Opinión

La tabula rasa o la ciudad como hoja en blanco

La expresión latina afirmaba que la mente del recién nacido era una total y completa 'tablilla sin escribir'

Alma A. Rodríguez
Académica

lunes, 20 mayo 2019 | 06:00

El concepto de tabula rasa (latín), surge en la filosofía como un planteamiento que afirmaba que la mente del recién nacido era una total y completa “tablilla sin escribir” o una “tabula rasa” y que todo aquello que iba aprendiendo era dado solo por la experiencia. Debido a esa idea, el concepto también se ha usado para nombrar aquello que no considera lo preexistente o los hechos anteriores.

En planificación urbana, la idea de la tabula rasa fue un ideal predominante en los impulsores del movimiento moderno (década de los 30) y principalmente de Le Corbusier, quién bajo el concepto de la ciudad funcional, creía que lo antiguo, es decir, la ciudad tradicional debía en muchos casos ser reemplazada (salvo algunos edificios que lo ameritaran) para solucionar los problemas que atravesaban las ciudades y la sociedad. 

Esta idea fuertemente racionalista, tenía varios problemas y es que idealizaba peligrosamente la técnica; y a su vez, reducía al ser humano solamente a cuatro necesidades (habitar, trabajar, recrearse y circular); a las ciudades las despojaba de toda posible complejidad, reduciéndolas al aspecto puramente “funcional” y, por tanto, orillaba a plantear soluciones ideadas casi siempre por una sola cabeza, por una mente maestra.

Aunque han pasado casi cien años del predominio de estas ideas, sigue habiendo vestigios de ellas en muchos aspectos, desde en los instrumentos de planeación de los municipios, en las metodologías de enseñanza en las universidades, en cómo se entienden ciertos conceptos en la normatividad, en la comprensión reduccionista de ciertos problemas en las ciudades, y sobre todo, en la idealización de la técnica y en su separación de otros aspectos de la realidad, es decir, en el enfoque “funcional” de ciertas decisiones.

Aunque se podría ejemplificar prácticamente todo lo anterior, lo quiero plantear en términos de la tensión que existe entre lo técnico o funcional y el aspecto ambiental, tensión en la cual, usualmente suele salir perdiendo lo ambiental. En este caso, hay dos hechos recientes en la ciudad que muestran esto perfectamente: el primero se refiere a la tala de varios árboles “palo verde” en una pequeña área abierta sobre la calle Henry Dunant, para dar paso a la construcción de una “flamante” escultura. el segundo se trata de nueva cuenta de una tala de varios árboles, algunos de muchos años en la Acequia Aranda, cerca de la calle Víctor Hugo, en este caso, para dar paso a un acceso vehicular a un nuevo desarrollo habitacional.

Ambos hechos son lamentables dadas las condiciones de contaminación ambiental y de islas de calor en nuestra ciudad acentuadas por la escasez de arbolado, de espacios naturales y de áreas permeables, pues aun cuando se reemplacen, todos esos años que tarden en volver a crecer al tamaño de los que los antecedían, la ciudad no contará con los beneficios ambientales que ya proporcionaban. Por otra parte, lo que más preocupa es justamente el predominio de esta visión que impone la técnica por la técnica (se hace por que se puede hacer) y la funcionalidad prácticamente como el criterio más importante para la toma de decisiones en planeación urbana, en el diseño y en la administración pública.

Existe ya un camino trazado en estos casi cien años en muchas partes del mundo que muestran que es posible el desarrollo urbano sostenible, es decir, integrando criterios no sólo funcionales o económicos sino sociales y ambientales. De la misma forma, para la solución de problemas de diseño arquitectónico y diseño urbano debe ser una condicionante trabajar con lo existente, sobre todo si hablamos de espacios naturales de los cuales dependemos para nuestra supervivencia, y con la seguridad de que en diseño siempre existen alternativas.

La mentalidad de la tabula rasa que implica limpiar, destruir y tumbar para colocar piezas como si la ciudad fuera una hoja en blanco es sumamente dañina no sólo para el medio ambiente, sino también para la calidad de vida de sus habitantes, pues mucho del daño ambiental repercutirá si no inmediatamente, si en algunos años tanto en la salud de sus habitantes como en la escasez de recursos naturales y en el ya de por sí poco confort urbano.

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