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Opinión

CONTRAPORTADA

La importancia de un cajón de estacionamiento

A nadie nos gustaría tener una discapacidad, cualquiera que sea. La mayor parte de las personas goza de cuatro extremidades y un cerebro que funciona normalmente

José Luis García
Analista

lunes, 20 marzo 2023 | 06:00

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Ciudad de México.- A nadie nos gustaría tener una discapacidad, cualquiera que sea. La mayor parte de las personas goza de cuatro extremidades y un cerebro que funciona normalmente. Hablar de este tema, es muy difícil, demasiado diría yo.

No estamos exentos de padecer, en cualquier momento y por diversas causas, alguna discapacidad. Hay discapacidades que se heredan, otras por accidente o a consecuencia de algún padecimiento.

La modernidad ha transformado incluso los conceptos con el objetivo de proteger cada día más a quienes sufren de algún padecimiento que les impida la movilidad individual. Las personas con discapacidad merecen todo el respeto, empezando por la empatía.

Hay personas que no pueden escuchar, hablar, caminar normalmente. Cualquiera de estas discapacidades son o deben ser terribles. La cuadrapleijia, inimaginable. Una silla de ruedas, un par de muletas, un bastón de apoyo o un aparato auditivo, serán casi por siempre el acompañante principal para las personas con discapacidad. 

Imagínese usted de pronto en las sombras. No puede ver. Su vida cambia radicalmente, pero debe continuar. Su rutina, si acaso la tenía, ya no será la misma, jamás. Ahora deberá depender de otras personas y de Usted mismo que, de acuerdo a los especialistas, tendrá que desarrollar otras habilidades para superar el sentido de ola vista. 

Supongamos que la vida le da un duro golpe y de pronto está usted a ciegas. ¿Lo puede imaginar? Ya no podrá disfrutar de los paisajes en sus paseos. Hagamos de cuenta que de pronto cambia su habitual caminar por una silla de ruedas. Ya no podrá disfrutar de una caminata…

De pronto usted pierde la voz y deberá cambiar sus expresiones por el lenguaje a señas. ¿Podría imaginarse quebrado de la columna vertebral? ¿Y si la vida le dio un cambio de 180 grados y ahora su cerebro no funciona al cien por ciento? 

Mi amiga Laura, hoy de 46 años de edad, debe utilizar aparatos ortopédicos para apoyar su movilidad; hace cinco años sufrió un accidente que casi les arranca la vida. Por fortuna los médicos lograron salvarla, pero la consecuencia inmediata fue la necesidad de aparatos en su pierna para lograr movimientos más certeros desde la columna. 

Es una mujer sonriente, está feliz de seguir viviendo, pero confiesa que esos aparatos son su peor calvario, sobre todo cuando debe moverse más de lo debido cuando los cajones destinados para personas como ella, están ocupados. Necesita ir al banco, a hacer algún trámite que requiere su presencia, pero a veces le cuesta más de lo debido, por los largos tramos que debe caminar con problemas serios.

Como pudo, la familia de Laura le acondicionó un vehículo para que pueda trasladarse libremente, primero a sus terapias, que duraron años y luego, ahora, para realizar algunas actividades comunes; basura quiere ir al cine, ir de compras, al supermercado, al teatro.

“Cuando me levanto necesito saber si logré acomodar los aparatos (ortopédicos), la faja y los zapatos. Es difícil doblar mi cuerpo, así es que alguien en casa siempre me ayuda. Puedo estar de pie pero no por mucho tiempo y cuando necesito caminar, lo hago muy despacio y también cortos tiempos”, dice mi amiga Laura.

 “Si viajo en mi vehículo, busco los espacios destinados para personas con discapacidad, pero me molesta que estén ocupados y ni siquiera son autos con placas que identifiquen como tales, entonces debo estacionarme donde pueda y de ahí, caminar poco a poco hasta llegar a mi destino”, dice.

¿Ya se imaginó en el lugar de Laura? Pues como ella, hay cientos de personas con problemas de movilidad, por distintas causas. Y todo esto lo comento por una sencilla razón: respeto.

Desde hace varios años, las instituciones públicas y privadas debieron ofrecer todo tipo de facilidades para que las personas con discapacidad puedan acceder con mayor holgura a todos los espacios: restaurantes, cines, centros comerciales, oficinas gubernamentales.

Y uno de los primeros espacios que se destinan, son los cajones de estacionamiento. Por eso tengo una pregunta: ¿por qué si todos sabemos que se trata de espacios para personas con discapacidad, los ocupamos con tal descaro y cinismo que nadie nos hace entender que no son para cualquiera?

Recientemente le pedí a alguien -que no conozco-, no se estacionara en un cajón identificado para personas con discapacidad. ¿Sabe qué me contestó? “¡Qué te importa!” ¿Qué me importa? Me importa que no somos empáticos, me importa que con una desvergüenza que raya en la estupidez, estemos haciendo la vida más imposible de lo que ya es, a quienes necesitan esos lugares.

Por eso creo que la crueldad en estos casos, es la falta de empatía, la falta de comprensión y, si me lo permite, la falta de respeto. Ponerse en su lugar, es en sentido figurado, para sentir su sufrimiento, ¡pero eso no significa que nos pongamos en su lugar de estacionamiento, carajo! Al tiempo.

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