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Opinión

Exhorto a la aristocracia de Juárez

Existe la necesidad de que los y las servidores públicos contengan grados académicos que destaquen de la media y poco más

Jorge Breceda
Catedrático

sábado, 14 mayo 2022 | 06:00

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La palabra central que ocupa el título puede remitir a una interpretación negativa si se coloca en el imaginario las formas de gobierno aristotélicas, es decir, el observar a la aristocracia como una forma de gobierno en oposición con la democracia –tan sobrevalorada socialmente–. En este sentido, este paradigma gubernamental supone que el acceso al poder se encuentra determinado por la pertenencia de una clase social alta, la alcurnia o ascendencia de familia, idea que no está alejada de la realidad de siglos anteriores en donde la posibilidad de acceder al conocimiento formal era proporcionalmente directa al poder adquisitivo.

A continuación, se parte de la idea de un gobierno de los mejores (del griego aristos-mejor, kratos-gobierno), instituciones estatales con poderío no exclusivamente por tratarse de un entidad municipal o por la legalidad que deviene de una decisión democrática, sino por la legitimidad que brinda a la población tener gobiernos integrados por personas con capacidades y cualidades sobresalientes, características que permitirían una relación de mayor confianza entre gobernados y gobernantes.

Partiendo de estas ideas, existe la necesidad de que los y las servidores públicos contengan grados académicos que destaquen de la media y poco más. Aquellas personas que han transitado con cierto grado de disciplina por las aulas universitarias reconocen en ellas no sólo un quehacer informativo sino claramente formativo; del primero, decir que el conocimiento teórico-práctico es imprescindible, ya que permite un diagrama de flujo interminable en donde la teoría y el quehacer diario se retroalimentan constantemente; y del segundo, construye el carácter –término digno de análisis en Richard Sennet– y colabora para que la voluntad se oriente a sus principios impulsores, sus máximas –Emmanuel Kant–.

A casi dos décadas como docente universitario y más de 25 años como estudiante, he tenido la dicha de conocer estudiantes sobresalientes y profesoras (es) asombrosas (os), personas con inteligencias (teoría de las inteligencias múltiples) y competencias portentosas, sujetos con excelentes metodologías en el área científica, profesionales competitivos, capacidades analíticas, dominio de su entorno y, por otra parte –no menos importante–, individuos con una capacidad empática fuera de proporción, una ética a prueba de cualquier entorno, sensibles hacia su contexto y una probidad admirable. Con este tipo de profesionistas puedo afirmar que la administración pública lograría una eficiencia sobresaliente, claro, colocándolos en un área idónea y eliminando los arrebatos de los que caracterizan a las decisiones políticas. 

Como se aprecia en los tipos ideales, la incitación es que el (la) servidor(a) público(a) no sólo debe mostrar capacidad en el mundo de las ideas, sino también por el grado de sensibilidad, empatía, probidad y ética, elementos que debe contener el recurso humano que su principal función –y así lo describe su nombre– de servir, obviamente respetando el perfil y descripción del puesto, para con ello, tener elementos en la administración pública municipal y estatal idóneos para desempeñar su labor. ¿Suena sencillo? Pues lo es. 

Por último, Arendt plantea en ‘Eichmann en Jerusalén’ la posibilidad de un pueblo judío corresponsable del mal vivido: primero, por tener una estructura administrativa débil; segundo, una población que permitió ser subsumida por el mal. Atendiendo a esto, las personas que lean esto deben sentirse señaladas y con la obligación de dejar de ser renegados y críticos del sistema en los petit comité, aulas y reuniones, para darse a conocer, crear acciones sociales que le permitan a la comunidad salir de esa caverna llena de sombras de donde concibe el mundo; la oportunidad de que observen la existencia de personas capaces y empáticas, pero sobre todo, que puedan inferir que el actor debe irse a actuar, el futbolista a practicar, el ignorante a estudiar y el pensante a cambiar nuestra hermosa ciudad. 

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