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Opinión

La marcha de marchas

El domingo pasado tuve la gran oportunidad de vivir una de las mejores experiencias políticas, que retomó todas las dimensiones que la palabra política refiere: La marcha de celebración de los cuatro años de este Gobierno de México

Mayra Chávez
Abogada

sábado, 03 diciembre 2022 | 06:00

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Ciudad de México.- El domingo pasado tuve la gran oportunidad de vivir una de las mejores experiencias políticas, que retomó todas las dimensiones que la palabra política refiere: La marcha de celebración de los cuatro años de este Gobierno de México.

Debo iniciar mencionando que desde que incursioné en actividades partidistas, una de las cosas que más he disfrutado son los mítines, eventos masivos y demás actos en donde una gran cantidad de gente se reúne con un objetivo político o social en común. 

La diversidad de pensamiento de quienes asistimos a ese tipo de eventos se identifica fácilmente al momento de platicar con la persona de al lado, que bien puede ser una estudiante que acudió para gritar sus consignas, una madre que acudió a conocer lo que los oradores tienen que decir, pero que debe irse a recoger a sus hijos, una lideresa que está convencida de que se encuentra apoyando la mejor opción, entre muchas otras circunstancias que con una conversación de solo unos minutos se pueden identificar. 

Eso, ya de por sí hace bastante atractivo este tipo de eventos, pero si le agregamos la emoción de un grito o el brazo que se mueve al son de las porras, hace de estos actos ocasiones que nos podemos perdernos. La fiesta dentro del trabajo les llamaba yo.

De ahí, que cuando el presidente, convocó a través de la mañanera, a esta marcha mi emoción y alta expectativa tuvieran origen.

Los mensajes de gente que quería venir a la marcha desde Ciudad Juárez eran muchos, todos ellos llenos de emoción por ser parte de la representación de la cuarta transformación. Algunas personas lo lograron, otras dieron seguimiento desde las transmisiones en vivo que eran realizadas. Yo pude acudir.

Desde el momento de llegada, que fue a una distancia considerable de Reforma, veía gente organizándose para marchar en conjunto para intentar no perderse entre lo que ya se veía como un gran volumen de personas.

Quienes somos de Chihuahua, intentamos caminar juntos. Debo decir que había diferentes grupos que cuando íbamos pasando, antes de meterse por las calles aledañas, preguntaban si íbamos reunidos, al contestar que sí, esperaban su turno para que pasáramos y después integrarse. No debe ser sorprenderte, pero en una sociedad en la que constantemente se percibe como se aprovechan escenarios de ventaja, el respeto a la organización de otras personas por un turno es refrescante.

Los acentos de diferentes partes del país, los regionalismos, las edades, las familias reunidas y la historias que contaban hicieron que la marcha se convirtiera en un núcleo con un común denominador: la alegría de que la lucha que se desarrolla día con día está recibiendo frutos y parte de los frutos fue esa unión.

Caminar en ella era un reto, se lograba a pasos cortos, pero seguros. Desde luego todo antes de ver al presidente. Todas las personas que iban caminando decían: ¿Creen que alcancemos a verlo? O ¿Creen que pase por aquí?, seguidas de respuestas como: Yo creo que sí, pero va a venir con muchas personas que lo cuiden.

Lo cierto es que no fue así, el acercamiento al presidente era difícil, pero ocasionado por el mismo cúmulo de personas que asistimos a la marcha y la gente que quería acercarse a él por una foto o sencillamente para expresarle unas palabras. Entre la gente, sin equipos de seguridad, sin mayor protección que las personas que le han acompañado durante muchísimos años de trayectoria, caminaba el presidente de la República.

Realmente, esa es una muestra de un cambio en el paradigma formulado para quienes ejercen la política, en el que anteriormente, mientras más parafernalia se arropaba a un o una mandataria, más poder ostentaba y más se le respetaba. Esta gran marcha dio muestra de que si se puede hacer las cosas de un modo más sencillo y con resultados más efectivos. 

Lo que ocurrió el domingo 27 de noviembre, fue un acto simbólico a una forma incluyente de ver el gobierno. Donde marchamos todas y todos, sin distinciones, con la solidaridad de cuidarnos unas y unos a otros.

Yo terminé cansada, pero satisfecha de saber que participo en una trasformación integral de la forma de hacer política y de la forma de gobernar un país. Que es más humana y en la que expresar ideas y opiniones que salen de lo cotidiano es, no solamente adecuado, sino ideal. Terminé feliz de haber participado en este hecho histórico del que, sin duda, se hablará a lo largo de los años.

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