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Opinión

OPINIÓN

'No vayan a maltratar mi imagen...’

Mientras ejerció el poder como rector de la Universidad Autónoma de Chihuahua, Luis Alberto Fierro Ramírez, humilló y denigró a la comunidad universitaria general; a los alumnos, a las alumnas, a los profes, al personal administrativo

LA COLUMNA
de El Diario

domingo, 28 noviembre 2021 | 06:00

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La falta de valentía, de aplomo y de auténtica sangre fría son características de los déspotas y de los dictadores. Mientras ejerció el poder como rector de la Universidad Autónoma de Chihuahua, Luis Alberto Fierro Ramírez, humilló y denigró a la comunidad universitaria general; a los alumnos, a las alumnas, a los profes, al personal administrativo.

Antes del mediodía del viernes fue expulsado como jefe de esa institución pública. En lugar de pedir disculpas o partir en “digno silencio” imploró a los reporteros piedad.

“Ustedes siempre fueron mis amigos. No vayan a maltratar mi imagen”, les pidió a punto de aflojar las corvas y desplomar su cobardía hasta el suelo.

Clamó para sí mismo la piedad que no tuvo hacia sus estudiantes, ni hacia sus maestros. Hubo risillas entre algunos periodistas, coraje en otros que igual fueron sujetos de maltrato a lo largo de más de cinco años.

En las “cuidadas” formas políticas, Fierro presentó el viernes su renuncia, en realidad fue objeto de una y pura expulsión ocasionada por su propia conducta.

Aceptó renunciar para no ir a dar con sus huesos en la cárcel por corrupción; no por lo pronto. Ya veremos el tamaño de los desfalcos tanto económicos como académicos.

Él escribió durante las últimas semanas su propia historia de despido. La separación no era parte del plan de sus críticos y fiscalizadores, menos de él mismo, pero se obstinó en defender secretamente un indefendible modelo académico; así terminó, implorando no maltratar su imagen.

Tenemos las porciones esenciales de esa historia:

Un par de días antes del aniversario 111 de la Revolución Mexicana un alto funcionario de la UACH, César Gutiérrez, llegó a Ciudad Juárez y cruzó de inmediato a El Paso con dirección a la Universidad de Texas (UTEP).

Su encomienda no tenía relación con aquella histórica guerra civil azteca, pero sí con la conflagración de gran importancia actual para los chihuahuenses con interés en su universidad y sus más de 33 mil personas que la integran, entre estudiantes, académicos y personal administrativo. Todo sufragado con recursos públicos. Ciudad Juárez tiene una facultad de la UACH.

César Gutiérrez era todavía el viernes coordinador de Relaciones Internacionales de dicha casa de estudios. En esa calidad solicitó ser recibido por un grupo importante de maestros de UTEP.

Su objetivo era implorar ayuda para evaluar el exótico, ahora tristemente célebre “nuevo modelo educativo UACH-DS (desarrollo sustentable)” implementado a sangre y fuego por su jefe el rector Fierro. Por fortuna para los chihuahuenses, exrector desde el viernes.

Para los maestros de la universidad texana no quedó clara siquiera la representación de Gutiérrez. Charoleó con su cargo, pero no dijo si iba a título de la universidad, o a nombre del rector, o a nombre propio, solo pidió la evaluación.

Evidentemente, los profes paseños escucharon y callaron. Recibieron los documentos, las explicaciones y se despidieron.

Sin duda el funcionario de la universidad chihuahuense arribó a UTEP por instrucciones del rector en secreta búsqueda de revivir un proyecto muerto y a esas alturas bien sepultado.

El estrafalario modelo educativo fue contratado por la UACH al exdirector general de Educación Superior Universitaria de la SEP, Salvador Malo Álvarez e instrumentado a través de dos exfuncionarias de la Universidad Iberoamericana, Pilar Verdejo y Magdalena Orta.

Más de 10 mil alumnos fueron prácticamente defraudados porque iniciaron troncos comunes para diferentes carreras sin certeza de quedarse en las materias seleccionadas. Hoy permanecen a la triste deriva.

