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Opinión

Cultura de la paz para el buen vivir

Memoria histórica, espiritualidad y paz

El buen uso de las memorias es fundamental para lograr la reconciliación y la paz, pero su mal uso es tan grave como su olvido

Juan Diego González Ruiz
Especialista en Educación Religiosa por la Pontificia Universidad Javeriana, Bogotá

lunes, 19 abril 2021 | 06:00

El buen uso de las memorias es fundamental para lograr la reconciliación y la paz, pero su mal uso es tan grave como su olvido. La conciencia del pasado es vital para generar trasformaciones que favorezcan la superación de las adversidades, de las situaciones violentas e injustas; se requiere comprender lo que sucedió y así no perpetuarlo, y para ello, es necesario entender que el olvido nunca es el camino que conlleva a la paz, una postura de “amnesia” ante el pasado implicaría que las víctimas renunciaran a sus derechos, la reconciliación sólo es posible asumiendo y validando lo acontecido para poder resignificarlo con un sentido numinoso.

En las tradiciones religiosas de la humanidad, la memoria es un elemento importante que facilita una espiritualidad auténtica y no evasiva de la realidad. Por ejemplo: en la historia del pueblo judío, la memoria es la base de su fe, los hechos fundantes que generaron la captación de sentidos trascendentales, incluso, en acontecimientos dolorosos, como el exilio a Babilonia y las invasiones de diversos grupos extranjeros, entre muchos otros sucesos. Estas resignificaciones le dan sentido a los sufrimientos de este pueblo, pero no es negación de lo que pasó, sino la comprensión de los hechos desde una experiencia de fe, lo que le ha permitido a la tradición judía mantener su identidad y levantarse de procesos tan violentos y complejos como el holocausto nazi. Estas categorías se trasladan de manera significativa a postulados cristianos como el perdón, la misericordia, la comunidad, la paz, etc.

¿Qué tipo de uso se hace en Latinoamérica de las memorias históricas? Muchas veces se recurre a las memorias para manipular los resentimientos sociales, los dolores de nuestros pueblos que no han sido hablados, asumidos, validados, entendidos, lo que genera confrontaciones y agresiones de todo tipo. Estas maneras equivocadas de utilizar las memorias, impide que se superen los conflictos. Es necesario asumir las verdades de nuestros procesos históricos, porque no se puede construir una paz perdurable basada en medias verdades o en supuestos; tampoco se logra la reconciliación con promesas fatuas y consolaciones como sofisma de distracción. 

Se debe hacer del pasado doloroso un aliado y no un enemigo, un maestro y no un verdugo asesino. La memoria histórica es un poder, por lo mismo se puede usar para generar bien o para producir mal. Lograr trasformaciones de sentido que favorezcan la justicia, la equidad, la reconciliación, la realización humana… exige conciencia del pasado con un horizonte futuro de esperanza. La concepción que se tenga del ser humano y del tiempo son coordenadas que enmarcan las lecturas que se hacen de la realidad; es vital comprender al sujeto con apertura permanente a otras realidades y no condenarlo desde interpretaciones reduccionistas, desde las adversidades vividas, ejemplo: desplazado, drogadicto, presidiario, etc. Ésta es una de las maneras nefastas de uso de las memorias porque al rotular a las personas, a las comunidades humanas, a los lugares, con ciertos carteles, se les priva del derecho a la resignificación. Se debe ver al ser humano desde su dignidad inherente, desde su capacidad de transformación. La verdadera espiritualidad entiende que siempre es posible empezar de nuevo y que nada es un determinante absoluto.

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