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Opinión

La frontera como filtro sanitario

El pasado 20 de marzo de 2020, se decidió de manera 'conjunta' cerrar la frontera terrestre entre México y Estados Unidos.

Iván González Ibarra
Historiador/Académico

jueves, 06 mayo 2021 | 06:00

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El pasado 20 de marzo de 2020, se decidió de manera “conjunta” cerrar la frontera terrestre entre México y Estados Unidos. Desde ese día y hasta ahora, solo se ha permitido el ingreso (vía puertos terrestres) a la vecina nación, para “viajes esenciales”, y por motivos comerciales.

Ambas naciones comparten una de las líneas divisorias más dinámicas en el mundo. Para darnos una idea de la dimensión de la frontera entre ambos países: solamente hasta marzo del año pasado transitaban más de un millón de personas diariamente, y hasta la fecha, se realizan transacciones comerciales por hasta mil 700 millones de dólares cada día.

No obstante la naturaleza binacional del acuerdo; que busca prevenir la propagación del Covid-19 en las regiones fronterizas; las restricciones solo se han aplicado para los ciudadanos mexicanos, pues los de ciudadanía norteamericana han seguido transitando entre El Paso y Ciudad Juárez sin mayor preocupación.

Por eso, cabe hacernos las siguientes preguntas: ¿acaso el Covid-19 solo es trasmitido de sur a norte? ¿Somos los mexicanos, por alguna cuestión racial o de condición social, más propensos a ser portadores del virus, que nuestros familiares y amigos que viven en el otro lado?

Las preguntas vienen a colación porque compartimos entre Estados Unidos y México, más de tres mil kilómetros de frontera. También porque en el discurso se señalan lazos de hermandad cultural, política, económica y social entre ambos países, sin embargo, en la práctica y en el espacio inmediato, ocurren hechos muy distintos.

Históricamente el espacio fronterizo que habitamos, ha funcionado como una especie de “laboratorio social”, en el que se han implementado prácticas de control político sobre el cuerpo, que luego son reproducidas en el resto del mundo.

El gobierno norteamericano recibió grandes oleadas migratorias desde finales del siglo XIX, y con mayor fuerza durante todo el siglo XX. Por eso, desde principios de 1900, la frontera estadounidense dejó de ser solo terrestre, y comenzó a residir en la salud de su población, iniciando una forma de control político y sanitario sobre el cuerpo de los “extraños”.

Así, el “alien, foreigner or stranger” pasó a ser sujeto de inspección, observación y vigilancia. Motivando además la instalación de diversos dispositivos de control, en el espacio entre México y Estados Unidos.

Bajo el argumento del cerco sanitario, se conformaron también estrategias de salud pública, que funcionaron de manera paralela a las restricciones migratorias, enfocadas en poblaciones específicas.

En un primer momento, se aplicaron prohibiciones legales a la migración de chinos, que para 1885 apoyaban en la instalación de vías del ferrocarril en el estado de California. Posteriormente, para 1916, se establecieron restricciones sanitarias sobre los juarenses que cruzaban hacia El Paso para trabajar.

En un período de 100 años en la frontera entre Ciudad Juárez y El Paso, ubicamos al menos tres grandes ejercicios de control sanitario-migratorio sobre los mexicanos, que pudieran darnos luz para entender el cierre de la frontera terrestre solo para nosotros.

Continuará…

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