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Opinión

Feminismo radical y violento | Ala dura de un movimiento genuino

Mañana lunes 8 de marzo se conmemora el Día Internacional de la Mujer, y debemos empezar por remarcar que no se celebra nada, sino que se trata de una conmemoración

Francisco Ortiz Bello
Analista

domingo, 07 marzo 2021 | 06:00

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Mañana lunes 8 de marzo se conmemora el Día Internacional de la Mujer, y debemos empezar por remarcar que no se celebra nada, sino que se trata de una conmemoración, lo que ya lleva implícita una diferencia digna de analizar y observar en su contexto completo para dejar en claro el significado real y su trascendencia. En realidad, se trata del recuerdo de un acto sangriento que busca refrescar en la memoria de la humanidad, las brutalidades cometidas contra mujeres por efectos del machismo. 

Va pues un poco de historia sobre los antecedentes del movimiento. El 8 de marzo de 1857, un grupo de mujeres trabajadoras en la industria textil, llamadas “garment workers” en inglés, en Nueva York, organizaron una huelga. Sus demandas eran por salarios más justos y condiciones laborales más humanas. Pero, al momento de realizar su manifestación, los agentes de la policía las detienen. 

Unos años antes, en 1848, las estadounidenses Elizabeth Cady Stanton y Lucretia Mott lograron reunir a cientos de mujeres en la primera convención nacional por los derechos de las mujeres, en Estados Unidos. El 8 de marzo de 1908, 51 años después, 15 mil mujeres vuelven a tomar las calles de Nueva York para exigir un aumento de sueldo, menos horas de trabajo, derecho al voto y prohibir el trabajo infantil. 

El eslogan que utilizaron fue “Pan y Rosas”. Ya que, el pan representaba la seguridad económica, y las rosas, una mejor calidad de vida. El movimiento femenil fue brutalmente reprimido por la policía de Nueva York. 

Como resultado de esos y otros muy variados esfuerzos, el día 28 de febrero de 1909 se proclamó en todo el territorio de Estados Unidos el Día Nacional de la Mujer. La fecha seleccionada fue el último domingo de febrero, y así se siguió conmemorando por varios años. 

La primera vez que se propuso el Día Internacional de la Mujer fue en 1910, en Copenhague, cuando se celebró una conferencia internacional con la participación de cientos de mujeres de diferentes naciones del mundo. En ese encuentro participaron más de 17 países, y una de las principales impulsoras fue la comunista alemana Clara Zetkin. 

Así fue como en 1911 se celebró por primera vez el Día Internacional de la Mujer en algunos países de Europa y Estados Unidos. El día elegido fue el 19 de marzo. Pero, una terrible tragedia ocurrida el 25 de marzo de 1911, otra vez en Nueva York, vendría a cambiarlo todo. 

Decenas de trabajadoras textiles, mujeres inmigrantes en su mayoría de Europa del Este e Italia, murieron en el incendio de la fábrica de Triangle Shirtwaist en la urbe neoyorquina. El saldo final del incendio fue de 123 trabajadoras y 23 hombres fallecidos. El número de heridos fue de 70. La víctima más grande tenía 43 años y la más joven, 14 años. 

Esto impulsó a las mujeres a continuar la lucha. Evidentemente este hecho terminó de enmarcar la consigna feminista en el ámbito de los derechos humanos, los derechos laborales y el trato humanista e igualitario, acelerando las acciones y manifestaciones en todo el mundo. 

Pero fue hasta después de la Segunda Guerra Mundial que mujeres de más países también se unieron y comenzaron a conmemorar el Día de la Mujer. En el año 1975, las Naciones Unidas proclamaron por primera vez el Día Internacional de la Mujer el 8 de marzo. 

No son todos los hechos históricos o antecedentes, pero sí los más relevantes. Datos y antecedentes que nos permiten concluir, y distinguir, entre celebración y conmemoración, porque mientras el primer término se refiere a un acto de festejo, de júbilo, el segundo significa recordar con solemnidad una fecha, un acto o una persona, es decir, tiene la finalidad de perpetuar el recuerdo de algo. Hay pues, una diferencia sustancial entre celebrar y conmemorar. 

