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Opinión

Cultura de la paz para el buen vivir

La senda natural del cultivo (¿de paz?)

Mansanobu Fukuoka nace en Ehime, Japón, en 1913 y fallece en el mismo país en el año 2008. A lo largo de su vida fue agricultor, biólogo y filósofo

Andrés Serrano

lunes, 27 marzo 2023 | 06:00

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Mansanobu Fukuoka nace en Ehime, Japón, en 1913 y fallece en el mismo país en el año 2008. A lo largo de su vida fue agricultor, biólogo y filósofo. Fukuoka también escribió varios libros en los que comparte no sólo sus métodos de agricultura sino también su profunda comprensión de la existencia. Su método, la agricultura natural, logró resultados contundentes frente a la productividad y regeneración del ambiente. 

Fukuoka es considerado un genio, un iluminado, un ser de muchísima sabiduría; sin embargo, si hablamos con un agricultor, un académico de nuestros días o con el común de los mortales, encontraremos que la primera impresión que les causa es la de ser un loco o ignorante. ¿Por qué? Fukuoka nos presenta unos interesantes preceptos del cultivo natural: no arar, no usar abonos ni fertilizantes, no eliminar las “malas” hierbas ni usar pesticidas, no podar y sembrar mediante bolas de arcilla.

¡¿No arar?! Incluso la gente campesina dice que hay que arar los cultivos, claro, con el sudor de la frente o haciendo uso de un animal o máquina. ¿Por qué no habría de ararse la tierra? Pues bien, Fukuoka empezó a contemplar su entorno y se dio cuenta que, en los bosques, selvas y hábitats más productivos de la naturaleza, no hay humanos arando el suelo. El ejercicio de arar, además de ser físicamente demandante, con el tiempo produce una especie endurecimiento de las capas superficiales que cada vez requieren más agua, más arado y además tienen a desertificarse. 

Fukuoka empezó a notar cómo cada planta tenía su función en la conformación del ecosistema y notó que existían especies de plantas que crecen a ras de suelo, evitando la evaporación y de este modo sosteniendo la humedad. Entonces ¿para qué arar?, ¿para qué desnudar la tierra y exponerla a una pérdida de agua más rápida? En vez de esto, en sus cultivos intercalaba la siembra de trébol blanco con la del arroz. Cuando el trébol crecía, hacía sombra a las semillas de arroz y permitía su germinación en una confortable y nutritiva cuna de tierra húmeda. 

Esto no es nuevo para los saberes ancestrales. En México, en la milpa (y en muchas otras partes de América) frecuentemente se conjugan los frijoles con el maíz y la calabaza. Los maíces dan soporte, los frijoles trepan y fijan nitrógeno y la calabaza, pegada al suelo con sus grandes hojas, provee un microclima perfecto entre el suelo y las plantas. 

Cuando llueve en Juárez, a pesar de ser desierto, se inundan las calles con el preciado recurso que da vida. Cuando el plástico de un solo uso se desecha, causa consecuencias ecológicas y en la salud. Cuando la violencia se paga con violencia, se siembra más violencia. ¿En qué momentos olvidamos contemplar nuestro entorno y diseñar con base en sus interacciones? ¿Cuántas veces pretendemos solucionar los problemas con un “arado” que desertifica en vez de escuchar, observar, sentir e incluir a la vida en nuestras acciones? Quizá, como Fukuoka, descubramos que la solución puede ser mucho más sencilla que un constante y sacrificado esfuerzo desde el ego humano. Los libros de Fukuoka y videos sobre él se encuentran en Internet. 

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Cultura por la Paz es un proyecto de El Diario de Juárez en alianza con el Tecnológico Nacional de México, campus Juárez;  el Comité de Pacificación  y Bienestar Social (Copabis), y el Centro Familiar para  la Integración y Crecimiento A. C. (CFIC).

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