Opinión

Los Bravos de Juárez

Una de las notas que mayor alegría dio a la comunidad fronteriza la semana pasada fue la adquisición de la franquicia...

Sixto Duarte
Analista

martes, 18 junio 2019 | 06:00

Una de las notas que mayor alegría dio a la comunidad fronteriza la semana pasada fue la adquisición de la franquicia de Primera División de Lobos de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, para mudarla a esta ciudad, bajo el nombre de Bravos de Ciudad Juárez. La adquisición de dicho equipo se llevó a cabo por el mismo grupo empresarial que era propietario de los Bravos de Ciudad Juárez en la liga de ascenso, liderado por la empresaria Alejandra de la Vega.

Sin conocer los detalles respecto a qué escuadra sería la que jugaría, al parecer será la actual alineación de Bravos la que siga jugando en su mismo equipo, ahora en Primera División. Esto luego de darse a conocer que los únicos siete jugadores (o cuatro, según la fuente) de Lobos BUAP habían terminado su relación contractual con el equipo. Esta situación, evidentemente, desató algunas críticas fuera de Juárez, respecto a que Bravos se encontraba ahora en primera división, no por méritos deportivos, sino como consecuencia de un negocio. No fueron pocas las comparaciones con la situación que enfrentaron los Cuervos Negros Salvajes de Nuevo Toledo en Puebla, el equipo ficticio de la serie de Netflix “Club de Cuervos”.

El hecho de que la asamblea de la Liga MX hubiera aprobado la sustitución del Certificado de Afiliación en favor de F.C. Juárez, no debe ser motivo para desestimar el hecho de que la ciudad ya cuenta con un equipo de futbol; lo mismo ha sucedido con otros equipos tales como Veracruz, Querétaro, entre otros. Las ligas deportivas profesionales son, antes que cualquier cosa, un negocio. No es esto una concesión graciosa, casi dadivosa (como muchos lo han querido ver) de la directiva del Club para traer el futbol de primera división a la ciudad. La motivación de la misma debe ser económica, o incluso política, mas no es ‘regalar’ un equipo a la ciudad por regalarlo. Sea cual sea la razón, se debe reconocer el esfuerzo de la directiva en traer un equipo profesional a la ciudad, después de casi diez años de ausencia de futbol de Primera División.

No es la primera vez que la ciudad tendrá equipo profesional de futbol en la Primera División. Ya en los 80 la misma familia De la Vega fue propietaria de las Cobras de Juárez. Igualmente, a finales de los 2000, la familia Ibarra fue propietaria de los Indios de Juárez; en ese momento, la crisis de seguridad en la ciudad provocaba que Juárez fuera considerada una de las ciudades más violentas del mundo. Dentro de esta situación tan lamentable, el equipo de Indios de Juárez fue una de las pocas cosas que traía alegría a esta frontera.

Hoy, la situación de Juárez es parecida a la de hace más de diez años. Con una enorme crisis de seguridad (aunque sin los índices delictivos de esa época), el equipo de futbol viene a mostrar otra cara de Juárez. La ciudad merecía futbol profesional de esta categoría, pues resultaba irónico que ciudades mucho más pequeñas contaran con un equipo profesional, y Juárez no. Aunado a ello, el hecho de que todos los juegos de primera división de Indios de Juárez estuvieran siempre con lleno total, evidencian que Juárez es plaza importante para un equipo de futbol.

Coincide el anuncio del traslado del equipo, con el pronunciamiento del gobernador Javier Corral en el sentido de que, si llegaba el equipo de primera división a la ciudad, habría estadio nuevo para ellos. En lo personal, estimo que se deben analizar alternativas viables de financiamiento privado para una obra de tal magnitud. El Gobierno de Chihuahua, con las deudas que tiene (pues esa ha sido la constante y el pretexto de Javier Corral para no realizar obra, ni actuar como gobierno), no puede, ni debe invertir en una obra que no beneficiaría a la colectividad.

Ya la administración estatal anterior fue criticada por la construcción de un estadio de beisbol (de la cuarta parte de la capacidad de un estadio de futbol funcional) para una actividad de unos cuantos. Proceder con la inversión de dinero público en la construcción de un estadio de futbol, sería incurrir en el mismo error.

Creo que, tanto el Gobierno de Chihuahua, como el de Juárez, deberán brindar facilidades administrativas, estímulos fiscales, entre otros, con el fin de incentivar y promover a los Bravos de Juárez. Sin embargo, la construcción de un estadio en un Estado que en ocasiones batalla para pagarle a los maestros, o a los empleados del Sector Salud, parece un despropósito. Seguramente esta opinión no será popular (precisamente por la popularidad del equipo), pero como dijo el escritor irlandés Oscar Wilde: “Cuando la mayoría de la gente está de acuerdo conmigo, siento que debo estar equivocado”.

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