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Opinión

La tuitorrea

Las noticias al segundo afectan una visión más completa, no permiten ver la conexión de los hechos

Hesiquio Trevizo
Presbítero

domingo, 07 marzo 2021 | 06:00

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Las noticias al segundo afectan una visión más completa, no permiten ver la conexión de los hechos. Recién tomó posesión Trump, escribí en este espacio, que el mundo sería gobernado con el tuit. Vamos a decir con los especialistas que se trata de un “nuevolenguaje”, no de un neologismo, sino de una forma nueva limitante en la comunicación humana. 

El tuit es una nueva forma comunicacional diseñada por los humanos, que ha trastocado la forma gramatical y, por ello, la forma cognitiva. Mediante tuits, Trump nos trajo ‘fintos’ con la construcción del muro que México, de una u otra forma, habría de pagar. Basta un tuit y la entrevista de los presidentes para hablar como personas, no por tuit, de asuntos que nos incumben, se va al caño. Esta línea fue la constante de Trump; ese fue el verdadero e infranqueable muro.

Es, pues, una herramienta nueva y equívoca que, en realidad, suple la comunicación que les es propia a los humanos. Pero, tal vez no nos damos cuenta de que al mismo tiempo estamos reduciendo la amplitud del pensamiento en la comunicación; millones leen un tuit, muy pocos un ensayo sobre la real situación. Los lingüistas, muy a su pesar, hablan de «nuevalengua». Así que un aspirante a dictador puede contratar un ejército de tuiteros; ya no hacen falta los camisas pardas, negras o de cualquier color, como tropas de choque. Bastan el tuit y los tuiteros.

Trump adoptó plenamente, y con un éxito desmesurado, esta forma de comunicación; en realidad, ha inaugurado una nueva era en la comunicación aplicándola al ya de por sí ámbito fementido de la política. Se está operando, después de todo, como operó el doctor Goebbels en su momento: repite 20 mil veces una mentira y se convertirá en verdad. Y el tuit lo hace en segundos. Pero Goebbels y su teoría fueron un fracaso espeluznante; nada se puede construir sobre la mentira; Goebbels terminó envenenado a sus pequeñas y hermosas hijas, dándole luego un tiro a su bella esposa y su suicidio al final. (Der Untergang). Luego, las mentiras nunca dejan de serlo. Así que no se cite a Goebbels tan a la ligera. Trump y otros políticos instintivos han sabido utilizar exitosamente esta nueva herramienta. ¿Qué hubiera sucedido si EPN., en vez de responder a Trump, tan formal, desde el escenario tradicional republicano y eso de la soberanía, le hubiese contestado con un simple tuit: ‘vamos a pagar pura m….’? Hubiera sido una forma más efectiva, contundente y barata. Hoy, los nuevos comunicadores, que no lingüistas, hablan de postverdad, verdad alternativa, hechos alternativos, postfactual, yo tengo otros datos, para referirse a lo que conocíamos como mentira, patrañas o medias-verdades y los hechos no existen. 

Vicente Lapuente G., ha escrito sobre esta forma de comunicación usada por los populistas con éxito increíble. “Ya cállate, chachalaca” o “la mafia del poder”, son estupendos sound bite según dicen los mercadólogos. Los políticos instintivos conocen mejor que sus sesudos contrincantes cómo funciona el cerebro humano. Y saben que los mensajes han de ser sencillos, dice el lingüista G. Lakoff

Lakoff aconseja en estos casos que la primera clave es dibujar el marco del debate. No caer en el encuadre del adversario, como cuando atacamos con datos objetivos propuestas alocadas de cerrar las fronteras o construir muros o destruir calles y ciudad. (Y mire Ud., los migrantes cruzando el puente y nosotros no podemos ir a El Paso, máxime ahora que la Walmart está vacunando gratis). Al atacar, nos sometemos a su marco de discusión. Si no queremos algo, no lo discutamos. Que México pague el muro ni siquiera debió ser tema de discusión. Si te digo: “No pienses en un elefante” (título de uno libro de Lakoff), lo que haces es pensar en… un elefante. Hablemos entonces de burros o mariposas. De lo que nos interese. ¿Cómo? Remito a mi artículo ‘Solo patos veo’. Si me prometen maravillas yo digo: puros patos veo. 

