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Opinión

Nuestra ‘Border Patrol’ de cada día

En plena tercera década del siglo XXI somos testigos involuntarios de acciones miserables que atentan contra la vida y los derechos humanos de las personas

Iván González Ibarra
Historiador

viernes, 24 septiembre 2021 | 06:00

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Esta semana observamos con mucho asombro una imagen digna de un imperio que no se somete a leyes ni limitaciones de ningún tipo: un oficial de la patrulla fronteriza norteamericana, montado a caballo, le daba  latigazos a un hombre haitiano, quien apenas alcanzaba a mantener el equilibrio mientras sostenía en sus manos su sustento del día —una bolsa de plástico con cajas de comida—.

La escena ocurrida en la frontera entre Ciudad Acuña y Del Rio, fue calificada por la propia portavoz de la Casa Blanca como “horrorífica”. Por su parte la Patrulla Fronteriza señaló que emprendería las “investigaciones conducentes”, aunque muchos sabemos no devendrán en mayores repercusiones para ninguno de sus agentes.

Como hemos señalado con anterioridad, el estudio de los hechos del pasado obedece a nuestra realidad inmediata. Los historiadores buscamos en las fuentes una explicación lógica a los eventos que ocurren en nuestro presente. Ahora bien, cuando se investigan los hechos del pasado, es imposible verlos con la misma claridad con la que atestiguamos los eventos en el presente. Por lo tanto, los historiadores nos acercamos a los hechos, por medio de vestigios o testimonios de las personas y sus acciones (fuentes primarias). Otras veces nos aproximamos a esos eventos por medio de investigaciones, libros o artículos que otras personas han realizado con anterioridad (fuentes secundarias).

Desde luego que acceder a las fuentes primarias, implica una rigurosidad y un orden para registrar y recordar los detalles de las mismas. Por otra parte, se debe tener acceso a literatura especializada, archivos y bases de datos que nos permitan verificar la información que nos ofrecen las fuentes secundarias. Hechas las anteriores precisiones, valga aquí preguntarnos ¿de dónde surge esa ferocidad de los agentes de la “Border Patrol”, para atacar a unos indefensos haitianos? ¿Cómo explicar ese atentado contra la dignidad humana? ¿Caben aún hoy esas acciones en la frontera entre México y Estados Unidos?

En plena tercera década del siglo XXI somos testigos involuntarios de acciones miserables que atentan contra la vida y los derechos humanos de las personas. Por supuesto, no hay omisión de la mea culpa, es terrible también el trato indigno que las autoridades migratorias del lado mexicano, le han otorgado a los migrantes haitianos en tránsito por nuestro territorio.

Las y los juarenses, tanto como los propios paseños, hemos sido testigos de esa ferocidad de los agentes de la Patrulla Fronteriza. Por eso vale aquí revisar algunos antecedentes de su actuar.

Muchos de los fronterizos ignoramos que en la vecina ciudad de El Paso, se fundó y consolidó una estructura de control migratorio, que luego fue reproducida a lo largo y ancho de las fronteras terrestres, aéreas y marítimas de los Estados Unidos de América. La también llamada “migra” fue fundada el 28 de mayo de 1924, con 450 inspectores que se encargarían de asegurar los puertos de entrada al territorio norteamericano. Sin embargo, de acuerdo con archivos de la propia Patrulla Fronteriza, sus antecedentes se remontan al año de 1904, cuando los “mounted watchmen” o “vigilantes montados”, se ofrecían voluntariamente a vigilar la frontera entre Juárez y El Paso. Estos hombres armados, buscaban evitar el ingreso de chinos y de ciudadanos europeos que eran rechazados en el famoso puerto de “Ellis Island” en Nueva York.

Los famosos “vigilantes montados” llegaron a ser una fuerza irregular de hasta 75 hombres, entre los que destacaban los temidos “Rangers de Texas”, famosos por disparar y luego preguntar. Por supuesto que su interés por vigilar y controlar los “cruces ilegales” en la frontera no era injustificado. Para octubre de 1906, diversos oficiales del Servicio de Inmigración —que para entonces dependía del Departamento de Comercio y Trabajo— debieron dejar la comodidad de sus oficinas para embarcarse en una expedición por México. Su objetivo era estudiar y prevenir la entrada de una migración no deseada: la libanesa de principios del siglo XX.

Un reporte oficial del estado que guardaba la migración libanesa hacia los Estados Unidos, fue entregado para enero de 1907, al Comisionado General de Inmigración, por el inspector a cargo, el Oficial A. A. Seraphic.

Seraphic, hizo un recorrido por nuestro país acompañado de otros oficiales migratorios y un médico. El documento al que tuve acceso, señala las rutas migratorias y los lugares en donde acampaban los libaneses en su viaje desde Veracruz hacia las ciudades de Tampico, Torreón, Monterrey, Nuevo Laredo, Matamoros y Ciudad Juárez.

La migración libanesa a México y a Estados Unidos ocurrió entre 1860 y 1914, y obedeció a las restricciones económicas y religiosas que el Imperio Otomano le impuso a los libaneses, en particular a los creyentes católicos. Aunque hoy, uno de los hombres más ricos de nuestro país es de origen libanés, hace poco más de 100 años, las y los libaneses no eran bien vistos por la sociedad mexicana y aún menos por la norteamericana.

Continuará…

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