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Opinión

OPINIÓN

No desactivaron ni cadenas de oración

No hay necesidad de argumentos metafísicos ni extraterrenales para hallar explicación a la derrota de Juan Carlos Loera y Morena por la gubernatura

LA COLUMNA
de El Diario

domingo, 20 junio 2021 | 06:00

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No hay necesidad de argumentos metafísicos ni extraterrenales para hallar explicación a la derrota de Juan Carlos Loera y Morena por la gubernatura. Los elementos flotan en el ambiente, accesibles para cualquier aficionado a los ejercicios de esta índole.

Juan Carlos se ha empeñado en prolongar la controversia, aparentemente convencido de un imaginario fraude monumental que convirtió a su habilísima competidora panista en gobernadora.

El abanderado guinda hizo el feo a diversos factores que siempre tuvo a la vista, seguro que su guion y sus armas lo conducirían a un triunfo con la suficiente holgura como para calificarla con el coloquialismo popular de tunda hacia su oponente.

Así, con ese lenguaje, cerró su campaña en Juárez aquella tarde-noche de vientos huracanados, arena y truenos que desmantelaron de propaganda la zona de tarimas donde el candidato y otros abanderados más de Morena pronunciaron sus últimos discursos campañeros. El ojo de la X monumental quedó atónito por la premonitoria casualidad del sorpresivo fenómeno meteorológico.

Loera de la Rosa tenían perfectamente medido Juárez. Esta frontera andaba rendida a los pies de Morena desde AMLO como candidato a la Presidencia de la República. Y si superMocken no hubiera sido precisamente en 2018 víctima de sabotaje desde los cuarteles guindas, esta vez Juárez habría representado para el candidato a gobernador lo que fue la ciudad de Chihuahua para la contendiente panista, nada más y nada menos que cerca de 100 mil votos en diferencia, de los 132 mil a nivel estatal.

No queremos ni pensar si esta vez no llega Cruz Pérez Cuéllar como el abanderado de Morena por la alcaldía y su lugar lo hubiese ocupado el enclenque profe universitario “Benjamón” Carrera, como pretendió el candidato a gobernador. Era excesiva la confianza de la campaña estatal en los generosos votos juarenses.

Fuera de este que, efectivamente y sin problema alcanza la categoría de bastión para la Cuarta Transformación, el resto del estado fue dejado prácticamente en el abandono.

Y no hablamos de presencia física, Juan Carlos sudó la camiseta y gastó zapatos como pocos candidatos lo hicieron durante la campaña. Trabajó desde el amanecer hasta entrada la noche de cada día. Ahí quedaron las pruebas por los 67 municipios recorridos.

Nos referimos a la operación fina y extrafina que necesariamente debía ser llevada a cabo desde Sueco para allá, desde donde aparece el letrero: bienvenidos al municipio de Chihuahua.

El candidato y amigo de los más cercanos a López Obrador no modificó un milímetro su discurso al menos para generar confianza entre el conservador electorado de la capital. No son despreciables sus 95 mil votos, pero los de Maru Campos fueron 223 mil.

Allá fue catalogado como hijo de la hoz y el martillo y no hizo nada al menos por matizarlo. Desaprovechó inclusive su buena relación con los medios informativos más influyentes para suavizar esa percepción. Dejó que la bola de nieve creciera cuesta abajo sin intento alguno de freno. ¿Para qué? Juárez obraría el milagro final.

Tras la jornada electoral, el propio candidato moreno exhibió su también aparente asombro con videos de sacerdotes de la diócesis de Chihuahua involucrados sin ninguna sutileza en el proceso electoral.

Uno de ellos dijo a sus feligreses:

“Aquí yo pregunto, y aquí yo termino, ¿cuándo un país con una ideología marxista ha experimentado un auténtico desarrollo?... ¿Alguien me quiere responder? Bueno, espero que reflexionemos, espero que vayamos al mundo, como nos dice hoy el Señor, a anunciar el evangelio en este sentido integral de la promoción de la persona. Defender la vida, proteger a la familia, los valores del evangelio. Vayan por el mundo a anunciar el evangelio...”.

¿Desde cuándo la Iglesia ha sido ajena a los procesos políticos, a las transformaciones sociales? Nunca, menos cuando se generaliza la idea de un eventual gobernante “peligroso”.

Sorprendió genuina, pero ingenuamente al abanderado que entre las familias de Chihuahua se generaran cadenas de oración en su contra siendo también él católico, sólo que no compartió al electorado esa “secreta” pertenencia a la religión con más adeptos en el estado, en el país, en América Latina.

Nunca se supo de un acercamiento de Loera con la poderosa jerarquía católica; vaya, ni siquiera con los “curas oficiales” del nuevo amanecer catalogados como los últimos sobrevivientes, decanos, de la teología de la liberación: “El Pato” Ávila, Camilo Daniel, Dizán Vázquez, que al principio del corralato hicieron de Palacio de Gobierno su segunda casa.