Segunda recomendación: plantea los asuntos con valores, no con hechos. Por ejemplo, en lugar de defender una ley o regulación que los populistas quieren eliminar, apela a la necesidad de proteger a los ciudadanos frente a las eventualidades; ¿Qué tal si nos quedamos sin gas ni gasolina ni luz ni vacunas y con apagones? No digas que quieres mantener un determinado statu quo legal o constitucional; eso no le importa a nadie, porque nadie no sabe qué es. Di que quieres proteger a los ciudadanos y harás una consulta. Si están destrozando un camellón para hacer una ciclovía, (¿O zona peatonal? Peor) debemos argumentar que tal ciclovía está flanqueada por carriles de alta velocidad, que será one way y los ciclistas, (o peatones), chocarán con los arbotantes y entre ellos, que tiene cortes peligrosos, todo lo cual afectará la seguridad de los ciudadanos. Y que a 20 metros está una estupenda ciclopista, con espacio para magníficos andadores. El fracaso de las futuras vialidades está a la vista. ¿De dónde sale ese dinero desperdiciado? ¿A quiénes se exigirán responsabilidades? Pero existen hechos y verdades alternativas. Y La G. Morín amenazada de muerte.

1984 la novela política de Orwell publicada en 1949, popularizó los conceptos del omnipresente y vigilante Gran Hermano, de la notoria habitación 101, de la ubicua policía del Pensamiento y de la neolengua, adaptación del idioma inglés en la que se reduce y se transforma el léxico con fines represivos, basándose en el principio de que lo que no forma parte de la lengua, no puede ser pensado.

Alex Woloch, prof. de literatura en Stanford y autor de: Orwell, Writing and Democratic Socialism (Harvard U. Press), dice: “En el mundo orwelliano no se ha suprimido la libertad de expresión, ni se ha impuesto la censura ni tampoco un sistema de vigilancia masiva, ni se llevan a cabo ejecuciones por motivos políticos, no es eso”. “Pero el nacionalismo de Trump, su retórica autoritaria y, por encima de todo, su agresiva ignorancia de la verdad, sobre todo su deslegitimación de sus enemigos. Hizo saltar todas las alarmas”. 

Orwell habla en su libro de una nueva lengua y su protagonista trabaja en el Ministerio de la Verdad, que se ocupa de establecer lo que es falso y lo que es verdadero. Los hechos son definidos por el Estado, no por los ciudadanos. Son conceptos que resultan bastantes inquietantes en la actualidad.  K. Conway, una las principales asesoras de Trump, acuñó el concepto de “hechos alternativos”, que consiste básicamente en negar las evidencias empíricas. Alguien escribió a propósito “Hoy Conway anunció que nos estaban proporcionando hechos alternativos. Son sombras de un pasado que cambia mientras se controla el presente. Tenemos que estar preparados para la fiesta como si estuviésemos en 1984”.

El propósito de la nuevalengua no era solo proporcionar un medio de expresión a la visión del mundo y los hábitos mentales de los devotos del Socing (la ideología dominante en el mundo orwelliano), sino que fuese imposible cualquier otro modo de pensar. La intención era que cuando se adoptara definitivamente la nuevalengua y se hubiese olvidado la viejalengua, cualquier pensamiento herético fuese inconcebible, al menos en la medida en el pensamiento que depende de las palabras.

Orwell acuñó los “dos minutos de odio”, que tienen profundos ecos en los venenosos discursos o tweets dirigidos a cualquiera que piense diferente o que sea diferente del jefe máximo. Esos “dos minutos de odio” consisten en ofrecer a todos los ciudadanos la imagen del archienemigo del Estado, un tal Goldstein, que defendía conceptos aberrantes como la libertad de expresión, la libertad de prensa, el derecho de reunión y el derecho de opinión. Su obra ha despertado gran interés; como La Peste. 

En la era de internet, no hay nada que viaje más deprisa que un tópico lanzado en el momento oportuno. Hoy, ningún discurso está completo si no incluye una referencia a que vivimos en la época de la posverdad, como si hasta ayer todo hubiera sido verdad en la política y en los medios.

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Argentina es el principal deudor del FMI, sufre una de las contracciones más graves de América y parece al borde de un colapso similar al de hace una década. ¿Dónde anida la maldición de la economía argentina?

Pemex ha sufrido la peor caída de su historia. 

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