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Opinión

La sombra del 98 persigue al PAN

Hace 22 años, Acción Nacional desaprovechó la alternancia y devolvió al PRI la gubernatura del estado

Manuel Narváez
Analista

lunes, 25 mayo 2020 | 06:00

Hace 22 años el PAN desaprovechó la alternancia y devolvió al PRI la gubernatura del estado. El despertar del pueblo contra la “dictadura perfecta” (Mario Vargas Llosa) comenzó a recoger sus frutos en 1983, año en que el PAN ganó la ruta panamericana: Jiménez, Camargo, Delicias, Chihuahua y Ciudad Juárez, así como Parral, Nuevo Casas Grandes, entro otros municipios. Para 1986 el clamor por ganar el Gobierno del Estado con Francisco Barrio Terrazas era generalizado. Entre la población el entusiasmo era evidente y existía la confianza de que se obtendría la victoria de manera limpia e inobjetable. El presidente Miguel de la Madrid Hurtado y el secretario de Gobernación Manuel Bartlett Díaz (hoy director de CFE) tenían otros planes. Tras una jornada electoral histórica y atípica, los resultados, inexplicablemente favorecieron al candidato del PRI, Fernando Baeza Meléndez. Pese a las fuertes movilizaciones ciudadanas por todo el territorio estatal, el resultado se mantuvo y se impuso, sí, se impuso en el gobierno al delicience, ya que se rumoraba que éste no quería asumir el cargo ante el descaro del llamado “fraude patriótico”. La revancha vino en 1992, cuando, por fin, el PAN obtenía por primera vez en su historia en el Gobierno de Chihuahua y la segunda a nivel nacional (en 1989 Baja California). “Pancho” Barrio era electo gobernador en el sexenio de Carlos Salinas de Gortari, y con Luis H. Álvarez al frente del CEN del partido. La verdadera prueba para practicar hacia el interior del PAN lo que se pregonaba en las elecciones constitucionales, iniciaría los primeros días de enero de 1998, cuando el establishment barrista, conocidos también como la “familia feliz”, quiso imponer como candidato al relevo en el gobierno, al notario y notorio priísta juarense, Eduardo Romero Ramos. La militancia panista, todavía acostumbrada a la competencia interna, apostó por el entonces alcalde juarense con licencia, Ramón Galindo Noriega, que en la segunda ronda para elegir al candidato del PAN a la gubernatura, amarró los votos del empresario Enrique Terrazas Torres, que había quedado en tercer lugar en la primera ronda. Con la candidatura en la mano, la militancia apostada en su mayoría con el proyecto de consolidación del panismo en el Gobierno estatal, el peor enemigo de Galindo no estaba en Patricio Martínez García, abanderado tricolor, sino en Palacio de Gobierno y en la dirigencia estatal del partido. No fue sino hasta un mes antes de la elección, ya para ese entonces el gobernador Francisco Barrio había definido al priísta como un “candidato moderno”; cuando las huestes de la “familia feliz” empleadas en la estructura gubernamental, paulatinamente se fueron incorporando al final de la campaña. Incluso el precandidato Romero Ramos se animó a participar en reuniones privadas a favor de Ramón Galindo. La tarde del 5 de julio de 1998, poco antes de las 6 pm, frente a la casa de campaña descendió de una camioneta Cruz Pérez Cuéllar, y se dirigió con Manuel Carrasco (qepd), coordinador de la campaña a gobernador (antes lo fue en la de Barrio), a quien le dio la noticia de que la elección estaba perdida. En efecto, la derrota fue por 6 puntos porcentuales de diferencia. Habiendo probado las mieles del poder y tras de ser seducido con la idea de dejar sucesor al viejo estilo del PRI, el statu quo del PAN chihuahuense fracasó en el intento de hilar un sexenio más al frente del Gobierno del Estado. 22 años más tarde el PAN se encuentra en la disyuntiva de repetir la fatídica historia de 1998, sólo que ahora el enemigo no es el PRI, bueno el PRI que se conocía el siglo pasado, ahora es Morena, una reencarnación de la “dictadura perfecta” enclochada en los años 70s. Pero no sólo es un escenario adverso frente a un enemigo poderoso y sin escrúpulos, también es el desgaste de la imagen del gobernador actual emanado de Acción Nacional que, a diferencia de Barrio, conserva niveles de aceptación entre la población por debajo del 30%. Este es otro ingrediente negativo que dificulta hilar la victoria. Como si trataran de enterrar la historia, un sector del panismo está dispuesto a tentar la suerte y repetirla como en 1998. Aquella vez intentaron imponer a Eduardo Romero, hoy pretenden hacerlo con Gustavo Madero Muñoz. Senador por segunda vez (plurinominal) y responsable de legitimar el “Pacto por México”, al firmar dicho documento como dirigente del CEN del PAN y con Enrique Peña Nieto como presidente, a Madero le achacan haber negociado el “Pacto” a cambio de varias gubernaturas, entre ellas Chihuahua. Poco empático con la militancia y alejado del trato con la población, el empresario (hotelero, energías renovables, restaurantero, etc.) tejió una red de adictos a su persona enquistados en la burocracia dorada del Gobierno del Estado. Familiares de él han ocupado cargos de relevancia en la estructura gubernamental y en organismos “autónomos”; sus asistentes personales y su suplente acaparan puestos de mando en el gabinete estatal. Echados pa’ delante, hace unos días inició una ríspida preprecampaña por la candidatura panista. La orden de Palacio es empujar a como dé lugar y a cualquier precio a Madero para que abandere la causa del PAN. En las redes sociales la nomenclatura oficial sigue al pie de la letra las indicaciones del que paga la nómina. El problema para Corral y Madero es que prácticamente todos los sondeos y encuestas realizados hasta el momento, incluidos los mandados a hacer por otro empresario que pretende ser gobernador, éste de Morena, los resultados no le dan ninguna posibilidad al senador panista de ganar la candidatura, mucho menos la gubernatura. La otra ruta que exploran los nuevos magnates del servicio público afines a Javier y Gustavo, es reventar las aspiraciones de la alcaldesa de Chihuahua, la que encabeza las preferencias al Gobierno estatal, a cambio de apoyar las pretensiones de un tercero en discordia, ya sea un exalcalde inmiscuido en problemas legales o bien, cualquiera que nombre el presidente López, siempre y cuando no sea el senador Pérez. De configurarse el panorama de 1998 hacia el interior del PAN, el pronóstico es predecible. De por sí el escenario es bastante complejo y complicado para quien abandere al albiazul, aderezarlo con traiciones le pavimentaría el camino a Morena. Es cuanto. 

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