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Opinión

La otra pandemia | Fatiga del personal de salud

Una relación de ayuda, implica una interacción entre dos o más personas, con roles bien definidos

Laura Estela Ortiz Martínez
Doctora

viernes, 21 enero 2022 | 06:00

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Oh, noches y días de hospital. La hora incierta, el imán del sueño que parece te arrastra a un abismo. La lucha por mantener la vigilia, el reposo inquieto del enfermo

Una relación de ayuda, implica una interacción entre dos o más personas, con roles bien definidos. Una parte solicita ayuda y la otra la presta. Como cualquier relación, implica una interacción emocional. 

Cualquier exposición a pacientes en situación de sufrimiento y malestar que demandan ayuda puede representar dolor emocional difícil de procesar. Estamos hablando de cansancio por sensibilidad, de fatiga emocional o del desgaste por empatía del personal de salud. 

Se estima que cuando finalmente termine la pandemia de Covid-19 se duplicará la prevalencia de trastornos mentales y emocionales en el grupo de profesionales de salud. No olvidemos que hemos estado preparados para curar, pero quizás no lo suficiente dotados de herramientas personales para el manejo de las propias emociones cuando el objetivo se debe centrar en cuidar, en vez de luchar contra una enfermedad, siendo el paciente el campo de batalla. 

Las circunstancias de la pandemia de Covid-19 han hecho que los equipos sanitarios hayan tenido que priorizar una situación de emergencia por exceso de demanda de atención médica y riesgo de alto contagio, y ha “caído” la estructura del engranaje “equipo sanitario –paciente– familia”.

El sistema de salud más allá de sus límites, también ha tenido que dejar de lado el cuidado a los propios profesionales de la salud. Incluso en muchos casos, este cuidado ha sido inexistente en situación de normalidad previa a la pandemia.

La fatiga emocional es una forma de estrés secundaria de la relación de ayuda demandante y exagerada. Se presenta cuando se desborda la capacidad emocional del profesional sanitario para hacer frente al compromiso de empatía con el sufrimiento del paciente. Es un síndrome observado en la actualidad en el personal médico y de enfermería que atiende a pacientes con enfermedades que potencialmente amenazan la vida. Afecta en mayor medida al personal sanitario que se encuentra en lo que se denomina popularmente “primera línea” de atención. Afecta a aquellos que más contacto humano tienen con el paciente que sufre y que teme por su vida a causa de la pandemia.

En este contexto, entendemos por compasión el sentimiento de  simpatía y pesadumbre por  personas afectadas por un gran sufrimiento. Un sentimiento muy humano que se manifiesta junto a un deseo personal de aliviar el malestar físico y emocional del enfermo, o de eliminar su causa. Eso no lo enseñan nuestros maestros, eso no se aprende en la universidad, este aspecto de la compasión proviene de la verdadera vocación, con mayúsculas, de una motivación intrínseca que nos aporta satisfacción y plenitud en el plano espiritual y de dotarse de fuerza y esperanza para hacer frente al sufrimiento ajeno. Hay quien va más allá de la vocación, practicando la devoción, quien está tanto tiempo en el tormentoso mar de dolor, quejas y sufrimiento como esforzado capitán que no suelta el timón a través de una tempestad, incluso en el silencio, en ese silencio interrumpido por el “bip bip” obsesivo de los monitores, la hora de la verdad, la hora que la blanca niebla de la muerte arropa a un pobre enfermo terminal que se despide para siempre.

La satisfacción del deber cumplido, brinda al profesional de una gran resiliencia. Por el contrario, no conseguirla deriva en desesperanza y frustración, llegando incluso a incapacitarle para el ejercicio de sus funciones. Esto es propiamente el síndrome de fatiga por compasión que va muy de la mano al famoso síndrome de Burnout. 

La primera medida que hay que tomar contra la fatiga es la prevención, aunque actualmente han pasado casi dos años de que la pandemia por Covid-19 ha sacudido a todos los sistemas sanitarios del mundo. Por lo que ya no es posible aplicar medidas preventivas. 

La autoconciencia, la aceptación de la situación, los hábitos de autocuidado (incluido el compromiso de uno mismo con su propia supervisión) y el fomento de redes de apoyo personal y profesional sólidas también serán objetivos de tratamiento. 

En definitiva se trata de algo tan sencillo y tan complejo a la vez como el hecho de poder disfrutar de un equilibrio balanceado entre la vida personal y la profesional.

Dicen que quien hace lo que puede, hace más de lo que debe. Gracias a todos los que han estado en primera línea, a los que dieron todo quedando en el camino y a los que siguen luchando poniendo en alto el nombre de todo el personal médico, de enfermería, de hospitales. Gracias a cada cuidador desde su trinchera, a quien ha hecho lo necesario para salvar la vida. 

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