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Opinión

La ciudad del caos

El descontrolado crecimiento del padrón vehicular, aunado a una muy deficiente planeación de las vialidades de la ciudad, ya nos tenían contra la pared

Francisco Ortiz Bello
Analista

domingo, 17 enero 2021 | 06:00

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Al desorden vial que ya existía en la ciudad, producto del enorme rezago de décadas en ese tema como en otros, el Gobierno estatal vino a sumar el año pasado una serie de obras que no solo han contribuido de manera importante a incrementar ese caos, sino que se han convertido en el epicentro del mismo. Por mucho.

El descontrolado crecimiento del padrón vehicular, aunado a una muy deficiente planeación de las vialidades de la ciudad, ya nos tenían contra la pared a causa de severos congestionamientos viales, pero, al menos, antes era solo en las llamadas “horas pico” de entrada y salida de maquilas y oficinas, así como de los diversos centros escolares, fuera de eso, en general, se podía circular más o menos fluidamente por toda la ciudad. Con las obras del Gobierno estatal eso se terminó, no queda hora del día en la que se pueda circular con regular fluidez.

Vaya, ahora hasta los fines de semana, regularmente tranquilos en cuanto a tráfico vehicular, se han convertido en un verdadero pandemónium a la hora de conducir por las calles de Juárez.

Y no es que critiquemos las obras en sí mismas, aunque algunas sí lo ameritan, la obra pública en general siempre será de beneficio para los habitantes de cualquier ciudad, sino que la muy deficiente logística y planeación para ejecutarlas terminaron por estrangular las, ya de por sí, mal planeadas y peor trazadas calles de Juárez, con todo el perjuicio que eso implica para los automovilistas juarenses.

Luego de un gran ayuno en materia de obra pública por más de tres años en esta frontera, el Gobierno estatal -de pronto-, a principios del año pasado, nos recetó un rosario de obras simultáneas, algunas de muy dudoso beneficio, y sin la menor logística u orden de prioridades que garantizara la menor afectación posible, no, pareciera que la instrucción fue: “paralicen la ciudad”.

Los llamados puentes enanos, gazas viales en Juan Pablo II y Francisco Villarreal, así como en Arizona y Juan Pablo II, puentes o pasos deprimidos en Francisco Villarreal y Tres Torres así como en Zaragoza y Las Torres, son algunas de las obras que han contribuido a poner de cabeza la ciudad, varias inconclusas aun, pero la que más trastornos ha ocasionado, y sigue ocasionando, es la ruta troncal de transporte urbano denominada BRT o BravoBus ya que su ejecución ha colapsado el tráfico de la principal arteria de circulación vial de la ciudad, como lo es la Panamericana, la Tecnológico y la 16 de Septiembre, pero no solo eso, al cerrar sus principales cruceros también ha terminado por afectar seriamente la circulación en otras avenidas y calles de alta circulación vial, tales como la Gómez Morín, la Ejército Nacional, la López Mateos, la Zaragoza y otras.

Si bien las obras que se ejecutan actualmente no están generalizadas por toda la ciudad, tampoco son tantas, los efectos nocivos que ocasionan sí afectan prácticamente todas las calles, ya que al ser estas una red de vías que se intercomunican y retroalimentan, un caos vial en el centro neurálgico de esta red se reproduce con un efecto en cadena por todas las demás calles.

Un claro ejemplo de ello lo constituyen el par vial Ejército Nacional y Gómez Morín, que atraviesan la ciudad transversalmente de oriente a poniente y viceversa, y que cumplían anteriormente con desahogar la circulación de automovilistas que deseaban llegar de un lado al otro de la ciudad, indistintamente, cualquiera de las dos era una buena opción.

