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Opinión

Los pasaportes de vacunas

Después de meses de estar luchando contra el coronavirus, la ciencia logra un enorme avance al producir en un tiempo récord la vacuna contra el coronavirus

Sixto Duarte
Analista

martes, 30 noviembre 2021 | 06:00

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Durante el transcurso de los siglos XIX y XX, innumerables enfermedades (tales como el sarampión, rubeola, poliomielitis, difteria, entre otras) se desarrollaron en nuestras sociedades, mismas que posteriormente fueron erradicadas a través de vacunas.

En ese tiempo, era común que se emprendieran campañas de vacunación en centros escolares, de salud, plazas públicas, entre otros diversos lugares. Igualmente, era común que para cruzar a Estados Unidos se requiriera una prueba de estar inmunizado contra estas enfermedades.

Gracias al esfuerzo oficial, y la colaboración de la sociedad, estas enfermedades fueron prácticamente erradicadas durante décadas. Desafortunadamente, las mismas volvieron a surgir a partir de los movimientos de los “anti-vacunas” o “anti-vaxxers”. Esto, pues al haber un mayor porcentaje de personas que no se vacunan contra una determinada enfermedad, mayor es el riesgo de resurgimiento y propagación de la misma.

A la fecha, al menos desde mi cosmovisión particular, considero que los anti-vaxxers no son distintos de aquellos que creen que la tierra es plana (flat-earthers), o que el calentamiento global no existe, y en general, de aquellos que niegan las verdades irrefutables de la ciencia.

Después de meses de estar luchando contra el coronavirus, la ciencia logra un enorme avance al producir en un tiempo récord la vacuna contra el coronavirus. El problema ahora es que hay gente que no quiere ponérsela.

Los anti-vaxxers pueden negarse a vacunarse por distintas razones: algunos por abrazar teorías conspirativas que dicen que todo es un perverso plan de algunos poderosos para dominar el mundo y nuestras mentes, hasta aquellos fanáticos religiosos que dicen que las vacunas están elaboradas a partir de fetos abortados.

Me parece irrisorio que en pleno siglo XXI, exista esta clase de pensamiento. Este es un claro ejemplo de que el sistema educativo (particularmente en Estados Unidos y México) ha fracasado. Si a esto le aumentamos lo dicho por nuestras autoridades (el “Detente” del Presidente, o las nanopartículas de la entonces Secretaria de Gobernación) tenemos un caldo de cultivo perfecto para que en nuestro país las enfermedades (incluido el coronavirus) se sigan propagando.

Los antivaxxers argumentan que a nadie causan daño por el hecho de no vacunarse. No se dan cuenta que viven en una sociedad y que pueden transmitir la enfermedad. Entendemos que a nadie se le puede obligar a vacunarse, mas los gobiernos han adoptado una aproximación interesante a este problema.

En Europa y Canadá, las autoridades han decidido implementar medidas más enérgicas en el sentido de requerir que cada persona que desee entrar a un bar, restaurante, sala de cine, teatro, y de más, acredite el estar vacunado contra el coronavirus. Algunas ciudades de Estados Unidos han tenido la misma aproximación a este tema, situación que ha generado reacciones en Estados como Texas, donde el gobernador Greg Abbott emitió un decreto mediante el cual prohíbe la “expedición de pasaporte de vacunación”.

En Perú, incluso han dividido las funciones de cine en funciones para “vacunados” y para “no vacunados”.

Me parece que las medidas adoptadas en Europa y Canadá son las adecuadas para obligar a los anti-vaxxers a vacunarse, o vivir marginados. No existe un solo argumento de carácter científico que se pueda esgrimir en contra de la vacunación. Creo que en nuestro país debemos adoptar medidas similares una vez que exista mayor abasto de vacunas.

Si alguien en aras de su malentendida libertad sostiene que no se vacunará, entonces tendrá que vivir marginado de una sociedad que debe vacunarse. El bien colectivo a la salud, en este caso, debe ponderarse con mayor importancia que el derecho de alguien a no vacunarse. Nadie ha muerto por vacunarse, y millones han muerto por falta de una vacuna.

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