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Opinión

Morir por culpa de otros

Justo a partir de la semana que empieza mañana, inicia también la mayor prueba de responsabilidad y disciplina para los juarenses

Francisco Ortiz Bello
Analista

domingo, 29 noviembre 2020 | 06:00

Las celebraciones navideñas venideras no serán lo mismo que antes. Las cenas de Navidad y Año Nuevo próximas en los hogares juarenses, tendrán que guardar una serie de medidas y protocolos muy estrictos en aras de preservar la salud y la vida de nuestros seres queridos, si es que queremos recibir el 2021 todos juntos de nuevo. Así tendrá que ser.

Justo a partir de la semana que empieza mañana, inicia también la mayor prueba de responsabilidad y disciplina para los juarenses, para todos los juarenses, porque dentro del mes de convivencias, fiestas y reuniones por excelencia, habremos de evitar al máximo precisamente eso, las fiestas, las reuniones y la convivencia. Tenemos que hacerlo, en ello nos va la vida.

Sé bien que al leer esto, algunos reaccionarán airados y hasta molestos, alegando que nadie puede impedirles celebrar a su manera y a su voluntad las fiestas navideñas, alegando que de todos modos se contagiarán, alegando que el virus es un invento del poder mundial para controlar a la humanidad, alegando con mil y un argumentos que pueden ser ciertos o no, que pueden tener razón o no, pero el problema es que la gente se está muriendo como nunca antes y, si no logramos contener el contagio, una de esas muertes puede ser la de alguien muy querido, a la de uno mismo.

Independientemente de los argumentos de cada quien, incluso hasta de los legales o jurídicos (ya hay quien piensa ampararse contra la Ley del Cubrebocas), más allá de eso, hay una enorme verdad que sobrepasa todo: la enfermedad Covid-19 no tiene cura, no hay vacunas ni medicamentos específicos que la curen y en algunos casos, sin que exista un patrón claro, resulta mortal para las personas.

Muchos argumentos, pretextos y excusas para no seguir las medidas de protección y prevención escrupulosamente, pero todos se caen dramáticamente ante la aplastante realidad: nuestro país es el cuarto del mundo en número total de decesos, el tercero en muertes por cada millón de habitantes y también uno de los primeros en tasa de mortalidad. No hay manera de evitar eso o de hacer como que no existe.

Como país, llevamos más de cinco días consecutivos rompiendo el récord de más contagios en 24 horas, arriba de los 10 mil por día, y el viernes alcanzamos los 12 mil contagios en un solo día. En Chihuahua las cosas se ven igual.

Y si esto está ocurriendo antes de las fiestas navideñas, como resultado del relajamiento social en eventos festivos o fines de semana largos ¿se imagina si ese relajamiento o indolencia se repiten durante las posadas? No habrá camas suficientes en los hospitales que atiendan a los enfermos, ni habrá espacios en las funerarias para los muertos y tampoco habrá un feliz año nuevo para muchos de nosotros.

Algunas personas aún dudan de la gravedad de la situación, aunque no puedan abrir sus negocios, aunque hayan perdido a algún amigo o ser querido, aunque conozcan de cerca algún caso de contagio, como si en el fondo con su actitud quisieran negar la existencia del virus y hacer como si nada pasar, pero sí está pasando por mucho que algunos pretendan desestimar la amenaza real del momento.

Pero también los hay simplemente necios, rebeldes, indisciplinados, renuentes, tercos, irresponsables, que han hecho de esa actitud una norma de vida ante cualquier regla social, pero que hoy particularmente cobra una especial relevancia su actitud negativa y antisocial, por el daño que provocan.

Durante la semana que hoy termina se hizo viral un video que ejemplifica con mucha claridad la mala esencia de este tipo de personas, así como los nocivos efectos en la sociedad que estos individuos provocan.

Durante una sesión plenaria del Consejo General del INE en la Ciudad de México, el representante del PT, el diputado federal Gerardo Fernández Noroña se negó tozudamente a usar el cubrebocas al momento que pidió la palabra para una participación. Conminado una y otra vez por el presidente del INE, Lorenzo Córdova Vianello, obstinadamente el legislador petista se negó a ponerse el cubrebocas.