Bueno, pues ya no más. Las dos vialidades se encuentran severamente afectadas, a cualquier hora, a causa de las obras sobre la Panamericana y Tecnológico, sobre todo la Ejército Nacional, cuya circulación fue cortada de tajo en su cruce con la Francisco Villarreal, por las obras que ahí se realizan, forzando una muy larga desviación que lleva a los automovilistas que circulan por la Ejército a incorporarse a la Villarreal, saturando la carga vial de esta última, y ocasionando larguísimas filas en la primera. Filas que alcanzan hasta los siete kilómetros de autos con demoras de hasta 45 minutos solo para pasar ese cruce.

Por esta razón, miles de automovilistas que desean ir de oriente a poniente o viceversa, se ven obligados a utilizar la Gómez Morín incrementando considerablemente su carga vial. Después de las 5 de la tarde y hasta pasadas las 8 de la noche, transitar por esta vialidad es un verdadero martirio por la lentitud con que se avanza.

La avenida Manuel Gómez Morín en su tramo del Puente al Revés y hasta la Jilotepec es un gigantesco estacionamiento de vehículos, prácticamente a cualquier hora, evidentemente en las horas pico es intransitable, con los altos costos que esto representa para los juarenses, tanto en improductividad de horas-hombre, como en altos consumos de combustible y contaminación atmosférica, sin mencionar la afectación emocional y psicológica que tiene para quien conduce un auto bajo estas condiciones.

Las escenas descritas en el párrafo anterior se repiten prácticamente por toda la ciudad, insisto, no es que haya obra por todas partes, ojalá así fuera, sino que la que hay ocasiona este efecto en cadena que afecta todas las vialidades, porque los espacios de circulación cerrados redistribuyen la carga vehicular forzadamente, sin una planeación adecuada.

Nadie en su sano juicio puede oponerse a una obra pública importante, a menos que, como es el caso del BTR o BravoBus, los perjuicios a la comunidad sean evidentes, tampoco se trata de satanizar lo poco que se ha hecho en esta materia en el gobierno de Javier Corral, pero sí de señalar puntualmente los perjuicios que se están ocasionando a los juarenses, provocados por una total falta de planeación, priorización, logística y ejecución eficientes.

Si algo le hace falta a esta ciudad, por el enorme rezago del que hablamos al principio, es, precisamente, obras de gran calado que nos brinden una infraestructura moderna, segura, útil y acorde a nuestras necesidades, sabiendo por supuesto que toda obra pública conlleva las molestias inherentes durante su realización, pero tampoco se trata de que esas molestias se conviertan en verdadero dolor de cabeza para los ciudadanos.

Cualquier urbanista de medio pelo sabe bien que la adecuada planeación de una obra reduce enormemente las molestias que se ocasionan con su construcción, sobre todo cuando se trata de obras concurrentes en espacio y tiempo, así como la necesidad de administrar correctamente todos estos elementos.

Si a todo lo anterior le sumamos los inconvenientes que presenta un proyecto como el del sistema de transporte BRT o BravoBus, que ha sido severamente cuestionado y criticado por amplios grupos sociales, el tema se torna preocupante porque deviene en una suma de perjuicios contra el ciudadano, contra el usuario final tanto de la estructura actual, fuertemente colapsada, como del producto final del proyecto.

En esta parte del problema la autoridad municipal, aunque no es responsable de las obras, son estatales, tiene la ineludible obligación y facultad de regular el tránsito, la circulación vial, por lo que sería de esperarse una mayor y más determinada intervención en cuanto a una adecuada y abundante señalización, promoción y difusión de vías alternas de circulación, agilización permanente de puntos conflictivos mediante agentes de vialidad, reprogramación de semáforos (sincronización acorde con nuevos tiempos y cargas vehiculares), así como en todo lo que tiene que ver con su facultad de controlar y regular el tráfico vial en la ciudad. 

De verdad que resulta urgente y prioritaria esta intervención de la autoridad municipal, específicamente de la Coordinación de Vialidad y del área de Control de Tráfico, de modo que se puedan aminorar los impactos negativos producto de las obras que realiza el gobierno estatal en Juárez. Miles de juarenses se los agradeceríamos mucho.

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