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Opinión

El influencer

Vaya que ha cambiado el contexto, pasamos de un concepto llamado influyentes de opinión publica a lo que se le denomina como influencers

Carlos Irigoyen
Analista

viernes, 25 septiembre 2020 | 06:00

Vaya que ha cambiado el contexto, pasamos de un concepto llamado influyentes de opinión publica a lo que se le denomina como influencers. Parte del ajuste generacional, del poder que paulatinamente cede la televisión, la radio o los periódicos a la apertura y complementariedad de opciones como Instagram, YouTube o Facebook.

Probablemente si usted vivió en la vorágine de los años 70, 80 y 90; los nombres de Jacobo y Abraham Zabludovsky, Joaquín López Dóriga, Pedro Ferriz (padre e hijo), Guillermo Ochoa, Lourdes Guerrero, Julio Scherer, Ruiz-Healy, “El Gallo” Calderón, Raúl Velasco, “El Perro” Bermúdez, Eulalio Ferrer, Gutiérrez Vivó, Guillermo Ortega, José Pages, Lolita Ayala, Octavio Paz, Ciro Gómez Leyva, Paty Chapoy, Juan José Origel, Don Fernando Marcos, Ángel Fernández, Heriberto Murrieta, Eduardo Trelles, Pedro Septién, Juan Dosal, Roberto Guerrero, Placido Domingo, José Ramón Fernández, Jorge Ramos, David Faitelson, José Lamadrid, Víctor Trujillo “Brozo”, Hugo Sánchez, José José, Juan Gabriel, Alfonso Bustamante, Enrique Burak, entre muchos otros le evocarán una lista de personas cuyas opiniones eran seriamente consideradas en el ámbito al que pertenecían, deportivo, noticioso, espectáculos. No había explosión de redes sociales y los medios masivos eran los conductos sólidos para forjar una historia como opinión pública, incluso a muchos de ellos se les dio a conocer como parte de un concepto llamado “el cuarto poder”, por su poder de dar a conocer información en momentos críticos y claves. Algunos de ellos mordaces, labraron una imagen que trascendería en el fondo y la forma de la influencia que tenían, cumpliendo a carta cabal con su encomienda social de transmitir algún beneficio, advertencia o contenido de valor. ¿Quién no recuerda a Placido Domingo levantando escombros tras el devastador temblor del 85? ¿A Hugo Sánchez haciendo cabriola tras cabriola después de meter goles por racimos en sus brillantes temporadas en España? ¿A Jacobo Zabludovsky y la crónica desgarradora del temblor? ¿O a Raúl Velasco para debutar en televisión a un chico de 11 años llamado Luis Miguel?

Pero hoy las redes sociales les dieron un matiz diferente a estos personajes y aunque algunos de ellos siguen vigentes, el padre tiempo cobró la factura y son contados aquellos que lograron romper esa barrera de comunicación entre generaciones. 

Hoy son “influencers”, reconocidos como personas con un cierto nivel de credibilidad sobre algún tema en particular, con un impacto profundo en su audiencia virtual, una imagen explotada en redes. Los ingredientes clave son su credibilidad y legitimidad para hablar del tema. La base de todo este movimiento de influencers es la profunda conexión emocional que hay entre quien manda el mensaje y el mercado que lo recibe. La identidad del influencer pasa por su estilo de vida, valores, estilo, la personalidad. Las benditas redes sociales hacen posible un contacto más probable con estos personajes; los influencers son arma de doble filo para cualquier situación; su reputación es su activo más valioso; la confianza que inspiran es vital; pasamos de los ratings a la tasa de interacción. 

Cabe una pregunta que puede ser inquietante pero apasionante a la vez, si estas figuras públicas tienen un alto perfil entre la opinión publica de un amplio y retador segmento de mercado como los millenials, centennials; ¿por qué no se recurre más a ellos para explicar campañas que necesiten un “punch” más efectivo en el mensaje que quieren comunicar? Algunos de ellos tienen no sólo cientos o miles de seguidores; alcanzan millones de seguidores en las diferentes redes sociales, son realmente su propia personalidad de la marca con toda la que ello conlleva.

Por ejemplo, Coca-Cola está viviendo la situación donde las autoridades han declarado la guerra a los productos de alto contenido calórico; en medio de la pandemia han utilizado los servicios del locutor Francisco Alanís “El Sopitas” para defender la responsabilidad social de la marca e impulsar a las  contenidos que expone.

Dentro de esta mezcla tan interesante, encontramos celebridades y conceptos abstractos en su planteamiento pero tangibles en sus propuestas, son muy reconocidos los renglones torcidos de “El Deforma”, las líneas eróticas de Valeria Martell, los “improperios” de “Werevertumorro” o los planteamientos incisivos de “Chumel Torres”. Las crónicas del “Teacher” López Dóriga, las acotaciones de Adela Micha, el lenguaje soez y lleno de provocación que usan en sus programas Eduardo Videgaray o “El Estaca” San Cristóbal. Los consejos de Thalía o Anahí; las expresiones de Mike Salazar, Luisito Comunica o Franco Escamilla. Las propuestas de Juan Pablo Zurita o Yuya, considerados entre los influencers mejor pagados; este tipo de actividades se convirtió en su “modus vivendi”. 

Y así podemos seguir mencionando “influencers” que pueden ser muy eficaces para comunicar conceptos, pueden ser útiles para auxiliar a una generación que se debate en cuestionamientos y estigmas; se puede trabajar en sembrar conceptos para cosechar mejores opciones en perspectiva al futuro. De no hacerlo, como sociedad corremos el riesgo de tener una juventud despreciada cuya trascendencia paulatinamente se ve apagada. El antídoto a la indolencia social está en la misma dinámica de nuestro tejido social, ese puede y debe ser el papel vital de un influencer.

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