Definitivamente, el inicio de la lucha de las mujeres por la equidad no debe ser olvidado nunca. Sin embargo, como en todos los movimientos sociales que buscan reivindicar derechos, reconocimiento, respeto, demandas o todo junto, en el llamado “feminismo” también podemos encontrar en la actualidad grupos o subgrupos de mujeres que intentan posicionar sus demandas a través de posturas extremas, radicales y hasta violentas incluso, creyentes de que el radicalismo extremo logrará efectos más positivos e inmediatos. 

Llamadas también “feminazis”, término que les disgusta sobremanera al punto de censurarlo con gran fuerza, estos grupos de feministas radicales se han convertido en una seria amenaza para la paz pública, porque han hecho de la destrucción, el vandalismo, la agresión y la violencia sus códigos de lenguaje para expresar sus demandas, lo que disgusta a muy buena parte de la sociedad, incluso a grupos de feministas menos radicales.

Nadie en su sano juicio podría descalificar o demeritar un movimiento social como el de las feministas, nadie. Pero tampoco nadie, en sus cabales, puede aceptar la violencia, el radicalismo, la intolerancia, la agresión, como códigos válidos de comunicación. La Ley de la Selva. Sería tanto como darse un balazo en la cabeza, un auténtico suicidio.

Trataré de explicar esto lo más claramente posible, lo más objetivamente. La sociedad requiere de leyes para garantizar una convivencia sana y armónica, leyes que protejan su integridad física y sus bienes, sus propiedades, pero no garantizan solo la convivencia, la integridad o las propiedades, sino también un ambiente y condiciones propicias para el desarrollo personal de sus integrantes. Para eso sirven las leyes. 

¿Qué ocurre cuando no hay leyes que garanticen o protejan estos derechos? La Ley de la Selva. La Ley del más fuerte. Si alguien intenta despojarme de algo que es mío, que me pertenece, y no hay autoridad alguna que lo impida, tendré que impedirlo yo, con mis propios recursos, a mi manera, incluso por la fuerza. Lo mismo sucede si ese alguien intenta dañar materialmente algo de mi propiedad.

Si en una de estas manifestaciones feministas, una radical enardecida intenta prenderle fuego a mi automóvil, porque ella cree que así expresa su demanda, y yo trato de impedirlo por la fuerza (es mi derecho ante la ausencia de autoridad para proteger mi propiedad), habrá jaloneos, golpes, intercambio de agresiones físicas, y por supuesto se impondrá quien mayor fuerza tenga ¿Es eso justo? ¿Está eso bien?

Ni yo ni nadie tiene que resignarse y quedarse callado ante un atropello injustificado, violento, agresivo, intolerante. No es así como van a lograr la reivindicación de sus demandas. No es así como se van a ganar el respeto y el reconocimiento de la sociedad. Al contrario. 

Un movimiento social genuino y válido de origen, con una gran relevancia y trascendencia, quedará reducido a un pleito entre dos personas. A una vulgar confrontación personal violenta. 

Sí, es verdad, las mujeres han sido víctimas de un prolongado machismo generacional, pero también lo es que ellas mismas se han encargado de perpetuar y acrecentar mediante la repetición de patrones educativos y formativos en los hijos que fomentan este machismo.

Personalmente, yo no creo que hombres y mujeres seamos iguales, no, no lo somos, la biología, la ciencia, la física, la química, la espiritualidad y hasta el universo lo demuestran constantemente. 

Está demostrado científicamente que las mujeres soportan dolores físicos intensos con mayor facilidad que los hombres. Su umbral de dolor es más alto. Están biológicamente preparadas para concebir hijos, los hombres no. 

Somos distintos en muchos sentidos y debemos partir de ese reconocimiento para entender que, esas diferencias, de ninguna manera nos hacen más fuertes o débiles unos sobre otros, eso es otra cosa.

La lucha de las mujeres por su derecho a ser reconocidas y respetadas no sólo es genuina y válida, sino una imperiosa necesidad para terminar de una vez por todas con la serie de abusos a los que ancestralmente se les ha sometido, pero ni tiene que ser violenta, ni tiene que ser radical y mucho menos debe ser una lucha contra los hombres.

En el Día Internacional de la Mujer, todo mi respeto, reconocimiento, admiración y consideración a las mujeres, a todas las mujeres, aun a quienes equivocan el método para hacer valer sus demandas, porque en esa equivocación nos hacen reflexionar sobre la urgencia de atender sus reclamos.

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