PUBLICIDAD

Opinión

El silencio de los dioses | Los mitos o la sociedad desarraigada

'Si se destruye la civilización y se da muerte a la mayor parte de la humanidad dentro de los próximos veinte o treinta años, ello no ocurrirá por las plagas o la peste: nos matará la política'

Hesiquio Trevizo
Presbítero

domingo, 25 octubre 2020 | 06:00

En El Nacimiento de la Tragedia, Nietzsche designa el mito como una «imagen comprimida del mundo», con la cual la vida se sumerge en un mundo de significado superior. El mito no tiene solo una significación individual, sino que garantiza también una interconexión de tipo cultural y social. «Pero sin mito, cada cultura pierde su sana y creadora fuerza natural. Por primera vez, un horizonte reorganizado con mitos cierra en la unidad todo el movimiento cultural». El hombre actual, carente de mitos, para Nietzsche, es un desarraigado. Y este hombre busca apoyo, orientación y sentido en la posesión, en la técnica, en la ciencia, en la política y en el archivo muerto de la historia.

El mito es una donación de sentido, abundante en imágenes, a lo que de otro modo carece de él. Y fue Hölderlin, (1770–1843), tan estimado por Nietzsche, el que en forma especialmente penetrante y elocuente buscó un lenguaje actual para la experiencia mítica, lleno de tristeza por el hecho de que nosotros hayamos perdido la facilidad y la naturalidad de esta experiencia, de una vivencia que, según él, tuvo que ser para los griegos un asunto cotidiano. Esta pérdida -dice Hölderlin- hace que desaparezca toda una dimensión donde lo real habría podido abrirse adecuadamente para la mirada y la vivencia. Por eso ya no «vemos» la tierra, ya no «oímos» el canto de los pájaros, y se ha «secado» el lenguaje de los hombres. Hölderlin designa este estado como «la noche de los dioses». 

Para Hölderlin, igual que para Nietzsche y Wagner, la reinvención de los mitos era una cuestión vital para la sociedad que ellos percibían siempre en crisis por su pobreza de sentido social, e intentaban, por lo tanto, darle orientación y sentido inventando nueva forma de expresión mitológica. Nietzsche y Wagner intentan, cada uno a su manera, una revivificación del mito, y se niegan a aceptar lo que más tarde Max Weber llamó «desencanto» del mundo a través de la “racionalización, la técnica, la política y la actitud de la economía burguesa”. Sufren por la falta de mitos en su tiempo y ven la posibilidad de una revivificación, o nueva creación del mito, en el ámbito de la cultura, para hacer posible la convivencia ordenada y creadora de los hombres. (Cf. Rüdiger Safranski. Nietzsche. Biografía de su Pensamiento. p. 89ss.).

Lo que hacen los autores citados es, sin más, formular el diagnóstico de la cultura moderna que comenzaba a gestarse y a desarrollarse, carente por completo de espíritu; es el nacimiento de una cultura carente de referentes dadores de sentido. Para entender esto, yo lo invito a que haga un ejercicio: lea usted los párrafos anteriores y sustituya la palabra mito(s) por la palabra religión, entendiendo religión en el mejor de sus sentidos y con explícita referencia al cristianismo. (No se me escapa el peligro porque también la religión ha entrado en una zona pantanosa). Entonces el diagnóstico y la sanación de la cultura por la que pugnaban Wagner y Nietzsche resulta inteligible: la muerte de Dios es, a la vez, la muerte del hombre. 

La política como respuesta total.

Lo que estos profetas, desde su obscura rebeldía, proclamaron fue el «agotamiento del cristianismo». Fue el nacimiento, a la influencia de la Ilustración, del racionalismo y el romanticismo, de la actitud crítica que ya no se iba a detener ante nada ni ante nadie. La razón es fuerte allí donde puede cuestionar y descomponer críticamente los ingredientes tradicionales de la moral y la religión. «El espíritu crítico», escribe Friedrich Schlegel, «se ha hecho inmediatamente político, y se ha propuesto una revolución mundial y, por otra parte, de tanto purificar y explicar la religión, esta terminó evaporándose por completo y desapareciendo de pura claridad».

Pero siguió en pie la cuestión fundamental, la necesidad de un sentido y fin superiores, aun cuando se tema no poder ir más allá de las producciones imaginarias.

