PUBLICIDAD

Opinión

Lengua larga y cola larga

Parte de la liturgia política que rige los cambios de gobierno es que quien sale, debe permanecer en silencio

Sixto Duarte
Analista

martes, 21 septiembre 2021 | 06:00

PUBLICIDAD

Parte de la liturgia política que rige los cambios de gobierno es que quien sale, debe permanecer en silencio. Esto se da para ceder los espacios públicos a quien llega, darle oportunidad de adaptarse a su nueva responsabilidad, y a partir de ahí, gobernar.

Esto se ha repetido de manera recurrentemente en diversos tiempos en los distintos niveles de gobierno. Peña ha permanecido callado desde que entregó el poder. Antes de él, Calderón hizo lo mismo. En el plano estatal, Duarte permaneció callado (y quizá fue su error) cuando dejó el cargo, justo cómo lo hizo en su momento Reyes Baeza.

En el caso de Javier Corral, parece no entender ni esta, ni ninguna otra regla de elemental cortesía, o incluso de prudencia. Desde el día que entregó el poder, ha actuado de la forma más protagónica e imprudente que un exgobernador puede actuar. Aunado a la grosería cometida de no haber ido a la toma de protesta de su sucesora, Corral no ha entendido que su momento ya pasó, y como lo hacía Rafael Núñez en Colombia, intenta gobernar desde los medios de comunicación.

Primeramente, y a partir de los señalamientos vertidos en la prensa de que la Fiscalía de su gobierno había levantado los aseguramientos de diversas propiedades del exgobernador, Corral sale a decir que es falso. Señala al gobierno actual de estarle allanando el camino al exgobernador para una exoneración, y acusa de corruptos a quienes le sucedieron. Además, pidió a César Peniche, fiscal de su gobierno, que saliera a los medios a aclarar el tema.

Corral demostró tres cosas con dicho mensaje: que sigue en Chihuahua, que es protagónico, y que no tiene control sobre su equipo, pues Peniche (acomodaticio y convenenciero como lo es) nunca salió a medios a hablar del tema. Seguro ha de pensar que no quiere problemas con los nuevos inquilinos de Palacio de Gobierno.

Posteriormente, trascendió en los medios de comunicación que la oficina de representación del gobierno de Chihuahua, era rentada a un amigo personal de Javier Corral. Corral mandó a Cecilia Soto a decir que la gobernadora “faltaba a la verdad” con esos datos. Ante el mensaje en Twitter de Soto, Corral agrega que la corrupción y la mentira van siempre de la mano. Es decir, llamó mentirosa y corrupta a la gobernadora. Y eso que apenas van 13 días desde que cambió el gobierno.

Quiero creer que Corral, más que por protagonismo, está tratando de construir una narrativa en donde si lo llegan a perseguir, pueda decirse perseguido político. De ahí que siga “denunciando” la corrupción. Esta es una jugada que le puede salir muy mal, pues existen muchos elementos para que el nuevo gobierno lo investigue y le finque responsabilidades penales. En este caso, nadie en Chihuahua, y estoy seguro que nadie de sus amigos “intelectuales” de la Ciudad de México, saldría a defender a uno de los gobernadores más cuestionados que ha tenido el Estado.

Corral tiene que entender que su tiempo ya acabó, y que tiene que dejar todo el espacio a la gobernadora entrante. Si no lo entiende por su cuenta, la gobernadora estará obligada por la circunstancia a proceder a ponerle un coscorrón al exgobernador, en la forma de una investigación, una citación, o incluso una aprehensión. Corral debe entender esto porque fue la escuela que dejó, en su triste paso por Chihuahua.

Si le impide a la gobernadora gobernar, como está tratando de sabotearla, empezarán a investigarlo, y no de forma frívola como él lo hizo, sino de forma seria. Se le olvida a Corral que para tener la lengua larga, hay que tener la cola muy corta. En su caso, es lengua-larga y cola-larga.

PUBLICIDAD

Notas de Interés

ENLACES PATROCINADOS

PUBLICIDAD

PUBLICIDAD

PUBLICIDAD

close
search