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Opinión

‘Me gustan los estudiantes…’

'Me gustan los estudiantes, porque son la levadura del pan que saldrá del horno con toda su sabrosura…'

Laura Estela Ortiz
Doctora

jueves, 25 mayo 2023 | 06:00

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“Me gustan los estudiantes, porque son la levadura del pan que saldrá del horno con toda su sabrosura…”.

Porque en este mes nos sobran pretextos para celebrar, compartir y sentirnos felices, pero el 23 de mayo en Colegio de Bachilleres y en todas las escuelas de la ciudad y del país, festejamos a esa juventud estudiosa, de la que depende   la transformación de una sociedad pobre a una próspera, de esa juventud que cambia la falta de civilidad a la cortesía y la cultura que tanta falta nos hace; de la corrupción tan extendida a una nueva conciencia que rechace la perversidad y la injusticia. 

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Nuestros estudiantes bachilleres, son luz en una ciudad oscurecida por tantos problemas sociales. Los vemos defenderse, sobresalir en deportes, ocupando lugares preferentes en las visorias de los equipos  que luego los invitan a firmar a las grandes selecciones de futbol, béisbol, vóley bol, atletismo, artes marciales, convirtiéndose en los representantes de nuestro estado y del país, posteriormente en los grandes eventos panamericanos y olímpicos. Los vemos año con año, participar en olimpiadas de conocimientos en matemáticas, química, física, ajedrez, su esfuerzo los hace colocar a nuestra institución en honrosos lugares nacionales e internacionales. Es un orgullo saber de qué están hechos. En danza, pintura y teatro, en todas las bellas artes, nos representan orgullosamente.  

Nos gusta verlos tomar iniciativas y reunirse en grupos, visitando albergues, asilos, asociaciones que requieren de su ayuda, llevando alimentos, juguetes, despensas, cobijas y tiempo de calidad a quienes los llaman. Organizan maratones para reunir alimentos para perros y gatos en situación de calle y de abandono. El anual y famoso  “croqueton¨. Los hemos visto por años realizando actividades recaudatorias para llevar agua purificada, suero y esperanza a las colonias vulnerables de la ciudad en un verano y un sol que quema, pero que nada hace contra el entusiasmo de ayudar y de transportar en sus brazos, garrafones y cientos de litros casa por casa a quienes necesitan del líquido vital. Cocinan burritos, preparan café y aguas de sabores para llevar a las afueras de los hospitales y disminuir en un rato el dolor de los familiares de pacientes que se encuentran ahí dentro. Su nobleza y entereza alcanza para ayudar a migrantes con alimentos, ropa y dinero, acercándose a los límites del muro fronterizo  sin notar desigualdad y brindándoles palabras de apoyo también. 

Nuestro corazón se agranda cuando son llamados a recibir becas en las mejores universidades mexicanas y extranjeras. 

Trabajar, educar y convivir con jóvenes es un reto, una enseñanza y un privilegio. Por eso nos interesa que, en los hogares, en las políticas de gobierno y las autoridades escolares, garanticen los derechos de los estudiantes que sufren también el acecho de la violencia e inseguridad,  la migración forzada y actividades ilícitas. 

No todos están en la misma barca. Los queremos ver a todos uniformes  y dignos, portando una camiseta que les de un sentido de pertenencia, igualdad y disciplina,   con el cabello corto, con los zapatos limpios como parte de su formación elemental, sentados en sus bancos durante la clase, pero corriendo por los pasillos en sus recesos, libres por un rato de aparatos electrónicos que les hacen olvidar   los juegos básicos en los patios escolares  y la libertad de convivencia con sus compañeros.  

Nunca como ahora, en tiempos de desarrollo tecnológico, de  comunicación e industria,  habíamos notado con tanta evidencia el rezago educativo que existe y  que ha venido a remarcar la triste injusticia y desigualdad que hay en las aulas, donde no todos tienen igual acceso, pues la educación se ha convertido en algunos casos, en un  negocio que otorga oportunidades a unos y se las niega a otros. La educación pública de calidad debería ser el pilar sobre el que se cimenta el futuro, pero ni siquiera hemos podido superar las carencias en la infraestructura, y la imagen de estudiantes  que reciben clases sentados en el suelo o sin un techo que los proteja de los elementos ambientales. Estudiar debe ser un esfuerzo y un sacrificio, pero no al grado de arriesgar la vida ni las necesidades elementales que obligan a muchos a desertar, huérfanos de padres y familia, huérfanos de un sistema educativo que pueda velar por sus derechos. Queremos que se alimenten bien, que la vida les sea grata. Que la calidad de las asignaturas, aseguren un conocimiento provechoso, experimental y verdadero, que se sientan con el derecho pleno de argumentar, objetar y hasta impugnar lo que los maestros dictamos  en el aula. El derecho a la libertad es el más preciado y el más merecido.

Mayo es el mes establecido en nuestro calendario cívico, para celebrar a los estudiantes,  esperanza del cambio que la mayoría anhelamos. Felicitamos  a la juventud estudiosa que entre cuadernos y libros sueña con el mañana en que habrán de alcanzar sus  metas, contribuyendo con rectitud e integridad a un mundo mejor.

“Que vivan los estudiantes que rugen como los vientos, pajarillos libertarios, igual que los elementos. Caramba y zamba la cosa ¡vivan los experimentos!...”.

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