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Opinión

Orgullo de la UACJ: Médicos de ayer y hoy

Nuestras clases de primeros semestres empezaban a forjar el carácter, adrenalina pura, miedo incapacitante, la escena común en el salón redondel del Instituto de Ciencias Biomédicas era estremecedora

Laura Estela Ortiz Martínez
Doctora

viernes, 19 agosto 2022 | 06:00

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Tener un integrante médico, ha sido y es el orgullo de toda familia, lograr los medios y el poder adquisitivo para estudiar en una facultad de medicina no era cosa fácil, con gran sacrificio las familias de clase media lucharon para poder conseguirlo. Los  estudiantes  ingresábamos con entusiasmo y alegría, en pos de algún día abrazar esta noble profesión. Todavía estábamos en una sociedad predominantemente machista o quizás, como estaba rodeada de sacrificios fuera del hogar, entre ellos comer y dormir en los hospitales, la familia consideraba que era una carrera más reservada para los individuos del sexo masculino, situación que a través del tiempo se fue equilibrando y hoy podemos decir con alegría que tanto varones como mujeres gozamos de los mismos derechos y oportunidades.

Ingresar a la carrera de medicina era tan sólo el comienzo de un largo camino de capacitación, conocimientos y sacrificios. Nuestras clases de primeros semestres empezaban a forjar el carácter, adrenalina pura, miedo incapacitante, la escena común en  el salón redondel del Instituto de Ciencias Biomédicas era estremecedora, un pequeño espacio de tortura donde por el umbral a las ocho de la mañana entraba el Dr. Armendáriz, nuestro maestro de anatomía y director de la carrera en ese tiempo, para señalar un cráneo humano con barniz café claro del cual nos exigía conocer cada hueso, cada inserción muscular, cavidades, articulaciones, apófisis, nombres de arterias, venas, estructuras que lo ocupaban con todas sus relaciones anatómicas hacía los lados, enfrente y atrás, no por nada algunos reprobábamos cuatro o más veces la materia y se convertía en una asignatura pendiente por tradición. Hay que agregar que a los créditos de anatomía se sumaba la disección de cadáveres, que existían en el anfiteatro contiguo al salón de clases, donde se respiraba un ambiente de tristeza y abandono, cuerpos que tuvieron vida, que no hubo quien los reclamara o reconociera y se convertían en modelos de estudio anatómico, sumergidos en formol, terrible combinación a la vista y al olfato. Era difícil sacar esos cuerpos y colocarlos en las camillas de cemento para su estudio, a veces bajo la mirada  burlona o a veces compasiva de Don Luis el conserje y los maestros auxiliares e instructores: disecar, suturar en vivo y a todo color y terror un cuerpo humano era el pan de cada día. El Dr. Ruiz Vargas era un poco más consentidor, a su aula íbamos a respirar un poco de aire puro y a aprender de sus artísticos e impresionantes pizarrones llenos de mágicos trazos con gises de colores con los que representaba todos los cientos de músculos y los 206 huesos del cuerpo humano con todo y articulaciones, ligamentos y tendones que tuvimos que aprender de memoria. 

La verdadera clínica, el acercamiento al paciente, incluyendo la ética y las técnicas de exploración las aprendimos de los grandes maestros como el Dr. Guillermo Bermúdez de propedéutica médica: un personaje y una institución que nos enseñó a auscultar, palpar, tocar y percutir tórax y abdomen cuatro horas diarias de cada uno de nuestros días de quinto semestre. No hubo ninguno tan estricto como él. El Dr. Guillermo Barrios López maestro de maestros, de quien aprendimos bien y bonito el sistema digestivo y sus patologías. Los doctores Manuel Matus y Óscar Nieto se encargaron de enseñarnos todo lo referente a aparato respiratorio. El Dr. Óscar Madrid Madrid y el Dr. Staines  nos enseñaron toda la ternura de la pediatría. Los Doctores Carlos Cano Vargas, Fierro Villarreal, Soto Canales y Ramírez Perea formaban el equipo perfecto para enseñar Ginecología. Sistema nervioso y sus dolores de cabeza lo aprendimos de los Doctores Hugo Roo y Vázquez, Rodrigo Acosta y el Dr. Sánchez Sosa. Reconocemos siempre la excelente radiología aprendida del Doctor Dante Casale Meniere la patología y hematología de Mariano Allen  y la ortopedia del Doctor Roberto Moreno Razo, la histología, la microbiología del Dr. René Franco Barreno, la histología de Rey Alarcón y los ciclos de Krebs de los eminentes Doctores Reyes, toda la apasionante bioquímica se las debemos a ellos. La Psiquiatría del gran Doctor Víctor Acosta, la cardiología del Doctor Flores Montaño, la otorrinolaringología con el Doctor Arturo Valenzuela, la oftalmología del Doctor Berúmen. El compendio de las enfermedades de la piel con el Doctor Fierro Spence. Gracias al Doctor Antonio Vidal y al Doctor Arguelles por las mejores técnicas de cirugía.  A ños buenos maestros no los  olvidamos nunca. 

Todos ellos formaron nuestros conocimientos teóricos y prácticos, con clases a las siete de la mañana y algunas a las diez de la noche hasta las tres o cuatro de la madrugada, de ahí que muchos médicos seamos nocturnos de abolengo. Aprendimos disciplina, compromiso, decisión y todo lo que no podrá cambiarse nunca, ni aunque el ser humano termine por robotizarse: LA RELACIÓN MÉDICO PACIENTE.

Todos y cada uno de los pacientes desean y exigen, que el profesional que los asista, sea idóneo en lo que hace, tenga un trato humanitario por sobre todas las cosas y llegue con exactitud y en el menor tiempo posible al diagnóstico y tratamiento de su dolencia; necesita imperiosamente salir de esa etapa de enfermedad y minusvalía lo antes posible, para sanar, sentirse bien  e insertarse nuevamente en la sociedad, y atender sus obligaciones cotidianas.

La Medicina, siempre fue, es y será una profesión muy álgida. En ella no se admiten errores ni equivocaciones, ya que los mismos tienen alto costo, por lo tanto debemos aprender a cuidar de dichos menesteres. Exijamos que nuestra UACJ y otras universidades del país sigan preparando adecuadamente a los futuros profesionales, con seguridad y respeto a su integridad, con obligaciones sí, pero también bien remuneradas para  poder vivir dignamente, después de siete o más años de esforzarse para ello. Necesitamos hospitales abiertos a la comunidad, pero en número suficiente.   La única forma de tener un pueblo sano, es trabajar para que exista una comunidad médica que sólo se dedique a estudiar, aprender y aplicarlo todo en la salud de las personas que piden a gritos atención médica de calidad. 

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