Opinión

Juárez y el homoviator

Ciudad Juárez, sin duda, ha sido construida por el cúmulo de connacionales que han llegado del interior del país en pasadas décadas

Jorge Breceda
Analista

sábado, 20 abril 2019 | 06:00

Ciudad Juárez, sin duda, ha sido construida por el cúmulo de connacionales que han llegado del interior del país en pasadas décadas, y los funcionarios públicos –estatales y municipales– no pueden soslayarse de esta realidad. 

Como ejemplos, se pueden mencionar dos: la Fiscalía General del Estado Zona Norte se encuentra negando cartas de no antecedentes penales –requisito de empleo a la extranjería–, y el presidente municipal reitera discursos que propician una profunda animadversión hacia la comunidad migrante que arriba a nuestra gran urbe.

Ahora bien, para la articulación argumentativa se considerará migrante al ser humano que se encuentra en el proceso de desplazamiento estatal, un sujeto que no se encuentran en su entorno natural; espacio del que tienen que alejarse por motivos ajenos a sus filias, es decir, sacrificando su statu quo. 

Por ello, es importante comprender el “fenómeno” de la migración desde un pensamiento globalizador, el cual permite repensar a la humanidad como una sola, así se puede considerar la eliminación del concepto de raza, derivado que no existen –según la taxonomía– “razas” de hombres, sino es una sola: la humana. 

Entendido lo anterior, se elimina un antiquísimo paradigma que se utilizaba para sustentar la división de los pueblos, y ahora se puede comprender que las nacionalidades, culturas, religiones, entre otras, no son suficientes para que dentro de la humanidad se construyan diferencias sustanciales. 

Aunado a lo anterior, es Antonio Campillo el que acuña el término homoviator: un ser cuya naturaleza no puede estar inmóvil, y que su esencia le exige conocer diversas ciudades, países y continentes, ¿es cierta la tesis? Sí. Y le invito a cuestionarse: ¿es necesario viajar? ¿Apreciar nuevos sabores? ¿Observar diversos paisajes? De nueva cuenta la respuesta es sí.

Sin embargo, en los últimos cinco años se han visto figuras políticas encumbradas en el poder a través de discursos abnegados en el nacionalismo; con disertaciones de una retórica que maravilla a los más conservadores: “los juarenses primero”. Son sólo la envoltura de ideas rancias y arcaicas. 

En esos argumentos, se contraen dos planteamientos. Se niega entender a la humanidad como una sola y a la característica esencial del ser humano: homoviator. Tales planteamientos imposibilitan la creación de políticas públicas que propicien un crecimiento cultural derivado de la ganancia humanística por la migración. 

Nuestra ciudad en 2018 recibió más de 15 mil repatriados, y de octubre del año pasado a mayo del 2019, llegaron más de 20 mil extranjeros. Ambas cifras exhiben a Juárez como un territorio que estuvo y estará en permanente contacto con diversas culturas. 

Por ello, es importante analizar el discurso político y las decisiones públicas de nuestros servidores gubernamentales, al preguntar: ¿Cómo –aparentemente– se justiprecia la migración? ¿Cómo se usa el discurso migratorio?

La migración les ha permitido culpar a los otros de los infortunios propios. Es sencillo señalar a los migrantes como entes que dejan a su paso desdicha económica y de seguridad, ¿es fácil? Sí, porque al extranjero se le sitúa entre la cosificación y la invisibilidad.

Lo anterior, simplemente por no tener una defensa legítima o capacidad para ser escuchado, por la simple ausencia de nacionalidad. Tal situación se reduce a un término: xenofobia, expresión que formula una animadversión u odio al extranjero.

Nuestros servidores públicos deberán entender que su función cardinal es administrar eficientemente un territorio determinado, con cada una de sus características y no luchar por modificarlas; en Juárez, esa característica es la migración. 

Sobre todo, porque los argumentos esgrimidos, son más cercanos a lo que Cortina señaló con el término aporofobia; expresión que plantea una animosidad no por el extranjero, sino por el pobre, idea que invito a reflexionar, ya que los gobiernos que no cierran las puertas a la inversión extranjera, sólo cierran fronteras para los menesterosos.

¿Qué hubiese sucedido si en lugar de centroamericanos pobres y necesitados, transitaran por Juárez europeos millonarios? ¿La postura sería la misma? No tengo duda que el discurso gubernamental, en ese supuesto, se hubiese caracterizado por la fraternidad y hospitalidad.

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