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Opinión

El escenario para 2024

En 2018, Andrés Manuel López Obrador ganó contundentemente la elección presidencial

Sixto Duarte
Analista

domingo, 29 enero 2023 | 06:00

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En 2018, Andrés Manuel López Obrador ganó contundentemente la elección presidencial. Con cerca de treinta millones de votos (que representaban el 53 por ciento de la votación emitida) López Obrador conquistó en su tercer intento el anhelo que tenía de ser presidente de la República. Naturalmente que este escenario trajo consigo victorias en el Senado, la Cámara de Diputados, y Estados para su movimiento.

Al llegar López Obrador al poder con tanta votación, mucho se dijo que el obradorismo llegaba para instalarse en el poder por décadas. Fue cuestión que transcurrieran tres años de un gobierno improvisado e indolente para que el electorado se diera cuenta que López Obrador no tenía la solución a todos los problemas, justo como lo prometió.

Resulta gracioso ver que los promotores de López Obrador aseguraban que con su llegada, los problemas de México desaparecerían, pues los atribuían a los gobiernos en turno. Una vez instalados en el poder, justificaban el por qué López Obrador no podía solucionar “en tan corto tiempo” la problemática nacional. Irónicamente, a pesar de haber ganado y estar gobernando, sus feligreses seguían culpando al “pasado neoliberal” de los males del país.

Llegó el 2021, cuya única elección federal fue el relevo en la Cámara de Diputados. El obradorismo obtuvo 16 millones de votos que representabn el 34 por ciento de los votos. Es decir, en tres años el obradorismo perdió cerca de 14 millones de votos. Esto, en virtud que los tres años que pasaron sirvieron al oficialismo únicamente de pretexto para repartir culpas y no asumir las propias. Es decir, la falta de resultados de un gobierno sin rumbo y sin planeación en la ejecución de políticas públicas.

A pesar de ello, se debe reconocer que el obradorismo conquistó más Estados aunque perdió votos. Lo mismo sucedió en 2022. En ese escenario, cualquiera pudiera haber dicho que a pesar de haber perdido votos, Morena seguía siendo favorito para la elección presidencial de 2024. Cualquiera lo hubiera visto así.

Sin embargo, el peor enemigo del obradorismo es el obradorismo mismo. Hoy, a un año y medio de la elección presidencial, creo que nadie se atreve a vaticinar que Morena ganará la elección presidencial. Es verdad que los números le favorecen y que la inercia de Morena sigue siendo sólida en prácticamente todo el país. Pero el ejercicio del poder y el desempeño de los gobiernos traen consigo un desgaste y una pérdida de capital político importante. Por ello, creo que a estas alturas es difícil hablar con certeza de quién puede ganar la elección en 2024.

La alianza Va por México ha sido el instrumento de la oposición para cortar de tajo las pretensiones dictatoriales de Morena. Este último partido, más que instituto político es un culto a López Obrador. Por ello, cuando López Obrador no esté en la boleta electoral, sus candidatos se enfrentarán en igualdad de circunstancias a la oposición, que poco a poco va organizándose para poder obtener el triunfo en 2024.

Al electorado mexicano le costó tres elecciones (2006, 2012 y 2018) creerle a López Obrador sus promesas de campaña. Por ello, tampoco es fácil convencer a quien tardó tanto en creerle a AMLO. Es decir, fue tanto trabajo el que le costó a un votante decantarse por López Obrador que no es sencillo convencerle que este gobierno ha sido el más inepto, el más violento y el más cínico de los últimos cien años. Sin embargo, existe un sector de la población que ya no le cree nada a López Obrador. Es este sector al cual debe apelar Va por México para poder obtener el triunfo en 2024.

Un aeropuerto que se pagó y no se construyó. Una refinería que se inauguró y no refina. Un tren que no concluyen. La falta de medicinas en centro de salud pública. Niveles de inseguridad inédita en la historia del país. Los gobiernos emanados de Morena han dado muestras de no ser capaces prácticamente en nada de lo que hacen. Si a eso agregamos problemas locales en cada una de las entidades gobernadas por Morena, como por ejemplo, la crisis del Metro en la Ciudad de México.