Al quedar vacío el cielo, se corrió el peligro de vaciar también la tierra y surgen, no los mitos organizadores en que soñaron los autores citados, sino realidades mucho más concretas, más burdas y terriblemente peligrosas: la política tal como la vemos hoy. Hoy, nuestros «dioses» son las máquinas y la idea de eficacia, denunciaba Fromm en ¡1950!; pero más peligroso es el haber puesto estos «dioses» al servicio de la política y de la economía. Al «hombre desarraigado» no le ha quedado más recurso que aferrarse a la posesión, a la técnica, al consumo abusivo de la conectividad, a la crónica truculenta y a la política, la política como la panacea para todos los males. Estos dioses son los que nos pueden explicar cabalmente la guerra mundial que se desarrolla en nuestros días, guerra llevada adelante por no más de cien cerebros y ante la impotencia global.

Una vez más, quiero hacer público mi credo político: «Si se destruye la civilización y se da muerte a la mayor parte de la humanidad dentro de los próximos veinte o treinta años, ello no ocurrirá por las plagas o la peste: nos matará la política. La política se ha convertido, literalmente, en una cuestión de vida o muerte». La razón de esto está en que «el hombre desarraigado», es decir, el hombre sin mitos, sin religión, sin Dios, ha creado esa fuerza devastadora que se llama política, la ha absolutizado y la ha echado a andar en el mundo. “El interés por la política, afirma H. Arendt, se ha convertido en una cuestión de vida o de muerte para la filosofía misma”.

Sin embargo, las cosas no se dan químicamente puras. A esa fuerza absolutizada que es la política se le ha agregado un aditivo que potencia su capacidad destructiva; este aditivo es el elemento religioso. Y el compuesto resultante, con todo su poder devastador y su ilimitada capacidad para infligir sufrimiento, lo estamos viendo horrorosamente concretizado en el conflicto del Medio Oriente, el epicentro de la desestabilización global que es el conflicto palestino-israelí, donde la crueldad y el abuso no tienen límites. ¿Qué ha generado todo esto? ¿Cómo hemos llegado a este punto? ¿Es una guerra religiosa la actual guerra mundial? ¿Es una guerra eminentemente política? ¿Es un reacomodo geopolítico de la zona? ¿Es simplemente el petróleo? ¿Trata el imperio de establecer bases cerca de China, que se avizora como la gran potencia comercial del futuro? Ciertamente el virus chino cambió la naturaleza de estos cuestionamientos. Sin embargo, el factor determinante es un factor político. No se trata de una guerra de civilizaciones; es, simplemente, la actitud del hombre desespiritualizado, del «hombre desarraigado» que busca en el poder, en el dominio, en la riqueza, la razón y el sentido de la existencia. La política es el gran medio para lograrlo; por eso se nos ha convertido en una cuestión de vida o muerte. 

El espectáculo en que se ha convertido la política lo vemos dramáticamente en México.Halló Presidente o las maratónicas prédica de Fidel son de niños de kínder; las mañaneras no tiene antecedentes como forma de gobierno; Trump y su tuitorrea, es un buen antecedente  pero es proporcionalmente inverso a la capacidad de reflexión. Es el ataque, la descalificación, el descontón; las mañaneras son el momento de a mentira, de la contradicción; el momento de las decisiones, aunque mañana haya que revocar y corregir sin aceptarlo.

El pueblo acaba por distanciarse más y más de la política y se termina la frase fatídica: todos son iguales. Hemos visto con triste indiferencia el golpe bajo el cinturón al Ejército en la detención artera del Gral. Cienfuegos, hecho triste y vergonzoso, y en la mañanera con refinado cinismo se prometió investigar a la DEA. El mayoriteo, ¿no era un vicio abominable de neoliberalismo?  Hace muchos años, en tercero de primaria, nos enseñaban que los poderes de la República eran tres: Ejecutivo, legislativo y judicial. Si se nos explicaba su naturaleza y funcionamiento. Pregunte esto a los mexicanos de hoy sobre el tema, y si saben lo que es dejar todos los poderes en un solo partido y las consecuencias que esto llega a tener. Es poner todos los huevos en una canasta. La forma perversa, por un lado, y la negligencia social, por  otro, ha hecho de la pandemia algo terrible. China, mientras tanto, sin covid, sube su economía, ya, en un 4%.

El interés por la política, pues, se ha convertido en una cuestión de vida o de muerte para la filosofía misma, en cuanto amenaza el pensamiento. Y los dioses guardan silencio. “Silenciosas las estrellas miran desde el cielo. Os llamamos a la esperanza”. (Schiller)

  

PUBLICIDAD

ENLACES PATROCINADOS

PUBLICIDAD

PUBLICIDAD

PUBLICIDAD

close
search