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Opinión

La comunicación y las relaciones públicas de los narcotraficantes

A 'El Chueco' se le atribuye matar a dos sacerdotes jesuitas, a un guía de turistas, a un maestro norteamericano y hasta a un activista. Su cadáver fue encontrado cerca del pueblo de Choix, Sinaloa

Gerardo Rodríguez Jiménez
Periodista/Académico

domingo, 26 marzo 2023 | 06:00

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A menos de dos semanas de que el Cártel del Golfo (CDG) pidiera disculpas públicas a la sociedad de los Estados Unidos (EU), a la comunidad de Matamoros, a los familiares afectados por el asesinato de dos norteamericanos, y también por la muerte de una mexicana abatida en el fuego cruzado durante el incidente; para luego entregar a los cinco presuntos responsables, el Cártel de Sinaloa, se especula, también envió un mensaje, aunque tardío, con la ejecución de José Noriel Portillo, alias  “El Chueco”, quien recibió múltiples balazos, según el fiscal general de Chihuahua, César Jáuregui: “Parece que le metieron los 16 tiros”, dijo.  

A “El Chueco” se le atribuye matar a dos sacerdotes jesuitas, a un guía de turistas, a un maestro norteamericano y hasta a un activista. Su cadáver fue encontrado cerca del pueblo de Choix, Sinaloa. Se sentía intocable. Lástima que no fue detenido, porque los muertos no hablan. Varios jefes del narco de esa región ya lo habían amenazado. Según trascendió, querían que se fuera porque estaba calentando demasiado la zona. 

Hizo y deshizo en la Sierra Tarahumara, a un maestro norteamericano lo mató de manera cobarde, innecesaria y brutal, por andar enfiestado y paranoico. Pensó que era agente de la Agencia para el Control de Drogas de EU, (DEA por sus siglas en inglés). Lo hizo después de conocerlo en una fiesta, según testigos. Además, no reparó en asesinar, por capricho, a un guía de turistas y a dos sacerdotes jesuitas que lo intentaban proteger. 

También se presume que pudo estar involucrado con la muerte del activista Cruz Soto Caraveo, integrante del colectivo de familias desplazadas forzadamente de la Sierra Tarahumara, y de un agricultor, entre otros asesinatos. Noriel Portillo ofrecía hasta entregar a sus propios familiares con la intención de evadir sus responsabilidades legales. Era ampliamente conocido por las fuerzas del orden como un extorsionador violento e impulsivo. Tenía además amenazada a mucha gente de por allá: transportistas, farmacias, etc., y también se involucró, -con la complacencia de las autoridades locales, según lo declarado por el mismo presidente de México- en la tala ilegal de bosques, y en la venta clandestina de cerveza en la zona, entre muchos otros crímenes que se le atribuyen extraoficialmente.

Su búsqueda ya llevaba varios años. Lo que, a alguien tan malpensado como yo, sugiere que corrompía a quien le conviniera para operar libremente, especialmente en Chihuahua, en donde se le escapó un par de veces a la Fiscalía del estado durante los años en que Javier Corral era gobernador, y donde cometía la mayoría de sus fechorías. Por cierto, tengo información de que el exgobernador de Chihuahua, a quien le encantan los restaurantes lujosos y el golf, tiene una hermosa casa/cabaña frente a la Cascada de Basaseachi, con todo y una bicicleta única, hecha de fina madera. Corral, me contaron fuentes confiables, además atendía lujosas fiestas en Colonia Juárez, cerca de Casas Grandes, durante su mandato. También –de acuerdo a reportes periodísticos puntuales-, visitaba un pueblo de Durango en un avión del estado. Aunque pueda no existir una correlación directa entre sus aventuras y el crimen organizado, sí da desconfianza. Uno ya no sabe que pensar, ni en quien confiar. 

Pero su ejecución podría haber venido demasiado tarde para el Cártel de Sinaloa. Además de la presencia del Ejército mexicano y de la Fiscalía en tierras tarahumaras, la insistencia de líderes republicanos estadounidenses para declarar legalmente a los grupos de narcotraficantes en México como “terroristas” no cede. Ante la ineptitud del estado mexicano, el país del norte quiere intervenir cada vez más contra los Cárteles de México. Oficialmente, antier se supo que, como alternativa para que esto no suceda, la DEA formó equipos específicos para acabar con los Cárteles de Sinaloa y de Jalisco Nueva Generación (CJNG), que fueron declarados oficialmente como amenazas globales contra la Unión Americana. Traficar con fentanilo les puede costar muy caro a las organizaciones criminales que lo hacen, aunque el presidente mexicano niegue que México no se produce el opioide.

En otro hecho, ayer la columna de este medio publicó que varios narcomensajes, firmados por algunos líderes de Los Mexicles, fueron colocados en diferentes áreas del suroriente de Juárez, con la intención de amenazar a sus contrincantes y comunicar públicamente que, según ellos, no están tan débiles. Su exlíder, “El Neto”, fue abatido el primer mes del año por las autoridades, después de fugarse del Cereso 3. 

