Opinión

Mujeres, ciudad y vulnerabilidad

Antepongo una profunda disculpa porque me declaro neófito de la temática

Jorge Breceda
Analista

sábado, 22 febrero 2020 | 06:00

Antepongo una profunda disculpa porque me declaro neófito de la temática, más aun, porque creo que la siguiente reflexión la debería realizar alguien legitimado para hacerla: una mujer. En ese grado de honestidad intelectual, signo la siguiente reflexión.

Para iniciar colocaré un comentario de un gran amigo, él afirmaba que un helicóptero sólo puede accidentarse si se reunían ocho factores, como: habilidades reducidas del piloto, factores climatológicos no considerados, falta de combustible, entre otras; siempre que se sumarán ocho, ese helicóptero estaba destinado a caer.

Ahora bien, el pasado jueves se celebró el segundo seminario interdisciplinario de derechos humanos organizado por el Colef y la UACJ, evento lleno de reflexiones, propuestas y compromisos de cada una de las personas participantes.

En dicho evento se reflexionó sobre la vulnerabilidad de la mujer; el planteamiento se basaba en el daño que hacen los discursos bajo construcciones igualitaristas, es decir, promocionar la idea que el hombre y la mujer son iguales; se señalaba que hacer creer eso a la mujer, en una sociedad en donde ella no es sujeto sino objeto, lo único que reproduce es una terrible vulnerabilidad.

Para lo anterior se pueden colocar dos ejemplos: primero, se puede materializar imaginando que un varón es asaltado en un callejón oscuro, ¿qué le pasaría? Seguramente sería golpeado para llevarse sus pertenencias, sin embargo, de tratarse de una mujer, los expertos dicen que la mujer no sólo sería víctima de robo, sino que se acompañaría de algún delito de índole sexual.

Segundo, es poco probable que en la ruta 1-B (roja) una mujer –con alevosía y ventaja– intente fervientemente rozar su cuerpo con un varón, sin embargo, usted debe reconocer que existen hombres que no sólo lo intentan, sino logran acercar sus partes íntimas a mujeres buscando satisfactores sexuales.

Esa radical diferencia en la consecuencia del delito (s) debe propiciar un cambio de discurso, en donde se enmarque el contexto social en el que se encuentra esta ciudad, es decir, dar herramientas a cada una de las mujeres para estar alertas al entorno y a los varones la exigencia de no reproducir dichas atrocidades.

Ahora bien, en ambos ejemplos se visualiza cómo la mujer en muchas ocasiones –desgraciadamente– no es observada como un sujeto sexual, sino como un objeto sexual, es decir, un ente cuya cosificación se hace patente por un entorno hostil y subsumido por paradigmas patriarcales.

Dicho lo anterior, la reflexión, entiéndase, no se habla de hacer distinción de derechos o menoscabar prerrogativas, sino de visibilizar el estado de vulnerabilidad social en la que se encuentra la mujer y con ello, socializar una idea social de protección hacia ellas.

En esta propuesta discursiva no se debe integrar por la recopilación de las vetustas diferencias tanto biológicas como culturales o los llamados “marcadores femeninos”, argumentos que ya se encuentran superados por la academia; en esta innovación se debiera de considerar fundamentalmente el contexto en el que se encuentran las mujeres.

Dicho lo anterior y recuperando lo escrito al inicio –evento académico y los ocho errores–, se conversó sobre los grados de vulnerabilidad; un servidor mencionaba que uno de los elementos fundamentales para la violencia es el estado de pobreza de las víctimas, sin embargo, se fueron sumando elementos, dentro de los cuales se pueden enunciar los siguientes: consumo de drogas, familias disfuncionales, violencia familiar, entre otras, son detonantes para la construcción de vulnerabilidad en las mujeres.

La reflexión, terrible deliberación de lo anterior, resulta que no es necesario conformar ocho elementos para que una mujer sufra violencia, no es necesario que se junten una serie de supuestos, la mujer no necesita ser pobre, consumir drogas y vivir en un sector violento (por sólo enunciar tres). En esta ciudad sólo se necesita un elemento para ser agredidas o ser susceptibles a actos de violencia: ser mujer.

Un tema complejo y lleno de vicisitudes, lo cierto es que nuestra ciudad es conocida mundialmente por nuestras muertas, por lo tanto, esta urbe debe –en demasía– una solución del problema; la responsabilidad de los actores académicos, políticos y del sector privado deben ser los bastiones para crear mecanismos eficientes para erradicar la violencia hacia la mujer y no sólo replicar conceptos y modelos ajenos a nuestro entorno.

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