Opinión

¿El canto de las sirenas?

Hay gran incertidumbre, no hay día de Dios en el cual no se hable de un homicidio de alto impacto en nuestra ciudad, en nuestro estado y en el país

Carlos Irigoyen/
Analista

viernes, 21 febrero 2020 | 06:00

Hay gran incertidumbre, no hay día de Dios en el cual no se hable de un homicidio de alto impacto en nuestra ciudad, en nuestro estado y en el país; es lapidaria la percepción de inseguridad en la que vivimos, es superlativo el miedo en el cual estamos sumergidos como sociedad.

Ya no hay horas ni lugares en los que cualquier persona se sienta segura.

Hay gran valentía en los esfuerzos que hacen instituciones que respaldan los derechos humanos, aquellos que siendo parte de la sociedad se organizan para protegerse los unos a los otros; las escuelas que intensifican los programas de cuidado de los alumnos y las familias que ya hoy hayamos la puerta para sentir un poco más de seguridad. Han sido días de desconcierto y de mucha incertidumbre, no entendemos por qué hay tanta saña en algunas acciones y mucho menos por qué hemos podido seguir avanzando como sociedad.

El México del cuerno de la abundancia está en serio predicamento, los liderazgos que están al frente de las comunidades han sido rebasados; es notoria la falta de sensibilidad que algunos políticos y medios de comunicación han mostrado ante la impactante ola de violencia. Esos políticos se deben ir del servicio público y esos medios no merecen ni siquiera un ápice de atención; si querían reconocimiento ¡felicidades y enhorabuena!, lo lograron a un costo muy alto, si la víctima hubiera sido un familiar de quien decidió publicar las imágenes ¿hubiera dado la autorización de publicar?

Atacar a niños siempre ha cimbrado a la opinión publica en México, nuestra sociedad viviendo en una cultura de alto contexto y con un gran porcentaje de niños en la población orienta esfuerzos a tratar de protegerlos, aun cuando en este último año se ha disparado de forma grave el ataque sistemático contra este sector de la población, la cuestión no es incrementar el número de sanciones derivados de las leyes, el factor es diluir el efecto de la impunidad ante tales delitos, la falta de aplicación con severidad del marco legal ante lo laxo de la forma de ejercer las leyes.

De igual forma está presente el feminicidio, ese mismo delito que ha lastimado a nuestra sociedad, que ha golpeado una y otra vez a Ciudad Juárez, donde un Campo Algodonero nos recuerda a diario la encomienda de cuidar a nuestras mujeres, donde el dolor de tantas madres de familia no deja de ser la voz de que vivimos en una sociedad que sigue en una necrosis social profunda.

¡Qué incertidumbre tan grande da vivir en una sociedad que tiene altos índices de ataque contra grupos específicos de la sociedad!

¡Qu coraje da ver que hemos perdido como grupo social una identidad con sentido humano!

¡Qué desilusión da ver que la palabra esperanza fue prostituida en afanes políticos y que su concepto en realidad es un sueño guajiro!

Entonces ante estas dos marcas indelebles del estado de terror que vivimos –feminicidios y ataques a infantes– y que nos ahoga, ¿qué debemos hacer?

Seguir cuidando a ultranza a nuestros hijos y comprometernos con las autoridades escolares para trabajar fuertemente en el aspecto de valores, de conductas, de civismo, de inculcarles respetar a sus semejantes, de apreciar que el esfuerzo trae beneficios.

Qué difícil misión para el empresario que arriesga su capital para tratar de ser rentable y proporcionar una excelente experiencia de compra, cómo motivarlo a que no claudique en la generación de riqueza; la indecisión de consumir bienes y servicios en ambientes de alta violencia se traduce en una contracción de consumo. Hay que hacer que la maquinaria económica siga en movimiento, un colapso de este engrane junto con el quiebre social da como resultado sociedades conformistas, liderazgos vende-ilusiones, exceso de imposición de leyes, nulo crecimiento económico, poco desarrollo cultural y desarrollo de personalidades con estereotipos basados en perfiles de violencia donde los antivalores son reconocidos y practicados como un estilo de vida.

Si estamos en un problema agudo y serio, donde las soluciones se piden a gritos pero las soluciones son devueltas en una especie de susurro.

Y por último una crítica al poder federal que ha dejado a su suerte la seguridad de los estados a otras personas. No es con rifas de aviones, ni con el formato de “diarrea verbal con estreñimiento intelectual” del cual hacen gala todas las mañanas, ni con decir “ahorita no” como si les estuviéramos pidiendo limosna; increíble que no se les haya caído la cara de vergüenza y que sigan defendiendo decálogos, aseveraciones absurdas con toda clase de maromas y circos.

Hoy no hay marcha atrás, o trabajamos con mucha inteligencia o nuestro país y ciudad se hundirán en un impasse de corrupción, valemadrismo, temor, miedo, alucinaciones y desconfianza capaz de necrosar en absoluto el tejido social. La realidad ahí está, la pregunta es ¿a qué le tiramos como mexicanos?

 

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