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Opinión

PIN Parental

En semanas recientes, el tema del PIN Parental ha estado en el debate público en nuestro Estado, y en el país

Sixto Duarte
Analista

martes, 11 agosto 2020 | 06:00

En semanas recientes, el tema del PIN Parental ha estado en el debate público en nuestro Estado, y en el país. El PIN Parental surgió en Murcia, España, como un mecanismo mediante el cual, los padres de los menores de edad podían elegir qué materias podían o no cursar sus hijos en la primaria, secundaria y preparatoria. Esto, desde luego, va enfocado especialmente a temas relativos a la educación sexual, entre otros temas tabú que tenemos en sociedades conservadoras (y en cierto grado, retrógradas) como la nuestra.

Desde luego que es importante que los padres estén enterados del contenido educativo que estudian los hijos; sin embargo, el tema del PIN Parental nos coloca en una disyuntiva: hasta dónde ciertos temas son responsabilidad del Estado, y hasta dónde son responsabilidad de cada una de las familias. Estimo que, la formación respecto a valores, creencias, y temas similares, corresponden evidentemente al ámbito familiar. A pesar de esto, hay temas que, por ser de interés y orden público, deben enseñarse en las escuelas públicas y privadas, a pesar de las creencias familiares a que cada niño sea sometido.

Estos temas, desde luego, deben ser aquellos inherentes a la educación sexual de los menores. En un país que encabeza todas las listas respecto a los embarazos adolescentes, y donde el aborto es un tema muy controvertido (y en algunas entidades, ilegal), no educar a los menores respecto a la sexualidad es por parte del Estado una negligencia criminal. Los planes educativos deben incluir desde luego esta clase de temas, a pesar de la opinión en contra de algunos sectores de la población. Someter esta clase de decisiones respecto a los planes educativos al arbitrio de los padres, limitaría la posibilidad de impartir una educación integral, y perpetuaría la ignorancia que existe sobre un tema que debería poder hablarse sin inhibiciones.

Desde la década de los 70, hasta que los conservadores (encabezados por Vicente Fox) llegaron al poder, México tuvo control de las tasas de natalidad, precisamente por las campañas educativas y de salud que se implementaron. Fue cuestión que llegaran al poder personajes como Carlos Abascal Carranza (el ultraconservador secretario de Gobernación de Vicente Fox) para que se diera marcha atrás a los avances que por décadas se habían tenido en el país.

Para la postura conservadora, no se debe instruir a los niños respecto a la educación sexual; si por esa falta de educación sexual, alguna niña resulta embarazada, tampoco se le permitirá abortar. Esto implicará que muchas dejen inconclusos sus estudios, y se conviertan en madres incluso antes de alcanzar la mayoría de edad. Desde luego que la decisión de interrumpir o no un embarazo es personalísima, mas debe dotársele a la población de las herramientas y el conocimiento para que su decisión sea consciente, y esté desprovista de las presiones que la Iglesia y el sector conservador de la sociedad ejercen sobre la niña. No se trata de descubrir el hilo negro: los países más desarrollados del mundo tienen posiciones liberales y progresistas respecto a temas de esta naturaleza.

La educación debe ser laica, según el mandato constitucional. Por ello, debe de impartirse únicamente la educación que encuentre sustento científico en sus afirmaciones. La sexualidad, al igual que el embarazo y el aborto, tienen sustento científico y deben estudiarse a la luz de estos lineamientos. Tratar de meter discusiones de carácter moral o religioso, vulnera precisamente la laicidad de la educación que debe impartirse en nuestro país.

Un hijo cuyos padres (o con una madre, como sucede muchas de las veces) no lo deseaban, tendrá una existencia complicada. Para evitar entrar de lleno al debate del tema del aborto (al que la mayor parte de la sociedad no está todavía preparada para entrar), más vale comenzar a educar a los niños y jóvenes en temas de sexualidad. No hablar de ello, y hacer como que la sexualidad no existe, no hará que los jóvenes no inicien su vida sexual: simplemente hará que los jóvenes se inicien sexualmente sin el conocimiento, ni las consecuencias de sus acciones. De ahí la importancia de que sea el Estado quien imparta esta clase de educación, para que independientemente de la cultura de cada uno de los hogares en que vivan los niños y jóvenes, estos tengan conocimiento suficiente en la materia.

Hace 25 años, México tenía un 25 por ciento menos población que hoy; Japón, por el contrario, sigue teniendo exactamente la misma población que hace un cuarto de siglo. El crecimiento desproporcionado de población es un síntoma de subdesarrollo. Es importante desarraigar creencias y comenzar a educar con bases científicas.

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