La anarquía es total. Ni familias, ni gremios de estudiantes, ni académicos fueron informados de ese modelo hasta que les fue colocado frente a la cara sin alternativa de discusión.

Aunque mayúscula, la inconformidad solo explotó en el cambio de régimen del Gobierno estatal. El exgobernador, Javier Corral, fue padrino del rector Fierro, así que fue cómplice e impulsor de todas sus iniciativas por más descabelladas y locas que fueran, como la que nos ocupa.

Le perdonó Corral no solo la destrucción completa, literal, de la UACH, sino sus frivolidades, sus autocobros mensuales por hasta 300 mil pesos mensuales, su enriquecimiento evidente, sus decenas de viajes al extranjero por mero placer... Lo perdonó porque fueron como almas gemelas, uno parasitando en los recursos públicos universitarios; el otro, en el Gobierno estatal. Imponente el perjuicio hecho, quizá irreversible en varios aspectos.

La nueva gobernadora, Maru Campos, (perseguida en su momento por Corral) escuchó a la comunidad universitaria, revisó el desastre material de todo tipo hallado por todos los rincones de la llamada máxima casa de estudios, advirtió el potencial peligro de mayor regresión con el modelo implantado y acordó con los muchos inconformes echarlo abajo.

Para cuando Gutiérrez brincó a El Paso ya había quedado fuera de circulación el plan de sus patrones. Faltaban por caer encima de ese ataúd algunos puños de tierra que le serían lanzadas unos días después del 20 de noviembre por el Consejo Universitario pero creer en la resurrección, y peor intentarla, sonaba a otra locura.

Fierro alcanzó la rectoría en agosto del 2016, concluía su período en agosto del año entrante. El viernes fue ejecutada su expulsión con disfraz renuncia.

Acordó con la gobernadora que echaría abajo su chiflado modelo educativo y que relevaría de sus cargos a varios de sus colaboradores inmiscuidos en ese proyecto y en todo el desastre.

Hizo lo segundo a medias, -la promesa de remover colaboradores-; con una torpeza propia de la razón extraviada intentó en secreto dar oxígeno de boca a boca y en secreto a su modelo al mismo tiempo que este era desmontado por todos los campus. Así de tonto como suena así se condujo. Desenlace infeliz.

El intento en El Paso fue cosa menor y quizá a estas alturas desconocido en Palacio de Gobierno. Fueron sorprendentes otros dos actos ejecutados bajo las mismas circunstancias.

El 17 de noviembre convocó Fierro a una comida a varios líderes empresariales de los más simbólicos en la ciudad de Chihuahua para tratar de dorarles la píldora con lo mismo.

Quiso que la reunión fuera secreta pero se llevó a cabo en uno de los comederos más lujosos y más politizados de la capital, La Calesa, del afamado Distrito Uno. No habían pedido ni la primera copa de vino para cuando toda la ciudad sabía del encuentro. Cejas levantadas en Palacio.

Por si fuera poco el siempre concurrido lugar, los convocados fueron Francisco “Paco” Santini, líder del Centro Coordinador Empresarial; Luis Antonio Corral, empresario manzanero de Cuauhtémoc y también líder del sector en el país; Edibray Gómez, corralista presidente de la Cámara de Comercio y Antonio Valadez, presidente de Canacintra. Salvo Gómez, el resto cercanísimos a la gobernadora Maru y a su equipo. Le pusieron falta al presidente de Desarrollo Económico, Sergio Mendoza. Quizá olfateó el potencial peligro.

Fierro tenía el objetivo de presentar a los invitados una carta firmada por la vicerectora de la Universidad Iberoamericana, Silvia Schemelkes, avalando su proyecto educativo. Obstinación maniaca.

Nada había qué hacer, Fierro equivocó la forma y el fondo ensimismado en la soberbia y en la egolatría. No quiso entender que el mundo le había caído encima y muy pronto pagó las consecuencias con la expulsión. Las primeras consecuencias.

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