Fernández Noroña esgrimió en su favor, entre otros argumentos, que tenía el derecho a expresarse libremente, sin mordaza (asimilando el cubrebocas a una mordaza), que había espacio suficiente entre cada de los presentes, que él cuando habla consume mucha energía y por eso necesita tomar constantemente agua y el cubrebocas no se lo permitía, que en la Cámara de Diputados cuando habla en tribuna nunca le exigen el uso del cubrebocas, que la Constitución de la República le garantiza su libertad de expresión sin mordazas… y un largo etcétera de sinrazones.

El presidente del INE rebatió concisa y puntualmente cada una de sus excusas o pretextos. Le dijo que se encontraban en el INE, no en la Cámara de Diputados y que en el INE se regían bajo las disposiciones y reglamentos internos aprobados por su Consejo General, y uno de ellos es precisamente el uso del cubrebocas obligatorio en sesiones presenciales, independientemente de guardar la sana distancia; le volvió a remarcar que el uso obligatorio del cubrebocas es parte del reglamento interior del INE y que este fue aprobado por la Secretaría de Salud, y que en su calidad de integrante del Consejo General (Noroña) estaba obligado a acatar ese reglamento… En fin, todas las razones suficientes para que el legislador petista entrara en razón, pero no, no hubo poder humano que lograra convencerlo de algo que ni siquiera requiere de convencimiento, sino simplemente de acatar una disposición oficial, un reglamento, una norma.

Al presidente del INE no le quedó más remedio que interrumpir la sesión, decretar un receso, para que todos los presentes en el lugar se trasladaran a sus respectivas oficinas y, desde ahí, virtualmente, seguir atendiendo la sesión para que Fernández Noroña pudiera hablar sin cubrebocas, pero ya sin la presencia física de los demás integrantes del Consejo General. A ese elevado grado llegó la estulticia, la imbecilidad de Fernández Noroña.

Pero, cuando el presidente de la República dice que “La gente es libre de decidir si usa cubrebocas o no”, en medio de una emergencia sanitaria por una pandemia, uno se pregunta de quién es la estulticia e imbecilidad. Precisamente, uno de los argumentos esgrimidos por Fernández Noroña fue que: “el subsecretario de Salud, Hugo López-Gatell, ha dicho que no es obligatorio y no evita el contagio”, lo cual es cierto, porque el zar antiCovid ha ido como veleta, de un lado a otro, en los argumentos a favor y en contra del cubrebocas.

Lo cierto es que la postura presidencial y las tibias medidas adoptadas por el subsecretario López-Gatell, han sido causa fundamental para que el contagio por Covid-19 se salga de control, incluso en la misma Ciudad de México, el gobierno encabezado por la morenista y lopezobradorista Claudia Sheinbaum ha roto con las directrices emanadas de la Secretaría de Salud federal, aplicando sus propios protocolos, sus propias medidas y acciones, entre las que destacan la aplicación masiva y gratuita de pruebas, la obligatoriedad del cubrebocas y la implementación de un programa de detección y seguimiento de casos a través de una plataforma digital (código QR), no confía pues en las disposiciones de Hugo López-Gatell y se lo ha dicho directamente.

En Chihuahua, lamentablemente, tenemos muchos Fernández Noroña, muchos López-Gatell, que han decidido hacer caso omiso de una reglamentación que claramente busca reducir de manera importante la propagación masiva del virus, si bien exhibiendo una manifiesta insuficiencia e incapacidad de afrontar el problema desde el ámbito institucional, al menos reconocen tales carencias y dejan en manos de la conciencia social la contención del contagio. Pero no ha funcionado.

Miles de chihuahuenses se niegan a acatar las disposiciones básicas para prevenir los contagios. Siguen saliendo a la calle en familia a realizar actividades no esenciales, siguen negándose a utilizar el cubrebocas, siguen efectuando reuniones y fiestas familiares sin las debidas medidas de protección, siguen arriesgándose ellos y arriesgando a todos con su inconciencia e irresponsabilidad.

Vivir en comunidad exige de grandes responsabilidades. La más importante de todas es respetar los derechos de los demás, y uno de los más importantes es el derecho a la salud, por lo tanto, el uso del cubrebocas y de todas las demás medidas, más que una obligación legal, es una responsabilidad moral de cada uno de nosotros de cuidarnos y, así, cuidar a los demás. 

Aunque no estén de acuerdo, eso no importa. La comunidad es eso, el bienestar del todo, por encima de la individualidad. Si no desean vivir en comunidad está bien, también es su derecho, pero entonces que se hagan ermitaños y que se aíslen en la montaña más alta y lejana de las ciudades, ahí donde nadie los moleste, pero también donde no molesten a nadie. Sencillo.

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