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Opinión

Encuestitis aguda

Con la entrada de lleno a los procesos electorales del año que entra ha llegado también una verdadera epidemia de encuestas

Francisco Ortiz Bello
Analista

domingo, 09 agosto 2020 | 06:00

Con la entrada de lleno a los procesos electorales del año que entra ha llegado también una verdadera epidemia de encuestas, a propósito del tema de salud que vivimos, a cual más de favorables unas y otras a determinados aspirantes a la gubernatura del estado de acuerdo a quien la haya mandado hacer, pagado pues. Y es que es muy simple, de unos años para acá se les ha dado un uso propagandístico a estos ejercicios demoscópicos cuando en realidad son valiosos instrumentos de análisis para la toma de decisiones en cualquier campaña política.

Me refiero en plural a los procesos electorales del 2021, porque en realidad se trata de dos procesos. Uno federal, donde se renuevan las 500 curules de la Cámara de Diputados, y otro local, en el que los chihuahuenses elegiremos a todos los cargos de representación popular en el estado, por eso se habla de dos procesos electorales, por la competencia política y territorial de cada uno, aunque la votación será el mismo día, el domingo 6 de junio, y en la misma casilla electoral, en realidad se trata de dos procesos distintos.

El primero, el federal, da inicio el 1 de septiembre de este año o sea en menos de un mes y el segundo, el local, comienza en octubre, es decir apenas un mes después. Lo que quiere decir que ya estamos de lleno dentro de la fiebre política que todo lo toca y todo lo transforma, a veces para mal y en otras para bien.

Es esta situación la que trae muy nerviosos y apurados a quienes aspiran a gobernar Chihuahua. Debo hacer una diferenciación clara en ese sentido, hay quienes aspiran y hay quienes realmente tienen posibilidades, como lo mencioné en mi artículo del domingo 12 de julio pasado, pero eso es lo de menos, todos están ansiosos en demostrar que son los que el pueblo quiere y necesita, que son la solución a los problemas de los chihuahuenses, y que son aclamados por las masas, por lo que en días recientes han circulado cualquier cantidad de encuestas para demostrar que unos y otras son lo mejor que le puede pasar a Chihuahua.

Hay un dicho popular, al menos en el ambiente político, que dice que la encuesta es de quien la paga haciendo referencia a esta práctica muy generalizada de utilizar las encuestas con fines promocionales. Nada mas alejado de la realidad que eso.

La verdad es que no hay nada más erróneo que esa creencia. Pero ¿qué es una encuesta? La respuesta es muy simple; es un método científico, probado, mediante el que un investigador, un estudioso, un mercadólogo o cualquier persona que sepa utilizar la metodología requerida, realiza un compendio de información cierta que recaba mediante un cuestionario. Luego, a través de los mismos pasos de la metodología, procesa dicha información para obtener datos cuantitativos sobre determinado tema o duda.

Las encuestas son ampliamente utilizadas en el ámbito empresarial e industrial, para conocer las preferencias de un potencial mercado de consumidores, ya sea de un producto en específico, las expectativas del posible cliente, su precio, su empaque y en general para cualquier otra información relacionada. Las encuestas pues, les brindan información valiosa para la toma de decisiones. También tienen un uso bastante difundido entre investigadores científicos o estudiosos de diversos temas.

Así fue también por muchos años en la política. Al menos con mayor intensidad a partir de la alternancia de partidos en el poder, porque antes de eso, debido a la hegemonía del PRI en el gobierno por más de 80 años, solo eran utilizadas marginalmente, acaso, para ayudar al “gran elector” a discernir dudas entre uno o dos de sus preferidos, pero con la llegada de la alternancia política y la celebración de elecciones con alta participación social su uso se difundió con mayor intensidad.

Aplicada a la política, específicamente a las campañas electorales, una encuesta nos puede indicar determinadas características de una persona, pero no solo eso, también la forma en que es vista y percibida por la sociedad en general así como sus rasgos positivos y negativos. También podemos saber qué piensa una comunidad respecto de determinado tema o problemática.

Con toda esa información a la mano, bien recopilada, bien procesada y bien analizada, las encuestas resultan extraordinarios instrumentos para guiar la toma de decisiones en cualquier equipo de campaña. Sin embargo, todos recordamos los desastrosos resultados que tuvieron algunas casas encuestadoras, incluso de las mas reconocidas y prestigiadas en el país, en los últimos tres o cuatro procesos electorales.

