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Opinión

El único Marco…

Así decía Maru Campos a su compañero candidato de la capital para animar sus intervenciones públicas.

Arturo García Portillo
Analista

viernes, 18 junio 2021 | 06:00

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Así decía Maru Campos a su compañero candidato de la capital para animar sus intervenciones públicas. Le gustó esa manera de referirse a él, y distinguirlo de su principal rival con el mismo nombre. “El único Marco… es Marco Bonilla”. 

Vale la pena recrear el contexto y las circunstancias que rodean su triunfo en la capital del estado, sucesor de la exitosa alcaldesa hoy gobernadora electa, y por tanto de sus éxitos, convertidos en la medida de referencia para la nueva gestión. “Le dejó la vara alta”, suele decirse desde luego con razón.

Marco Antonio Bonilla Mendoza ha conocido lo que es bregar desde la adversidad desde muy joven. Apenas ayer un conocido me dijo que lo recordaba trabajando de chico en los puestos de El Pasito. De la cultura del esfuerzo. Comenzó su participación política como un militante de a pie, sin padrinos influyentes. Se abrió paso en grupos de jóvenes de su generación y fue teniendo oportunidades en la administración a partir de su formación como abogado, pero sobre todo de su principal cualidad, su gusto por la cercanía, la escucha y el diálogo (a veces interminables) con la gente, especialmente los más sencillos. Fue coordinador de campaña de Maru en la diputación federal de 2015, con otra de sus grandes características, que es ser incansable en el trabajo. La acompañó cinco años como director de Desarrollo Humano con muchos de los programas exitosos, como becas académicas, la mejora de escuelas, la obra social, como agua e infraestructura. 

No era el candidato natural. Hubo varios que le compitieron la posición. Esa ruta se fue decantando siempre anclado en una postura que le valió y fue determinante: siempre estuvo dispuesto a no serlo. Al final, luego de presiones, controversias y acuerdos, se consolidó como el abanderado a la alcaldía. 

Cuando comenzó la campaña las encuestas de diagnóstico no eran muy halagüeñas, al grado de hacer pensar a algunos que quizá nos habíamos equivocado. Lo mostraban con un nivel de conocimiento incluso menor que el de Miguel Riggs, quien de modo intenso buscó ganarle la nominación en el PAN, y quien al final, guiado por una soberbia visceral, se fue a cobijar en la tolda naranja de otra opción partidaria solo para ser aplastantemente derrotado. Ya no se diga, era menos conocido que el exalcalde Marco Adán Quezada, homónimo de quien Maru lo quiso distinguir. También estaba abajo en otros indicadores muy importantes, como la capacidad de resolver la inseguridad, crear empleos o incluso cercanía con la gente. En intención de voto estaba muy cerrado, casi en empate al principio, aunque arriba. Recuerdo haber platicado con él y su equipo luego de ver esos primeros estudios. Uno ya no se cuece al primer hervor en estos menesteres, ni se espanta con un barrunto de tormenta. “Está fácil. Solo hay que hacer que lo conozcan”. 

Dicho y hecho. Marco conformó un equipo como pudo, dado que muchos se habían ido a la campaña estatal, y se dedicó en cuerpo y alma a remar contra corriente, como llegado el tiempo hace un salmón en ríos de montaña. La misma encuesta resolvía un par de dilemas explorados por las preguntas de diagnóstico. Uno era si preferían a un alcalde con experiencia, o uno joven. La gente quería los dos, y pues tampoco hubo gran problema por usar los dos atributos. Bonilla tiene 14 años de experiencia como servidor púbico, federal y municipal, sabe bien cómo funcionan, no es un novato. Pero al mismo tempo, como es evidente, también aporta la frescura, innovación y fuerza que son propias de la edad moza. Y así se promocionó. El otro dilema era resolver si la gente quería alguien cercano a Maru o a López Obrador. Ganó abrumadoramente ella, obviamente. Esto es fundamental, porque de la buena gestión de la alcaldesa también se benefició sin duda el novel sucesor. La gente quería continuidad. Solo había que comprometerse con ello.  

El candidato morenista no pudo solventar en cambio los suyos. Ciertamente era más conocido, pero no tenía un mejor diferencial de opiniones positivas. Bonilla, para quienes lo conocían, era muy apreciado en cambio, caía muy bien, casi no tenía negativos, su mejor atributo. A Quezada le revivieron los errores de su ejercicio como alcalde, y hasta eso que poco yo creo. Pero él seguramente, al momento de decidir entrarle, ya contaba con eso. Más los serios errores que cometió en campaña. Su otro gran dilema fue no saber qué hacer con tres lastres: AMLO, Morena y Loera. Nunca los resolvió. Muy difícil saber cómo podía hacerlo. Si se desligaba de ellos, perdía a esa base; si los acogía abiertamente, no conseguiría votos “centristas”. Se quedó en medio, en ningún lado. 

Solo podía ganar un Marco. Fue Bonilla. Ostentará en el gobierno las mismas virtudes que lo acompañaron en campaña. Trabajo, frescura, cercanía, experiencia que cuajará como madurez. Podremos seguir viendo cosas buenas en la capital del estado, sin duda. 

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