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Opinión

¿Quién es Hugo Aguirre?

Estamos a ocho meses de iniciar el proceso electoral para elegir gobernador y todavía no hay nada para nadie, el futuro se ve brumoso

Carlos Murillo>br>Abogado

domingo, 05 julio 2020 | 06:00

Estamos a ocho meses de iniciar el proceso electoral para elegir gobernador y todavía no hay nada para nadie, el futuro se ve brumoso. En un escenario revuelto todo puede pasar. Ante la fragmentación de las preferencias, los politólogos coinciden con un diagnóstico de partida: ningún partido puede ganar la elección si compite solo, entonces, todos necesitan hacer alianzas si quieren ganar. 

Según las encuestas, Morena es el número uno en la intención del voto entre los chihuahuenses, pero se desinfla rápidamente en todo el norte del país; el PAN tiene un bastión consolidado en el centro del estado, pero el gobernador Corral es su peor enemigo; Convergencia va a competir adoptando a los alcaldes independientes para entrar en el top 3, porque quiere abonar al proyecto nacional; y el PRI, que muchos ven muerto, se mantiene en las encuestas como la tercera opción, con el potencial del voto bisagra que le puede abrir la puerta a otro proyecto, pero al acecho para capitalizar los errores de las otras fuerzas políticas y dar el guadañazo. 

En las circunstancias actuales, el mar picado provoca un escenario ideal para una sorpresa. En ese sentido, las circunstancias pondrán a prueba la táctica de cada proyecto. Como en el beisbol, este proceso lo va ganar quien cometa menos errores; un paso mal dado y el destino puede cambiar irremediablemente.  

Hasta ahora, el mapa político de Chihuahua está dividido en cuatro partes; el PAN tiene la gubernatura desde hace 4 años y gobierna 29 municipios desde 2018, cuando obtuvo un 28% de la votación de las elecciones de alcaldes; en segundo lugar -en número de votos-, está Morena, con 21% de la votación, pero solo gobierna 4 alcaldías; en tercer lugar, está el PRI con 16% de los votos que representan el gobierno en 26 municipios; y, si consideramos a los alcaldes independientes de Juárez y Parral como una fuerza política, tan solo en dos ciudades representan un 15% de todos los votos del estado.

Ahora vayamos al detalle. En los últimos meses, se desvaneció el proyecto que pudiera unir a los alcaldes independientes; se sentaron a negociar, pero sus agendas fueron incompatibles. Por una parte, el Caballo Lozoya, alcalde de Parral, está decidido a ser candidato por Convergencia y, aparte, el presidente Armando Cabada sigue buscándole la cuadratura al círculo para poder participar en la elección estatal. Ambos, solos, están cuesta arriba.

Por otro lado, Morena se alista para su primer elección como gobierno y primera fuerza electoral en el país. Evidentemente, el derrotero que marcará el Presidente López Obrador estará enfocado en mantener el control de la Cámara de Diputados. La transformación del país no llegará en los gobiernos locales. Entonces, AMLO necesita mantener la mayoría en el Congreso para continuar con las reformas en la segunda parte de su sexenio con la mayor gobernabilidad posible. Por lo tanto, las gubernaturas de los Estados sirven como ejercicio de poder para los grupos internos de Morena que quieren fortalecerse al interior del gobierno federal.

Ser el partido hegemónico tiene sus bemoles. No es solamente dirigir el país, también hay que buscar la permanencia en el poder. En ese sentido, Morena está hecho nudo en Chihuahua con -al menos- dos bandos en la batalla política, por un lado el senador Cruz Pérez Cuellar que aparece en las encuestas como favorito y, por el otro bando, la mancuerna de Juan Carlos Loera y Rafael Espino, que ya traen la maquinaria a todo lo que da, por lo menos en redes sociales. A reserva de una sorpresa, entre estos tres nombres parece disputarse el cariño del presidente López Obrador y, con ello, la candidatura.

En el PAN, la líder en las encuestas es la alcaldesa de Chihuahua Maru Campos, pero además es la única que tiene la capacidad operativa y la cobertura mediática para despegar, eso la hace altamente competitiva, sin embargo, tiene la sombra del gobernador Javier Corral, quien ya de plano abrió fuego en es su contra esta semana en una entrevista hecha a modo en el canal 28, que funciona como satélite de la oficina de comunicación estatal.

En fin, mientras Maru Campos se posiciona en las preferencias, Corral impulsa la candidatura del senador Gustavo Madero por el PAN y por Morena a Víctor Quintana, así de revuelto está el panorama, ninguno de ellos es competitivo, pero en el corazón no se manda y Corral intentará dejarle la silla a un aliado para poder ir tras el hueso nacional.

Finalmente, queda el PRI, que ya ha recibido los santos óleos varias veces; muchos piensan que de esta no se levante el otrora partidazo, pero así dijeron en 1986 con el verano caliente y después en 1992 con la derrota de Chuy Macías en Chihuahua. Decía Artemio Iglesias que, en política, no todos los triunfos son permanentes, ni todas las derrotas son eternas.

El PRI es especialista en levantarse de las cenizas. Lo demostró en 2012, cuando regresó al Palacio de Gobierno después de una caída histórica en el año 2000 y el hundimiento total en 2006. Entonces, no hay razón para decir que no podría recuperar el terreno perdido; sobre todo, con la decepción que ha causado Morena a nivel nacional.

En fin, para ser candidatos a la gubernatura ya se apuntaron varios por el PRI, el primero fue el diputado Omar Bazán, que tiene secuestradas las siglas del PRI; luego Graciela Ortiz que, irónicamente, a pesar de ser una experta en las ciencias electorales nunca ha ganado una elección propia. El otro interesado es Alejandro Cano, impulsado por el grupo de los Baeza; Cano perdió en 2007 la elección de presidente por Chihuahua y fue aspirante en el 2010 a la gubernatura, después de eso desapareció del mapa, hasta ahora que lo aventaron al mar sin salvavidas. 

La sorpresa de la semana en el PRI fue el Teto Murguía, quien se sube al tren que está a punto de partir en el último minuto. El juarense se suma a la lista de los interesados en la nominación priísta. La intención del Teto por participar reconfiguró el tablero del ajedrez del PRI. El Teto es un conocedor de la realpolitik, la política la trae en los poros y no juega para perder, sabe que el PRI tiene posibilidades reales de ganar, de otra forma no participaría.

La gente se cansa de los malos gobiernos, pero se cansa más de perder. Y el PRI, si quiere regresar, tiene que darle a su militancia un proyecto ganador para salir a competir. Para cerrar, a propósito dejé hasta el final al aspirante más competitivo, Hugo Aguirre, presidente municipal de Guachochi -el centro político y económico de la Sierra Tarahumara-. Con las siglas del PRI, Hugo Aguirre ganó holgadamente con el famoso voto verde de las zonas rurales y se convirtió en el último mohicano.

En los siguientes años, Hugo Aguirre logró consolidar el liderazgo regional con los alcaldes del sur del Estado, tanto del PRI como de otros partidos y luego volvió a ganar en 2018, cuando el tsunami de AMLO no dejó piedra sobre piedra. La gran pregunta para propios y extraños es ¿cómo le hizo Hugo Aguirre para ganar con el PRI en 2016 y 2018?  

Ahora, el alcalde de Guachochi levantó la mano desde el sur de Chihuahua para ser candidato a gobernador y ha provocado diversas reacciones entre los grupos políticos. Hugo Aguirre, la última pieza de pie que tiene el tricolor, es la apuesta para reivindicar, desde el campo, las causas populares que alguna vez defendió el PRI.

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