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Opinión

Es Ley y obliga…

La labor de un Gobierno comprometido es facilitar la vida en común al Ciudadano

César Jáuregui Robles
Abogado

lunes, 29 noviembre 2021 | 06:00

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Ciudad de México— “Lo que su Majestad diga! Argumentando con un lenguaje engañabobos que se trata de la seguridad nacional, la nueva forma autocrática del ejercicio de Poder, emitió un Decreto que limita el actuar de cualquier Autoridad -federal, estatal y/o municipal (no faltaba más¡), para avanzar en la construcción de las obras de infraestructura, emblemáticas del sexenio.

Lo hace, a contrapelo de las normas constitucionales, legales, reglamentarias, oficiales, y, cualquier otra disposición que pudiera interponerse ante sus afanes de grandeza y de transformación. No importa la vida institucional y menos aún la existencia fundamental de un Congreso de la Unión, al que ya le tomó el gusto de ningunear y mandar cuantas veces sea necesario, ya sea para aprobar sus presupuestos sociales, aprobar legislación ocurrente e inconstitucional (tan solo recuérdese lo absurdo de extender el mandato del Ministro Presidente de la Corte y de los Consejeros de la Judicatura) o bien aceptar nombramientos que no cumplen con los requisitos legales, como su propuesta para integrar la Junta de Gobierno del Banco de México.

La labor de un Gobierno comprometido es facilitar la vida en común al Ciudadano y desde luego sería loable que los solicitantes de permisos de construcción, o los peticionarios de concesiones o permisos de cualquier tipo, se encontraran con la simpleza de un Acuerdo que les beneficiara al llevar a cabo los trámites burocráticos.

Seguramente sería una medida muy aplaudida y reconocida como mejora regulatoria para incentivar la inversión, la productividad y el desarrollo. Pero aquí las cosas suceden a la inversa. Para los comunes todas las formas de control y de obstáculos para salir adelante, y para el Gobierno, las leyes no se aplican.

Esta forma de actuar, hace recordar la manera en que “Vargas”, el célebre personaje interpretado por Damian Alcazar en la película “La Ley de Herodes” de 1999, cambia la Constitución, para ajustarla a sus propósitos personales, sin importarle que el documento sea la Carta Magna de una nación.

El filme era una comedia política para observar el drama de corrupción de la época, desde una mirada hilarante, pero llena de realismo. Hoy observamos con pasmo, la forma en que la realidad se jacta de nosotros y supera la comicidad mediante un Decretazo, que solo nos pondrá a reír nuevamente, cuando la Suprema Corte vuelva a ser el valladar de los excesos y apetitos unipersonales de una Presidencia que se comporta, cada día más imperial, y menos republicana.

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