Haciendo un breve paréntesis, pero la gestión del problema del Metro en la Ciudad de México ha sido catastrófica para Sheinbaum y sus aspiraciones. Como siempre, los morenistas hicieron lo que saben hacer muy bien, y esto es victimizarse. Culpan de los problemas del Metro a la oposición quien, según dicen ellos, ‘sabotea’ el medio de transporte. Es decir, los accidentes y fallas de dicho sistema público son, a decir de Morena, de la oposición. Por ello decidieron militarizar el Metro.

A pesar de ello, fallas y accidentes han seguido pasando, sin que se haya capturado a ningún saboteador, excepto algunos chivos expiatorios que la autoridad ha consignado. Para su narrativa (y estando conscientes que solamente el gobierno es el responsable de lo que pase en el Metro) quizá debieron seguir manejando esos hechos como culpa de la oposición. Sin embargo, decidieron meter a la autoridad policiaca que naturalmente no ha encontrado a los responsables, pues los responsables son los gobernantes de la Ciudad de México que siguen sin entender que, en la medida que no le den mantenimiento al Metro, los accidentes seguirán pasando, para desgracia de todos.

Pero bueno, el colapso de la línea 12 del Metro, los constantes accidentes, así como la sumisión de la Jefa de Gobierno a AMLO le han costado popularidad que pone en entredicho su aspiración a 2024.

Dentro de Morena, los aspirantes con mayores posibilidades para suceder a López Obrador son la jefa de Gobierno Claudia Sheinbaum y el canciller Marcelo Ebrard. A estas alturas, es más que obvio que al presidente le interesa que sea Sheinbaum quien le suceda. Él estima que con Claudia podrá seguir gobernando después de su mandato, un perverso plan que emula al maximato de principios del siglo XX.

Con Ebrard, en cambio, López Obrador no cree que pudiera seguir “mangoneando”. Sin embargo, parecería que el ejercicio de Gobierno de Sheinbaum le complica más las cosas. Ya en 2021, Sheinbaum perdió la mitad de las alcaldías de la Ciudad de México. ¿Cómo puede aspirar a ganar una elección si perdió la mitad de las alcaldías en la entidad que hoy gobierna? Para Marcelo Ebrard es más cómodo su camino, pues la conducción de la política exterior no es una prioridad para López Obrador (quien renunció a esta materia desde que llegó) además que es un área que no le cuesta votos a su partido. Sin embargo, la certeza que tiene López Obrador de poder seguir mandando con Sheinbaum y no con Ebrard es el mayor capital de Sheinbaum.

El escenario que se advierte es alentador para la oposición. Este año los Estados de Coahuila y Estado de México tendrán elecciones para elegir a sus gobernadores. En ambos Estados la alianza Va por México postuló candidatos del PRI. Es altamente probable que la alianza gane ambas entidades. De ser así, la alianza Va por México obtendría capital político y buena energía para enfrentar el 2024.

El escenario político en México se encuentra polarizado entre el obradorismo y el antiobradorismo (que es representado por esta alianza a la que aludo). Sin embargo, existe un partido político que posando de “tercera vía” ha sido el esquirol de Morena, y me refiero naturalmente a Movimiento Ciudadano.

El MC no tiene posibilidades reales de ganar. De hecho, perdió curules en San Lázaro en 2021 respecto de las que tenía en 2018. El MC representa aproximadamente el cinco por ciento de la votación. Si el MC se integrara a Va por México, sin duda el ganador del 2024 sería el frente opositor. ¿A qué juega el MC cuando sabe que no puede ganar solo? ¿A hacerle el trabajo a Moren para dividir el voto antiobradorista? En este momento no hay agendas particulares de ningún partido político. Lo importante es poder sacar a esta enfermedad llamada Morena de las instituciones de México. Ya después habrá tiempo de pelear los temas secundarios, pero ahora el imperativo supremo es que Morena no gane la elección de 2024. Esperemos que MC deje de actuar como patiño de Morena y se asuma como un partido opositor. La república está en riesgo.

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