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Opinión

¿Quién se robó las estrellas?

Voltear hacia arriba en Ciudad Juárez puede parecer algo insignificante, pero quién no le ha tomado fotos a los bellos atardeceres de nuestra frontera, con sus luces y matices

Hernani Herrera
Analista

lunes, 08 agosto 2022 | 06:00

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Voltear hacia arriba en Ciudad Juárez puede parecer algo insignificante, pero quién no le ha tomado fotos a los bellos atardeceres de nuestra frontera, con sus luces y matices. Y es el cielo ese elemento tan común para nosotros que muchas veces pasa desapercibido, pero muchas veces más cuando oscurece.

Cuando uno va llegando a la ciudad por carretera o al subir a una parte alta se puede ver el fuerte resplandor de una metrópolis que parece no dormir. Esas pequeñas luces artificiales orquestan con sus tonos blancos, amarillos y azules la iluminación de nuestras avenidas, colonias y calles. Asimismo, son las que toman el papel de las estrellas que antes se observaban en el cielo.

Con la urbanidad avanzando parece cada vez más lejano pensar que vivimos en un desierto. Y ni las estrellas se han salvado del progreso salvaje que hasta su brillo natural les han quitado. Es así, que el cielo ha sido fiel testigo de la aparición de la humanidad hasta nuestros días, siempre como esa bóveda silenciosa. Hoy pareciese todo un lujo poder observar las estrellas y la luna en toda su majestuosidad. Solo en las zonas menos conurbadas como Samalayuca o el Valle de Juárez se puede presenciar de un espectáculo donde las estrellas nos relatan vidas de otros tiempos. 

Echemos a andar la imaginación, estas en medio de las dunas de Samalayuca, en la inmensidad de la arena. Justo encima de tu cabeza otro mar parece extenderse, una cantidad ingente de astros que vigilan tus pasos, tal como alguna vez lo vieron los pueblos antiguos. Aquellos nómadas que utilizaron las estrellas como las migajas de pan para no perderse, formando figuras en su mente. Ese cielo fue el que presenció Fray García de San Francisco la primera noche en Paso del Norte. Y es el mismo cielo nocturno que tú y yo podríamos ver si nos deshacemos por un instante de la luz artificial. Y digo, no soy astrónomo, pero como historiador es interesante pensar que las estrellas han estado desde siempre en nuestra vida como sociedad.

La contaminación lumínica, se suma a las muchas tantas que ya conocemos, pero esta tal vez no sea tan notoria por estar siempre inmersos en las luces artificiales. Es un tema complejo, pues una de las causas principales para tener alumbrado público también proviene de la necesidad de tener una ciudad vigilada ante la delincuencia e inseguridad. Es así que pienso en este tipo de problema con múltiples dimensiones, donde lo social, ambiental y político se entrelazan.

Creo que pensar en el valor del cielo como elemento natural es fundamental, es el medio donde respiramos, nos movemos y básicamente vivimos. Además, al considerar la belleza del cielo pensamos en los múltiples beneficios psicológicos y sociales de tener un cielo limpio. Deleitarnos de los fenómenos astronómicos cuando la luna entra en sus distintas fases, la lluvia de estrellas o los eclipses son parte de esa belleza natural. Y creo que dejarnos maravillar por el cielo nocturno es parte de nuestra humanidad, es retornar al origen, el universo.

Todos estos cuestionamientos forman parte de muchos temas más, como lo es la relación de la ciudad con el entorno natural. El buscar un progreso que ponga como prioridad a la naturaleza no debe seguir siendo tema de futuros, sino de presentes. Siendo el cielo eso inmediato, nos da indicios de cómo ha ido cambiando nuestra relación con la propia naturaleza. Ha sido una lucha desigual donde el ser humano ha fundido la luz estelar, para poder venderse su propia solución en forma de bombilla. Y si pudieran, algunos ya hubieran vendido la luna.

Podemos seguir charlando a la luz de las estrellas, pero creo que podemos ir cerrando con que la noche tiene muchos secretos por contar. Por eso es primordial poner atención en como la ciudad va comiéndose la noche poco a poco y todo lo que implica volver a ver las estrellas. Así, que esperemos algún día poder volver a ver el cielo de nuestros antepasados.  

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