahí están, siguen vigentes.

Para 2017 fue la misma solución simplista. Extender la mano y adquirir otra deuda a corto plazo por dos mil millones; y ya entrados en gastos, en 2018, otros 900 millones. Pero da la casualidad de que es dinero para cubrir necesidades básicas, elementales, de supervivencia. No es inversión.

Todo esto en un contexto político enrarecido. Para esos años la relación entre el Gobierno del Estado y la Federación estaba más que rota. Las amenazas venían de un lado al otro. Corral y Peña Nieto no podían verse ni en pintura.

Se acabó no sólo con cualquier tipo de cortesía, sino con una relación institucional que se vio fuertemente afectada en términos de la necesaria colaboración en todos los órdenes, aunque se haya querido aparentar un funcionamiento técnico y operativo en seguridad, salud o educación.

Actualmente ya es otra administración, pero la película se repite. Hay visos de resquebrajamiento con todo y simulaciones, dobles juegos y supuestas institucionalidades. La verdad es que los recursos económicos para Chihuahua no fluyen; al contrario, se reducen drásticamente, ante una nula capacidad de gestión estatal. El Paquete Económico para 2020 muestra baja en participaciones y programas sustanciales.

Por eso no extraña que se haya anunciado otra contratación de deuda a corto plazo, la enésima, pero ahora por cifras mucho mayores que las anteriores.

Ha tenido que ser el líder de la fracción priista en el Congreso, Omar Bazán, quien le pusiera el cascabel al gato con el dato mágico de la nueva deuda, que sería por 3.5 mil millones de pesos.

Corral, la Secretaría de Hacienda estatal y su recién estrenado nuevo vocero, Manuel del Castillo, han anunciado la solicitud del crédito, pero igual que antes, han buscado esconder todos los detalles. Lo preparan en lo oscurito para darnos una sorpresa antes del día de la guadalupana.

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En estos momentos Chihuahua paga la mayor cantidad de intereses por las deudas contratadas por ésta y las anteriores administraciones.

Lo hemos documentado en estas mismas páginas, es octubre el mes récord en el pago de deuda por 500 millones de pesos, que si le sumamos los fideicomisos casi dobla la cifra.

Sólo este año por concepto de deuda se han pagado seis mil millones; y del 2017 a la fecha, tres veces más, que en términos lisos y llanos coloca a la entidad en una situación inmanejable en sus finanzas. Chihuahua tiene un presupuesto anual que no rebasa los 70 mil millones de pesos, de los cuales la mayor parte se encuentra comprometida. 

No hay posibilidad de jugar ni mínimamente con los números. El equilibrio financiero está colgado con pinzas.

Salud y Educación representan la mayor inversión en términos de recursos humanos, financieros y materiales, pero funcionan con lo mínimo, con graves carencias en medicamentos e insumos; seguridad con los más altos indices delictivos, crímenes a todas horas hasta en la colonia donde vive el gobernador.

Con Hacienda estatal convertida en un embudo de recurso federales, sudando cuanto pueden hasta el último centavo, regateándolo a las instituciones que deben funcionar al día con mesadas quincenales paupérrimas, apenas para cumplir el elemental gasto.

Todo ello bajo la mirada perdida de un jefe del Ejecutivo estatal que ha demostrado que llegó para patear la bola de golf a la nueva administración, como hicieron sus antecesores.

Sus sueños de obra pública sin precedentes delineadas en el demagógico Plan de Inversión se caen a pedazos, mientras él se pasea divertido por el interior del Estado inaugurando pequeñas, pequeñísimas obras, que ofrece como migajas a los municipios olvidados.

Igual, en sueños, quedó la pretendida austeridad, discurso vano extraviado en los viajes y las comilonas con sus cercanos por todo lo ancho del territorio nacional y en ocasiones hasta del extranjero. 

Viáticos y contratación de personal, entre otros excesos cotidianos, como si viviera en jauja, en una inanición financiera innegable que lo obliga de nueva cuenta a toparse con la terrible realidad de pedir prestado para concluir lastimosamente su cuarto fin de año calendario al frente del Gobierno del Estado de Chihuahua.

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