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Opinión

Granda y las FARC en México

El miércoles se cumplieron 19 años de que el Ejército Republicano Irlandés (IRA) anunciara su disolución y el fin de sus actividades terroristas

Jorge Fernández Menéndez
Analista

sábado, 23 octubre 2021 | 06:00

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Ciudad de México.- El miércoles se cumplieron 19 años de que el Ejército Republicano Irlandés (IRA) anunciara su disolución y el fin de sus actividades terroristas. Y también diez años de que la ETA vasca declarara el cese definitivo de su actividad armada. En los dos países, sobre todo en España, persiste el debate sobre la aplicación de la justicia a los responsables de los atentados terroristas de ETA e, incluso, algunos quieren abolir nada menos que la Constitución democrática de 1982, que dio el andamiaje a la transición española. Pero lo cierto es que en Irlanda y en España el terror concluyó y la que ganó fue la ciudadanía y la institucionalidad democrática.

En Colombia, los acuerdos de paz entre las FARC y el gobierno se firmaron en 2016. Buena parte de las FARC se transformaron en el partido Comunes, pero otros sectores, lo mismo que otro grupo guerrillero, el ELN, siguieron en la lucha armada. Los disidentes de las FARC y el ELN han terminado como satélites del régimen venezolano y están involucrados no sólo en una lucha armada, sino, también, y en forma destacada, en el narcotráfico, tanto en Colombia y Venezuela como en otros países.

Todo esto viene a cuento por la detención y la posterior liberación en México de Rodrigo Granda, el llamado canciller de las FARC. Granda, que participa en Comunes, fue enviado de regreso a Colombia, pese a que tenía una orden de detención de la Interpol por el secuestro y asesinato de la hija de un expresidente de Paraguay, delito cometido en ese país. Pascal Beltrán del Río hizo ayer en su columna un pormenorizado relato de esos hechos.

Las FARC, durante años, han tenido presencia en México. En 2008 publicamos un libro titulado Las FARC en México (Aguilar, 2008), que se basaba en los documentos recogidos en el campamento de uno de los principales dirigentes de esa organización armada, Raúl Reyes, que había sido abatido el 1 de marzo de ese año en una operación militar realizada contra el enclave del grupo armado, ubicado en la frontera entre Colombia y Ecuador, donde también fueron detenidos unos jóvenes estudiantes mexicanos. Unos años antes había sido descubierta una amplia trama de colaboración de un frente de las FARC con el cártel de los Arellano Félix, en un intercambio de drogas por armas, desmantelado por el equipo que entonces encabezaba José Luis Santiago Vasconcelos, fallecido en el avionazo en el que murió también, entre otros, Juan Camilo Mouriño, en 2007.

En 2008, cuando se dio el ataque al campamento de Raúl Reyes, recordábamos en este espacio que las FARC no sólo eran una organización profundamente involucrada en el narcotráfico y en el envío de drogas a México, sino que también estaba entrenando jóvenes mexicanos en relación con grupos armados de nuestro país.

No nos engañemos, recordábamos entonces: los jóvenes mexicanos que estaban en el principal campamento de las FARC, donde residía Raúl Reyes, no estaban en un camping ni eran muchachos que fueron a un “congreso bolivariano” y se encontraron repentinamente en medio de las estribaciones de la selva amazónica, donde es casi imposible llegar sin apoyos. Seamos serios y tratemos las cosas como son: quienes estaban allí, se esté de acuerdo o no con ellos, eran hombres y mujeres que tomaron una decisión consciente de cómo desarrollar sus convicciones políticas y cayeron o resultaron heridos en su ley, insistimos, se compartan o no sus posiciones.

El punto es que no sólo estaban combatiendo por la causa de las FARC, sino que, todo indica, eran parte de un programa de entrenamiento militar para jóvenes mexicanos que se iban rotando en esos campamentos y que son ligados a las FARC a través del discurso de los círculos bolivarianos que impulsa y financia el gobierno de Venezuela y que, a su vez, están ligados al EPR y sus distintos frentes políticos. Eso se exhibe en los documentos de Reyes, que están publicados, textuales, en el libro citado.

Hasta 2002, o sea, hasta que fueron declarados como una organización terrorista por Estados Unidos y la Unión Europea, e incluso después de que se había comprobado la relación de uno de los principales frentes de las FARC con el cártel de los Arellano Félix, seguían abiertas, con estatus oficial, como si fueran embajadas, cuatro oficinas de las FARC en México, oficinas que, hasta entonces, eran financiadas por la Conferencia de Partidos Políticos de América Latina, la COPPAL. El cierre formal de las oficinas de ese grupo en México se combinó con la apertura de una serie de oficinas informales, que han aparecido de la mano de los círculos bolivarianos, en muchos lugares, desde la UNAM hasta el IPN, desde la UAM hasta la Universidad de Guerrero, persisten hasta ahora. Muchas están relacionadas con Morena y con el PT. Granda venía a un coloquio organizado por este partido.

Desde entonces muchas cosas han cambiado en México y en Colombia, para bien o para mal. Otras no, quizás por eso Granda fue regresado, sin consecuencias y sin atender el pedido de Paraguay, a su país natal.

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