¿Qué ocurrió? ¿Perdieron efectividad las encuestas? No, de ninguna manera. Simplemente sucedió que a algunos estrategas de campaña se les ocurrió que las encuestas podían ser utilizadas como elementos de promoción, de impulso a determinados candidatos, generando con ello una percepción, verdadera o artificialmente creada, de que será quien obtenga la mayoría de votos en una contienda electoral y de este modo desestimular a los votantes de los adversarios o bien, generar lo que en política se conoce como “la cargada”, que no es más que un efecto dominó causado a partir de una premisa que parece cierta, arrolladora e inevitable.

Fue entonces que las casas encuestadoras tuvieron un gran auge, porque todos los candidatos a cualquier puesto de elección popular en el país, mandaban a hacer la suya propia, claro, buscando que el resultado le favoreciera. Ojo con eso, no es lo mismo mandar a hacer una encuesta para tomar decisiones de campaña sobre la estrategia electoral, que para hacer creer a los electores (y a los adversarios) que la preferencia de voto es arrolladoramente favorable. Son cosas muy distintas.

¿Se prostituyeron entonces las empresas encuestadoras vendiendo encuestas a modo? No, tampoco, al menos no las más antiguas y con mayor prestigio y credibilidad, simplemente que una encuesta tiene muy amplia gama de posibilidades para ser analizada, interpretada y difundida, así como para recopilar determinada información que, de cierto, se sabe que sabe a obtener. A final de cuentas son empresas que buscan su rentabilidad, por lo que si un “cliente” llega y pide algo específico, sus directivos encontrarán la manera de ofrecer una alternativa que satisfaga las “necesidades” del cliente, sin violar o alterar la metodología del ejercicio demoscópico. Así de sencillo.

Bueno, pues esa es la razón que explica porque han empezado a circular cualquier cantidad de encuestas, como si fueran barajas en una partida de póker o cubrebocas ahora en la pandemia, de todos los sabores y colores, en cuanto a la gubernatura del estado, en unas aparece muy posicionado Cruz Pérez Cuellar, en otras Rafael Espino, en otras Maru Campos, y evidentemente según a quien favorezca se dice que ha sido el patrocinador de dicha encuesta, lo cual resulta entendible y es parte de la contienda electoral.

Sin embargo, y más allá de esta “guerra de encuestas”, y más allá de quién pagó cuáles con el fin de proclamarse desde hoy triunfador o triunfadora, resulta muy conveniente y oportuno hacer algunas reflexiones sobre el tema.

La encuesta, bien realizada (tamaño de muestra adecuado, representatividad y proporcionalidad de la muestra, cuestionario correcto y aplicado cara a cara así como los candados de confiabilidad suficientes), refleja las condiciones y circunstancias del momento en que se realizó, únicamente. Es solo como una fotografía instantánea. No sirven para predecir triunfos o derrotas. Sobran los ejemplos de elecciones en las que candidatos o candidatas efectivamente punteaban en las encuestas pero al final el voto no les favoreció ¿Fallaron las encuestas?

No, las encuestas no fallaron, fallaron en su estrategia los equipos de campaña que, en base a resultados positivos de encuestas, quisieron ganar la elección únicamente mediante ese recurso, en tanto que los del equipo contrario, que sí ganó, decidieron darle a la encuesta el uso correcto: medición, análisis, toma de decisiones, cambios en estrategia y por eso ganaron.

Hay un tema de fondo en todo esto. Un gran tema. Hoy, ningún equipo de pre pre campaña está viendo las condiciones inéditas en las que les tocará competir. La pandemia ocasionada por el Covid-19 ha cambiado toda nuestra “normalidad”, y eso por supuesto que influye en el proceso electoral pero nadie, nadie, lo está percibiendo y menos aun previendo. Las campañas electorales del año que entra no serán iguales a ninguna de las anteriores, a ninguna.

Quienes sigan haciendo campaña con las formas y estrategias de hace tres años, o de hace cuatro, o más, se están equivocando rotundamente. El Covid-19 también estará en el proceso electoral de 2021. Y eso lo cambia todo. Todo.

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