Opinión

Peleas en el Congreso

Si hay un lugar público en donde se dirimen los disensos que presentan los diversos actores políticos

Sixto Duarte
Analista

martes, 10 septiembre 2019 | 06:00

Si hay un lugar público en donde se dirimen los disensos que presentan los diversos actores políticos, ése es el Congreso. Por su naturaleza heterogénea y plural, que invita a la deliberación y el debate, el Congreso, sea el federal o el local, es el lugar en donde las discusiones de la cosa pública se deben resolver. En más de una ocasión, hemos visto que legisladores de Japón, o de algún país de Europa del Este, se lían a golpes por diferencias que surgen al calor del debate. No es esto lo idóneo, mas puede entenderse. Esto sucede desde hace varios siglos. Concretamente, podemos constatar que en los estados generales en Francia, o en la propia Asamblea Nacional, estos hechos se daban de manera recurrente. Incluso, el parlamento en Canadá está dividido de tal forma que las bancas que ocupan los legisladores que forman gobierno, respecto de los legisladores que constituyen la oposición, se encuentren separadas por la longitud equivalente a dos espadas. No sabemos concretamente qué sucedió para que se diera esta decisión.

En días recientes, con motivo de la elección del presidente de la Cámara de Senadores, y de la Cámara de Diputados, las cosas se llevaron a un punto en que hubo discusiones, tomas de tribunas, y hasta rayadas de madre.

Primeramente, y de conformidad con la legislación interna aplicable, le toca a Morena presidir la Mesa Directiva del Senado. Las diferencias entre el coordinador de la bancada, Ricardo Monreal, y el expresidente del Senado Martí Batres, salieron a relucir. Estimamos que esto tiene mayor incidencia que la mera coordinación de los trabajos parlamentarios en el Senado. Posteriormente, en la Cámara de Diputados, Morena a través de Porfirio Muñoz Ledo trataron de repetir en el cargo de presidente de la Mesa Directiva de la Cámara de Diputados. Precisamente por disposición de la legislación interna de la Cámara de Diputados, le corresponde a la segunda fuerza en la Cámara Baja el presidirla por este año. Muñoz Ledo trató de reelegirse, y al encontrar una resistencia muy sólida, decidió dejar su intención de lado, y dar paso al PAN para que asumiera este órgano.

Recientemente el Congreso del Estado fue testigo de un espectáculo bochornoso al igual que a nivel federal. Por disposición legal, la segunda fuerza debe de presidir el Congreso del Estado, esto es Morena; sin embargo, mediante diversos acuerdos, traiciones, y patadas bajo la mesa, la quinta o sexta fuerza se quedó presidiendo dicho órgano: el PANAL.

La pregunta que surge es, ¿por qué tanta pelea si al final las fracciones siguen conservando su mismo número de legisladores y pueden imponer acuerdos con la misma fuerza? La respuesta quizá solamente la conozcan los propios legisladores. En mi percepción, es algo absurdo que el órgano deliberativo (estatal o federal) sea presidido por un partido que no tiene la mayoría, y que ocupa dicho lugar por una disposición legal, que fue precisamente creada por diputados o senadores en su momento. La Cámara de Representantes en Estados Unidos es presidida por el Speaker of the House, y este es electo por los propios pares. El partido que tiene más legisladores lo escoge. En el caso del Senado, el vicepresidente de Estados Unidos es “ex officio” el presidente del Senado. Algo parecido pasa en la Cámara de los Comunes en el Reino Unido.

A Porfirio Muñoz Ledo se le acusó de querer reelegirse como presidente de la Cámara de Diputados, “violando la ley”. Quienes lo acusan desconocen quizá que los mismos diputados pudieran haber modificado dicha disposición. En el caso de la elección como René Frías, quizá lo conveniente hubiera sido precisamente que se modificara la ley, precisamente para no dar la impresión de estarla violando.

Todas estas peleas, dignas de un cuadrilátero de lucha libre, se dan en dichos órganos en nuestro país, asumimos, por el control presupuestal del Congreso, mismo que implica la contratación de asesores, disposición de viáticos, entre otros. Creo que en nada incide el control del debate parlamentario, puesto que “el que tiene más saliva, traga más pinole”. Es decir, los acuerdos seguirán saliendo (o no) por la composición de las fracciones parlamentarias, no por quién dé el uso de la voz o no lo dé.

No sé a nivel federal, pero al menos a nivel local, hemos visto que hay legisladores que aspiran a presidir el órgano legislativo para poder utilizar el vehículo asignado a dicho poder. Así de frívolos han sido muchos de nuestros representantes.

Ojalá con el mismo ahínco que pelean el control del órgano legislativo, se promovieran las agendas legislativas que hacen falta.

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