Aunque por diversas razones, a los cárteles sí les deben interesar las relaciones púbicas y la comunicación. A veces sus cédulas ejecutoras las utilizan solo para intimidar; como en el caso de Los Mexicles. Otras veces la muerte y la violencia son el mensaje; pero ahora que los norteamericanos amenazan con identificar legalmente a las organizaciones de narcotráfico como “terroristas”, con la intención inclusive de utilizar drones y estrategias militares en contra de sus líderes, y dentro del territorio mexicano, organizaciones como el CDG no la pensaron dos veces para mandar una nota pública para quitarse de encima la presión de autoridades estadounidenses. En México es muy común que las células del narcotráfico utilicen palabras escritas para comunicarse cuando atacan o ejecutan a sus competidores. Lo que es nuevo es que ahora, manden mensajes a EU. El CDG llegó inclusive a informar por medio de una cartulina que “reprobaba energéticamente” la muerte de los estadounidenses ejecutados, porque entre sus reglas están el “respetar la vida y la integridad de los inocentes”. Lo que es inverosímil e insólito.

El discurso del “terrorismo” y la narrativa de las campañas políticas 

Como hemos analizado, la epidemia de fentanilo que se vive en el país del norte y las muertes de inocentes pueden ser muy mal negocio para los traficantes. Estos hechos agudizaron los ataques retóricos entre el presidente mexicano y algunos políticos de EU. Los republicanos extremistas acusaron a sus oponentes políticos, y al gobierno mexicano, de ineptitud para parar el tráfico del opioide, y han sugerido la intervención militar, y la utilización de tecnología de punta en el combate al narcotráfico, algo que, por supuesto, ha indignado a muchos mexicanos, incluido Andrés Manuel López Obrador, (AMLO).

El debate electoral en EU en torno a los cárteles mexicanos se ha encandecido, en el Senado se discute designar o no a los cárteles mexicanos como organizaciones terroristas. Ante las críticas, las provocadoras respuestas de AMLO fueron alzando el tono de las agresiones bilaterales, en lo que fueron semanas de múltiples acusaciones y reacciones negativas. Aparentemente, todo se calmó con la visita de varios congresistas de EU a AMLO. A pesar de esto, unos días después el secretario de Estado del presidente Joe Biden de EU: Antony Blinken, presionado por el senador republicano Lindsey Graham, admitió el jueves, durante un testimonio comprometedor, y ante un comité del Congreso, que partes de México son controladas por los cárteles, y que sí consideraría designarlos como terroristas, aunque sin afirmarlo enfáticamente. Ante esto, AMLO negó que los cárteles dominen territorios en México, aunque con contradicciones, luego admitió que sí ha habido infiltraciones de narcotraficantes en estructuras gubernamentales.

En guerra de declaraciones envueltas entre tintes de campañas políticas, Blinken fue cuestionado sobre si el fentanilo, traficado desde México, había causado muertes de ciudadanos estadounidenses; una pregunta con la clara intención de Graham de probar que los cárteles matan norteamericanos en su territorio, algo que, aún a sabiendas de que las preguntas del republicano llevaban maña, no pudo evitar contestar que sí. Ante ello, AMLO primero reaccionó negativamente, para al día siguiente - y ya probablemente ya entendiendo mejor el entorno del asunto- dijo que Blinken solo estaba haciendo su trabajo. 

Pero entonces, ¿es viable identificar a los cárteles mexicanos como organizaciones terroristas? Son términos legales, y todo depende de qué lado se vea. Los ganadores siempre escriben la historia, no los perdedores. Wikipedia define la palabra terrorismo como “el uso sistemático de terror, utilizado por una amplia gama de grupos o individuos en la promoción de sus objetivos, tanto por partidos políticos de todas las ideologías, así como corporaciones racistas, colonialistas, independentistas, revolucionarios, conservadores y gobiernos en el poder”. La palabra terrorismo, usualmente es aplicada por EU y la cultura occidental para identificar a sus enemigos de Estado. Es difícil de definir, ya que, tradicionalmente, el país del norte la ha utilizado con un sentido eurocentrista para identificar a ciertos fanáticos idealistas, mayormente minorías musulmanes radicales, antioccidentales. Sin embargo, esta palabra casi siempre contiene fuertes connotaciones políticas, posee una enorme carga emocional y depende de la percepción y entorno en que se utiliza. En ese sentido, los grupos políticos extremistas también pueden ser considerados como terroristas.  

En conclusión, aunque sería muy difícil que el gobierno intervenga territorialmente a México en un futuro cercano, la realidad es que ya lo hace indirectamente desde hace décadas. No solo en México, sino en toda la política continental, si no mundial. Declarar a los cárteles como “terroristas” es la nueva herramienta política de los republicanos extremos y de los supremacistas blancos dominantes de EU, que tienen posibilidades de llegar al poder. Si los grupos delictivos no dejan de utilizar tácticas de terror que afecten a inocentes, tarde o temprano pueden ser confrontados directamente por otros grupos poderosos.

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