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Opinión

La relación entre la espiritualidad y la paz es innegable

La espiritualidad es una dimensión inherente al ser humano; en el desarrollo de las culturas de la humanidad se generan diversas cosmovisiones

Juan Diego González Ruiz
Académico del Iteso (Guadalajara, Jal.)

lunes, 12 abril 2021 | 06:00

La espiritualidad es una dimensión inherente al ser humano; en el desarrollo de las culturas de la humanidad se generan diversas cosmovisiones que son el soporte del sentido de la vida para los sujetos y las comunidades donde se desenvuelven. Estos sistemas de creencias tratan de dar respuestas a los fenómenos de la naturaleza y a las preguntas vitales. El creer no solo refiere a las tradiciones religiosas, todos creemos en algo, en alguien, en Dios, en una ideología, filosofía, sistema etc. La creencia es fundamental porque es un marco desde el que se interpreta y vive la realidad, además es un factor que favorece hacer frente a la adversidad: la espiritualidad se constituye como un factor resiliente significativo.

En un mundo cada vez más intercomunicado llamado “aldea global”, se hace urgente respetar y validar positivamente las creencias de los demás, aunque sean distintas a las propias. Una de las razones de la violencia en el mundo presente, es la dificultad para entender la diversidad (en todos los órdenes) como una riqueza para la construcción de un mundo más justo y pacífico, no como una ocasión para la guerra. El fanatismo surge como expresión de una incapacidad para reconocer lo diferente y considerar que la única verdad posible está en las propias creencias.

En mi labor a lo largo de los años he tenido contacto con la enorme riqueza de la diversidad presente en Colombia y también con fenómenos sociales muy complejos y dolorosos; como todos los países latinoamericanos somos una mezcla de razas, culturas, cosmovisiones, etc., lo que nos hace una nación enriquecida por los valiosísimos aportes de la diversidad; pero también he visto con tristeza cómo se usa la pluralidad desde discursos y posturas que generan confrontación, cuando se esgrime la diferencia para generar desencuentro, sospecha, resentimiento… El desplazamiento, la pobreza, la injusticia social, la violación de los derechos fundamentales y demás situaciones que generan sufrimiento en nuestras latitudes se magnifican ante el desarraigo cultural al que se ven sometidos nuestros pueblos, el rechazo a los significados sociales y religiosos que han sido fundamentales en el desarrollo de nuestras comunidades, produciendo una especie de “analfabetismo cultural” al enfrentarse a valoraciones de la realidad que son ajenas, y a la subvaloración o rechazo de los sentidos que han sostenido la existencia. .

El creer desde una postura atea o teísta es un derecho humano, es agresiva la imposición de un sistema de creencias sobre otro. Cuánta violencia se evidencia en los medios de comunicación, en las redes sociales, en la cotidianidad, por no entender este derecho. Qué importante es recordar e implementar “la regla de oro” presente en varias tradiciones religiosas y filosóficas de la humanidad: “No hagas a otro lo que no quieres que te hagan a ti”. La paz solo es posible cuando se comprende que la misma naturaleza de las cosas es plural y que todo uniformismo es una forma de agresión. Necesitamos urgentemente “instrumentos de paz”, personas capaces de entender que son más importantes los seres humanos que las ideas; en muchas ocasiones no comprender esta verdad ha conducido a defender tesis por encima de las personas, con gravísimas consecuencias evidenciadas en la historia. No podemos olvidar que el sujeto humano es una “categoría inviolable”. ¿Dónde están hoy esos seres que desde su compresión amorosa e integradora de la realidad han aportado a la construcción de la paz? Hombres y mujeres como Gandhi, Madre Teresa de Calcuta, Francisco de Asís, Martin Luther King, Jesucristo, etc.

Juan Diego González Ruiz

Licenciado en Ciencias Religiosas de la Pontificia Universidad Javeriana, Bogotá. Licenciado en Teología de la Universidad de San Buenaventura, Bogotá; especialista en Educación Religiosa de la misma institución. Ha propuesto la resiliencia espiritual, donde recoge las búsquedas y experiencias de campo de 27 años en contextos de adversidad. Ha colaborado en la elaboración de casos para la selección de docentes en el país, acompañó población vulnerable y en riesgo social durante varios años. Implementa talleres y seminarios de resiliencia y espiritualidad en diversos lugares de Colombia, ha participado en varios congresos internacionales de resiliencia como ponente y tallerista. Investigación publicada por la federación internacional de universidades católicas y la editorial Bonaventuriana: “La resiliencia como pedagogía para el reconocimiento del pluralismo. El reconocimiento de la pluralidad como destreza resiliente”, donde recoge la labor de años y analiza la importancia del reconocimiento del pluralismo en todos los órdenes (no solo religioso) como elemento fundamental para lograr la paz, la equidad y el desarrollo integral de todo ser humano. Tiene formación en artes plásticas y escénicas, recurso que utiliza en sus clases y talleres.

Actualmente es docente en el área de teología y pedagogía, y continúa dictando talleres por todo el país y la labor investigativa desde su propuesta: la resiliencia espiritual.

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