Durante la precampaña no fue rechazado el moreno en las filas empresariales del centro y sur del estado, menos en Ciudad Juárez, pero los contrincantes armaron una extraordinaria estrategia de disuasión que terminaron echándose a la bolsa hasta aquellos que albergaron dudas iniciales sobre la fuerza de Maru y eran aplaudidores del gobernador.

Juárez fue un ejemplo de ello digno de no ser olvidado, los canacos, los hoteleros y otras ramas similares de emprendedores, permanecieron casi los cinco años mimetizados a Corral y “sorpresivamente” (entre dobles comillas) aparecieron en el war room de la candidata azul.

Nada fue movido desde la trinchera morena que desactivara esa operación o al menos la frenara. Hubo en Juárez inclusive un empresariado que apoyó abiertamente a Pérez Cuéllar pero no a Loera. Cruzaron su voto...y sus apoyos. Nunca llegó hasta ahí la vital, urgente, operación guinda extra fina.

De Chihuahua hacia el centro no hubo para Morena ni vendedores de elotes ni de burritos, esos microempresarios también luchones y aspiracionistas atentos siempre a los aires político-electorales que esta vez le otorgaron su confianza a la candidata panista.

***

No sudar calenturas ajenas, aconseja la popular expresión. El candidato de Morena se metió a un pleito que victimizó a su oponente y la oxigenó con apoyos al menos en dos etapas de la precampaña.

Esta parte ya la analizamos antes. Loera compró íntegra y sin masticar una causa sin futuro con origen en el estómago panista, en las vísceras del nuevo amanecer: la persecución de Javier Corral Jurado contra María Eugenia Campos.

No tenía esa guerra asidero político ni moral para el gobernador (seguidilla de increíbles torpezas lo legal). Era imposible vender como auténtico un proceso penal arrancado apenas a finales del año pasado fundado en hechos que presumiblemente ocurrieron antes del 2016.

Para los panistas y ciudadanía en general había quedado claro que fueron los votos de Maru en el municipio de Chihuahua los que convirtieron a Corral en gobernador y los mismos de su reelección como alcaldesa en 2018 los que consiguieron algunos diputados en el Congreso del Estado para que el mandatario mantuviera la “gobernabilidad” legislativa en la segunda parte de su administración. ¿De heroína a villana en un par de años? Los panistas no compraron semejante hipocresía y le entregaron por casi dos a uno la candidatura a gobernadora frente al delfín corralista, Gustavo Madero. Cuatro mil 620 votos contra dos mil 800.

Esa lección de aquel proceso interno quedó a flor de tierra. Loera debió pasar de largo cuando el canto de la sirena en Palacio lo llamó para replicar la guerra hasta con las mismas palabras y calificativos lanzados por funcionarios de toda jaez con despachos en la administración estatal.

Si el gobernador con toda la estructura del Gobierno estatal no pudo derrotar a la contrincante de su candidato, los morenos debieron saltarse ese episodio.

***

En uno de los municipios pequeños ubicado por la ribera del Río Conchos, La Cruz, Juan Carlos alcanzó poco arriba de 300 votos contra mil 600 de Maru. En Delicias fueron 13 mil a 28 mil, más del doble; casi el triple en Saucillo, menos de dos mil 500 contra cerca de ocho mil 500.

Es la famosa región del “conflicto por el agua”. Esa de la que Morena no podía esperar otra cosa que votos en contra por el terrible manejo del régimen de la Cuarta Transformación y peor seguimiento dado por los jefes de las campañas a la gubernatura, diputaciones y alcaldías.

Allá por Ojinaga, donde termina su largo recorrido el Conchos para unirse al Bravo, la votación fue de horror, aproximada al cuatro-uno: siete mil 300 de Maru frente a mil 600 de Loera de la Rosa.

Nada hicieron los morenos por incursionar allá con eficacia; al contrario, todavía es hora que permanecen en la cárcel tres agricultores desde aquellas protestas por la defensa del agua que, además, derivaron en el asesinato de una joven mujer madre de familia, campesina, a manos de la Guardia Nacional. Íntegro todo con cargo a Loera.

Tampoco en la sierra funcionó el intento de agenciarse varias decenas de miles de votos. Una vez que el PRI se decantó por la candidatura de Maru, los sufragios se repartieron entre ella y los candidatos a las alcaldías y diputaciones. De nuevo regresó el poder al tricolor en toda aquella zona con casi 30 presidencias municipales y dos de mayoría.

Así fue la película. Tuvieron los morenos el guion del triunfo en sus manos, pero sorprendentemente no lo utilizaron. Su libreto se redujo a garantizar Juárez cuando, es harto sabido, no pasa de votar el 40 por ciento.

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